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LA BANALIZACIÓN DE LOS TRASTORNOS MENTALES

Hay palabras que duelen como puñales, y expresiones que se utilizan a veces en un sentido coloquial que sin embargo deberían ser completamente desenterradas de nuestro vocabulario.

“Tienes un TOC”, “Ese es bipolar”, “Esa persona es tóxica”, “mi niño es hiperactivo”. Con qué alegría lanzamos estas expresiones sin darnos cuenta que estamos utilizando términos que pueden herir a las personas (o en el peor de los casos, estamos realizando un diagnóstico basado en tópicos sin ninguna base).

Estamos en una sociedad que huye de la estigmatización, que intenta integrar y normalizar las diferencias individuales para que todos tengamos un sitio y unas oportunidades, pero “es bipolar”, “ése tiene un TOC”, o el “mi niño es hiperactivo” son solo ejemplos diarios de lo que se oye para designar comportamientos diferentes a los nuestros. Pura incoherencia.

Como ejemplo los supuestos “bipolares”, consideradas así porque tienen estados de ánimo fluctuantes, con cierta inestabilidad emocional.

Un bipolar no es que tenga estados de ánimo fluctuantes, es que cuando baja a los infiernos de la depresión es paciente de riesgo de suicidio y pueden llegar a requerir internamientos, y en fase de manía (que no sucede en todos los casos) su nivel de excitación le puede llevar a problemas que ponen en riesgo su vida por falta de control sobre sus impulsos.

El paciente bipolar tiene que medicarse de por vida y estar atento a estas fluctuaciones del estado de ánimo.

Para una mujer con trastorno bipolar puede resultar complicado plantearse gestar, porque no puede dejar la medicación durante el embarazo y no es bueno para el feto, hasta el punto de necesitar un seguimiento estricto si deja la medicación durante los primeros meses de embarazo (ya no parece tan gracioso lo de “bipolar).

La célebre expresión “tiene un TOC”, la solemos emplear con personas que tienen manías. Y maniáticos, en mayor o menor medida lo somos todos (y según vamos cogiendo años, más).

Tener manías se debe a una necesidad de control sobre el entorno que ofrece seguridad a las personas, y se da más en personalidades más rígidas. Eso no es un trastorno ni muchísimo menos, simplemente es una forma de ser, que a veces puede resultar irritante, sin más.

Una persona que tienen un TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO sufre un tipo de trastorno de ansiedad en el que existen unos pensamientos generalmente destructivos, e invasivos, y la única forma que tienen estas personas de neutralizarlos es a través de la repetición de rituales que bajen su ansiedad.

Hay diferentes tipos de pensamientos y diferentes tipos de rituales, pero lo que debemos tener en cuenta es que producen un empeoramiento de la calidad de vida del paciente, que se ve atrapado en su mundo de obsesiones y miedos, generando un estado de ansiedad y depresión bastante profundo, que le aísla del mundo, que le atrapa y que le impide vivir una vida normalizada.

Normalmente requieren tratamientos largos y complejos y ayuda farmacológica. Es un paciente que sufre y que tiende a enmascarar su trastorno por sentimiento de culpa o vergüenza.

Personalmente la obra de teatro “TOC TOC” me pareció como si se dedicaran a satirizar sobre las dificultades que tiene una persona con movilidad reducida en su día a día. Maldita la gracia de reírse de algo que controla la voluntad.

Luego tenemos a las “personas tóxicas”, que es un término muy utilizado últimamente. Resulta que nos rodeamos de personas tóxicas, pero nosotros somos perfectos.

Es posible que demos con personas tóxicas, pero en nuestra mano está permanecer a su lado, no poner límites o en ocasiones, incrementar la toxicidad o simplemente mirarnos el ombligo para decidir si la persona es tóxica o hemos construido una relación tóxica.

Desde luego, si el patrón es que siempre tienes relaciones tóxicas, tal vez deberías analizar de quien parte la toxicidad y el casting que realizas para la selección de tus amistades.

Y no todas las personas son tóxicas, las hay que tienen diferentes tipos de personalidad (irascibles, poco comunicativos, egoístas, dejados, mentirosos, vagos, procrastinadores) que simplemente son así y sólo se convierten en tóxicos cuando a pesar de los pesares decidimos darles una oportunidad: lo que compras es lo que tienes, no existen modificaciones posteriores, las personas no son un Meccano.

Lo de “mi hijo es hiperactivo” cuando lo oye una madre de un niño realmente hiperactivo, se le deben poner los pelos de punta. Un niño hiperactivo puede llegar a un descontrol tal de sus impulsos y de sus conductas motoras que en ocasiones tienen que llevar casco para no lesionarse, ya que suelen tener muchos accidentes por su continuo movimiento.

No pueden centrarse y no pueden parar, sufren dificultades serias en el colegio, suelen tener pocos amigos, y a pesar de intentar “portarse mejor”, no es algo que se haga a propósito, por lo que necesitan muchísima paciencia para bajarles la activación, necesitando en muchos casos adaptaciones curriculares para que puedan seguir las clases.

Hay niños hipercinéticos que literalmente no paran, casi ni dormidos, y necesitan quemar la energía continuamente, hay niños inatentos que no logran centrar su atención y la mente y la imaginación les vuela.

Esos niños necesitan mucha ayuda para controlar su impulsividad, y realmente es agotador para sus padres. Luego están los supuestos “niños hiperactivos”, el de Pepito deja de molestar con la pelota a los de la mesa de la otra punta, Pepito te he dicho cincuenta veces que no cojas la play, Pepito, mira hacia adelante cuando corres (una vez que se ha chocado contra alguien), Pepito, no corras por los restaurantes…

Los Pepitos de turno milagrosamente se calman con una maquinita, y adiós Pepito y su hiperactividad. ¿Pepito es hiperactivo o ¿Pepito no tiene ni idea de jugar y se aburre como una ostra?

El pobre Pepito puede ser un niño movido (el deporte es excelente), pero entre un niño movido y que no sabe entretenerse solo o tranquilamente y un niño con un problema de TDAH hay todo un mundo de un trastorno y un problema de conducta.

Por favor, seamos más humanos, más empáticos. No utilicemos términos referidos a trastornos mentales para etiquetar problemas menores o directamente fallos. Si como sociedad estamos avanzando hacia la inclusión de todas las personas, no dejemos de ser exquisitamente correctos en lo referido a la Salud Mental.

Por respeto a los que sufren, por respeto a las personas de quienes hablamos. Por respeto a los que escuchan y pueden tener algún familiar con un problema real. Por respeto a nuestros hijos, a los que estamos enseñando algo inapropiado.

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