PROTÉGELES DE LA TRISTEZA
En la tercera edad tienen lugar procesos involutivos y diversas alteraciones, además de los aspectos psicológicos, que pueden estar relacionados con factores ambientales y personales.
De esta manera, el envejecimiento psicológico conlleva cambios en los procesos sensoriales y perceptivos y en capacidades cognitivas como la inteligencia, el aprendizaje y la memoria.
Sin embargo hay que tener en cuenta que los trastornos psicológicos en los ancianos son el resultado de diversos factores, además del envejecimiento patológico, por lo que no se les puede juzgar como efecto del envejecimiento.
El proceso de envejecimiento comporta una secuencia de cambios a nivel biológico, psicológico y social, siguiendo un proceso simultáneo de ganancia o de pérdida.
De hecho, la inteligencia emocional en la tercera edad está más desarrollada que en etapas anteriores de la vida.
Nuestros mayores son más empáticos y son capaces de ponerse en el lugar de los más jovenes, entendiendo, tras el paso de la vida, que hay pocas cosas realmente importantes, y que "las pequeñas tragedias" diarias son en realidad, situaciones que si bien parecen tremendas en el momento, son simplemente circunstancias pasajeras que en muchas ocasiones no tienen la mayor importancia.
Las personas mayores conectan bien con los niños y con los jóvenes, disfrutan viéndoles abrirse paso en la vida y descubriendo, a través de éxitos y fracasos su propia personalidad.
Suelen escucharles y mostrar activamente su amor (en muchísimas ocasiones son más cariñosos con los nietos que con los hijos que cuando eran pequeños).
Los ancianos, con la sabiduría de la vida, pierden ese falso amor propio que impide dejarse ayudar, lo agradecen.
Buscan activamente el contacto con otras personas y cuando conectan con personas de su edad, disfrutan de la conversación, rememorando otros tiempos, compartiendo recuerdos del pasado. Saben escuchar, y son muy proactivos.
Con todo ello, el envejecimiento representa especiales riesgos que tienen que ver con el declive de la salud física e importantes pérdidas personales: pérdida de seres queridos, de autonomía y de roles sociales.
Desde esta perspectiva nos referimos a la presencia de trastornos depresivos en las personas de la tercera edad y a los cambios en sus valoraciones de eficacia personal.
Igualmente es importante el valor que en esta etapa de la vida tiene para los ancianos una buena red de apoyo social, que ayudarían a prevenir o paliar la aparición de trastornos psicológicos como los trastornos del estado de ánimo.
Las personas de la tercera edad son plenamente conscientes de la presión a la que están sometidos sus hijos, y a veces se sienten "culpables por ser una carga".
Debemos pararnos a pensar de la propia carga que fuimos nosotros, tal vez en tiempos más difíciles, cuando la crianza de los niños pasaba por un máster en economía doméstica.
Nuestros mayores no se planteaban un disfrute personal como las generaciones posteriores, y sin embargo vivieron con alegría la crianza y los éxitos de sus hijos, y se muestran divertidos con esos pequeños nietos que parece que nacen ya con una ingeniería en aparatos electrónicos.
Darles un lugar en nuestra vida, hacerles partícipes de la familia es uno de los mejores regalos que puedes hacer a quienes siempre estuvieron ahí, animándote, apoyándote, educándote. Tal vez nunca hubieras llegado al lugar que ocupas sin sus consejos o sus desvelos.
Hazles partícipes en el cuidado de los nietos, no como el último recurso, sino como el más preciado de todos ellos.
Y cuando no puedan, cuando se sientan cansados o enfermos, comprende la situación, proporcionales calidad de vida, no les dejes largo tiempo solos con sus pensamientos. La vejez, la auténtica vejez llega con la soledad.
Anímales a que hagan actividades sociales (el mus, pintar, los bolos del parque), pídeles pequeños favores que sean asumibles para ellos, haz que los nietos les respeten y jueguen con ellos, inclúyeles en los planes de fin de semana.
La depresión no es una de las enfermedades primordiales en la tercera edad, son los trastornos adaptativos que conlleva: la progresiva pérdida de seres queridos, problemas de movilidad, pérdida de memoria.
Todos los obstáculos se pueden minimizar si pensamos que la vejez es un estado caracterizado por esas pérdidas físicas y en algunos casos de procesos como la memoria a corto plazo.
Te invito a que hagas una reflexión: si a tus 40/50 años, te pidieran que tuvieras las destrezas, la energía, la motivación, que tenías a los 14 años y si no te excluirían socialmente ¿lo considerarías justo?
Hay un tiempo para todo (Eclesiastés 3:1-8 NVI)
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para nacer,
y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar,
y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar,
y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir,
y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar,
y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto,
y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras,
y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse,
y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar,
y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar,
y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar,
y un tiempo para coser;
un tiempo para callar,
y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar,
y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra,
y un tiempo para la paz.