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INFORMACIÓN DEL DUELO PARA LOS FAMILIARES

el acompañamiento en duelo supone estar pero sin agobiar.

El duelo es como un camino que hay que recorrer.

Es un camino en el que el doliente tiene que aprender a vivir sin la persona que ha muerto. Este camino será muy largo y doloroso para unas personas y no lo será tanto para otras; pero cada persona tiene que hacer su propio camino de duelo.

La mejor manera de ayudarle es acompañarle en su camino y respetar el tiempo que necesite para recorrerlo (que a veces le parecerá muy largo). El dolor que cada persona siente por la pérdida de un ser querido, no se lo puede evitar, tampoco una pastilla, ni el tratamiento con un especialista; aunque se puede aliviar con la compañía y compartiendo sus lágrimas, si las siente.

Hay que evitar siempre los tópicos, las frases hechas, los consejos no pedidos. Estos hieren muchísimo y dan la sensación de distanciamiento emocional con la persona que sufre.

Se dice más y se ayuda más, con una mirada, una sonrisa, un apretón de manos o con un abrazo, que con una frase hecha. La comprensión y cercanía emocional, favorecen la libre expresión de sentimientos.

Compartir sentimientos proporciona gran alivio y no es para nada negativo. La comprensión y cercanía emocional, favorecen la libre expresión de sentimientos.

Los comentarios sobre el difunto, son con frecuencia repetitivos y se suelen centrar en los últimos momentos de su vida.

Esta repetición proporciona alivio emocional. A veces el dolor de la persona en duelo puede expresarse en forma de enfado, de mal humor. No es contra la persona y no hay que impedir la libre expresión de estos sentimientos, que es indicativa de la tormenta interior que vive y su manifestación puede ser buena.

Es frecuente que a lo largo del camino de duelo, los estados de ánimo varíen, a veces en relación a aniversarios, fiestas, cumpleaños..., otras veces ni se sabe. Esto no indica que se encuentre peor, es parte del proceso.

Ante el llanto del doliente hay que actuar con naturalidad, acogiéndole si así lo desea o dejándole su espacio. No es bueno hacerle parar el llanto: es la libre expresión de su emoción contenida.

Cuando se acompaña no siempre es necesario hablar. La compañía en silencio es mejor que la soledad. Un abrazo a tiempo puede ser la mejor de las medicinas.

Hay que tomar la iniciativa, para estar respetando si el doliente no quiere compañía. La persona en duelo tenderá en muchos casos al aislamiento, por lo que hay que saber ofrecerle ayuda y anticiparse a sus necesidades.

Conviene que se mantenga el contacto a lo largo del tiempo, y no lo limitarlo sólo a las primeras semanas. Son preferibles las visitas cortas y frecuentes, que las prolongadas y distantes.

Pasados unos meses, hay que fomentar y animar cualquier iniciativa de reincorporación a las relaciones con familia, amigos, actividades sociales, religiosas… que mantenía antes y a proyectos de futuro.

Es comprensible que, a veces los allegados se sientan impacientes, porque parece que no avanza, que siempre está con lo mismo, con su tristeza, su conversación repetida sobre los recuerdos, su vida centrada en el pasado.

El ritmo de recuperación y tiempo que se necesita para superar la situación de duelo o al menos para conseguir una situación más satisfactoria, no es el mismo en todas las personas afectadas por una pérdida. Hay que comprender y respetar las diferencias.