LA INSEGURIDAD: EL ENEMIGO DE LA TOMA DE DECISIONES
Cuando hablamos de personas inseguras nos referimos a aquellas cuya inseguridad proviene de una falta de confianza en sí mismas que se manifiesta de una forma casi constante y que persiste desde hace bastante tiempo, formando parte de los rasgos que integran su personalidad.
No es lo mismo de la inseguridad causada por una situación novedosa o con repercusiones para la vida de la persona, lo que le haría sopesar las posibilidades y en algunos casos bloquearse por el alto impacto en su vida de la decisión que tome.
Las personalidades inseguras son más frecuentes entre los niños que han vivido en relativo aislamiento y entre los que han sido sobreprotegidos por sus padres.
Los niños que se encuentran en este último caso tardan más en aprender a tomar decisiones por sí mismos, ya que muchas veces son los padres los que lo hacen por ellos; además, los padres infunden en ellos gran número de temores desproporcionados, con lo cual, antes de tomar una decisión se sienten asustados y llenos de dudas.
Otras veces la inseguridad procede de sentimientos o complejos de inferioridad. Él rasgo más evidente de una personalidad insegura es la falta de capacidad para tomar decisiones, por una disminución del concepto de las propias capacidades.
Son sujetos que vacilan constantemente antes de tomar una determinación. Este desasosiego les hace sufrir mucho cuando deben tomar una decisión de importancia, ya que a su sentimiento de insuficiencia se suele asociar un carácter retraído o inhibido, escrupuloso y repleto de remordimiento que los lleva a la pasividad, o cuando más, los empuja a la retirada, lo que los lleva a rechazar todas las tareas con algún componente de responsabilidad y riesgo, pues, para colmo, cuando fracasan suelen ser los primeros en echarse la culpa.
Esto explica también que se trate de personas que buscan el apoyo de los demás, con los que mantienen lazos afectivos de excesiva dependencia.
A partir del consejo de los otros les resulta un poco más fácil decidirse o trazar sus objetivos; pero a menudo la situación se complica porque en su consulta reciben consejos diversos.
Son personas que lo que desearían en realidad es «recibir órdenes», ya que de este modo se liberan de la dificultad que les supone tomar una decisión y además no se sienten tan profundamente culpables si se produce un fracaso.
Desde una perspectiva psicodinámica se puede decir que los inseguros tienen un yo débil y que utilizan frecuentemente mecanismos psicológicos de defensa del tipo de la inhibición, la represión y las compensaciones.
Cuando se utiliza este último mecanismo psicológico podemos encontrarnos ante personas exageradamente seguras, de aspecto autosuficiente y arrogante, aunque, si las conocemos en profundidad, descubramos que, bajo esta apariencia, se esconde una gran inseguridad en sí mismas.
Todos estos mecanismos psicológicos son muy neurotizantes, y, de hecho, la inseguridad en sí misma es una de las principales fuentes de las que brota la angustia neurótica.
También es la inseguridad uno de los pilares de la timidez. En este caso se trata de una inseguridad que se acentúa durante las relaciones interpersonales, especialmente en las relaciones sociales que exigen la presencia simultánea de un nutrido grupo de personas.
En la timidez se asocia la inseguridad a una disminución de la autoestima que puede tener su origen en un sentimiento de inferioridad.
La inseguridad puede presentarse de forma relevante en otros trastornos, como, por ejemplo, en el curso de una depresión; no obstante, al desaparecer el síndrome depresivo, la seguridad en uno mismo se va recobrando paulatinamente.