Es una realidad patente que cuadrar una cita con un niño es como hacerlo con un ministro. Las agendas van completitas. En demasiadas ocasiones son precisamente la sobrecarga de actividades lo que hay que acometer.
En ocasiones demasiadas actividades, y en otras muchas actividades que no son las idóneas para los problemas que presentan los niños. En estos casos el psicólogo explora las motivaciones del niño, sus necesidades personales (si son tímidos, si son demasiado activos, si son imaginativos), y se intenta planificar otra gestión del tiempo infantil: probablemente el niño verá bastante descargada su agenda, y en poco tiempo, también desaparecerá el psicólogo de sus citas.