El alcoholismo no se define como la persona que “se emborracha”. Ser alcohólico es DEPENDER del alcohol, bien para poder socializar, bien para matar el aburrimiento o para superar momentos de tristeza.
Las personas suelen tomar conciencia de que tienen un problema con el alcohol de forma tardía, cuando el hábito está instaurado y se ha hecho fuerte en su forma de vida, de forma que en ocasiones, de forma velada, se ha transformado en el núcleo entorno al que gira su vida.
Hay personas que dejan de ir a lugares para los que necesita coger un coche por miedo a dar positivo en un control: prefieren no salir a no beber.
Las excusas para beber son muy variadas, desde los que disfrazan al lobo con una piel de cordero: “un par de cervezas al día no hacen mal a nadie”, a los que lo consideran completamente normal para mantener una reunión con amigos.
Hay personas que incluso dejan de tomar determinada medicación el fin de semana “porque van a beber”.
La persona a la que el alcohol ha tomado como rehén minimiza el problema y suele considerar a sus familiares o personas cercanas que le van dando toques de atención como exagerados, aguafiestas, controladores…. no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Para dejar el alcohol lo fundamental NO es el apoyo familiar, NO es una mala analítica, NO es una terapia psicológica previa. Para dejar el alcohol LO NECESARIO ES LA MOTIVACIÓN PARA DEJARLO POR PARTE DE LA PERSONA QUE BEBE.
Existen una serie de fases para dejar cualquier adicción con posibilidades de éxito que se basa en los estadios para el cambio :
En la etapa en la que la persona ha dejado radicalmente el consumo de alcohol, existen en la persona sentimientos encontrados.
Por una parte se encuentra físicamente mejor, se da cuenta que su nivel de funcionamiento cognitivo, su vitalidad y capacidad de emprender nuevas tareas es superior, además del sentimiento de autoeficacia (con el consiguiente incremento de la autoestima) y mejoría en las relaciones familiares.
En la otra cara, la persona puede experimentar cierta tristeza porque, no lo olvidemos, el alcohol actúa como un reforzador positivo para la persona, y al quitarle esta “muleta” que utiliza para tener motivos para relacionarse y salir, vencer el aburrimiento o distraer la sensación de tristeza, desaparecen. La persona tiene que aprender nuevas formas de ocio y relación.
En ocasiones salir “a tomar algo” le supone una tarea penosa, bien porque las personas de su entorno no comprenden o no saben su decisión y le incitan e insisten en que beba, o porque (hay que ser realista) no es lo mismo tomarte 3 cervezas que 3 refrescos, existe un cambio en los patrones de consumo y la persona pronto se aburre o no ve sentido a continuar en un lugar después de tomarse un refresco.
También puede ocurrir que los familiares no confíen plenamente en los avances de la persona, por fracasos anteriores o simplemente por el miedo a que recaiga, y toman actitudes que no ayudan al avance: interrogatorios, dudas…. eso hace que la persona a veces tenga que tener mayores dosis de autoconvencimiento en su decisión.
Por lo dicho, si bien, como es lógico, en la tarea de dejar una adicción , la terapia psicológica es muy importante, probablemente es una vez tomada la decisión y comenzando una nueva vida “abstemia” cuando el paciente precise más ayuda psicológica.
Esta terapia es tanto para ayudarle a prevenir recaídas, a enseñarle formas de evitar aquellas personas/lugares que pueden hacerle difícil mantener su decisión o, y esto es sumamente importante, a reorganizar su vida SIN ALCOHOL, algo que es más complejo que dejar simplemente de beber.