Ser víctima de un accidente de tráfico de gravedad (por ejemplo, con lesión medular que conduce a una paraplejia), suele conllevar una demanda judicial.
En estos casos la peritación de las secuelas físicas es relativamente sencilla: existen, de forma fehaciente lesiones, tiempo de recuperación, secuelas físicas, que pueden ser observadas y tasadas para la oportuna reclamación.
Las secuelas psicológicas son algo más complicado de evaluar. Nos encontramos con la realidad de un demandante, con unos abogados que defienden su caso y unos abogados que protegen los intereses de la parte contraria (culpables, aseguradoras, el Estado o cualquiera de sus órganos por negligencia...).
El afectado tiene que demostrar sus secuelas, y en el caso de la evaluación psicológica, al ser una evaluación basada en conductas, pensamientos o la demostración de trastornos psicológicos derivados de la condición médica post-accidente, es un trabajo que requiere minuciosidad y la aplicación de instrumentos psicométricos que demuestren la existencia de daño psíquico.
Es obvio pensar que una persona que pierde movilidad, tiene que reorganizar su vida, renunciar a muchas cosas que le llenaban, suele tener diferentes trastornos asociados a su nueva situación: se sucede la depresión, ansiedad, las etapas de duelo, en muchas ocasiones la agresividad, desesperanza, actitudes de aislamiento social, falta de intereses, etc.
Son situaciones que no se ven en una radiografía, se viven, día a día, a cada momento, como el primer pensamiento del día y el último de la noche. Condicionan en gran medida su vida, y no existe radiografía que pueda detectar este estado anímico.
No se puede ningunear esta realidad, porque afecta de forma muy negativa a la vida de la persona, que en muchos casos pierde muchos alicientes y tiene simplemente con conformarse con lo que le ha tocado vivir.
Tampoco podemos olvidar, al realizar el peritaje psicológico de las personas allegadas su estado anímico y sus fortalezas: hay personas (especialmente padres de chicos parapléjicos) con cuadros ansioso-depresivos de difícil tratamiento, y son personas a las que hay que llegar, atender, intentar normalizar su vida dentro de la situación existente.