La autoestima es el grado de aceptación y estima que profesamos hacia nosotros mismos, y que surge de la información objetiva sobre uno mismo y la evaluación subjetiva de dicha información.
La autoestima es diferente del autoconcepto, que es el conjunto de elementos que una persona utiliza para describirse a sí misma.
Un niño está construyendo al crecer el concepto de sí mismo:
Va formándose una idea de quién es, si gusta o no, si es aceptado o no.
Irá creándose unas expectativas acerca de sus posibilidades.
Se encontrará bien consigo mismo o, por el contrario, a disgusto con lo que hace.
Se creará una predisposición a disfrutar con los retos de la vida; o a padecer, a lamentarse, a ver lo negativo.
Puede el niño disfrutar, contemplar la vida desde una perspectiva positiva, de trabajo, con curiosidad, con facilidad para la empatía, desde un punto de vista creativo, intentando superar los problemas o, por el contrario, angustiarse, ser incapaz de ver lo positivo, no enfrentarse a los problemas, no expresar emociones.
Estas son las dos posiciones emocionales básicas que descansan en los dos extremos de una autoestima positiva y negativa respectivamente.
¿CÓMO SE CONSTRUYE LA AUTOESTIMA?
El concepto que tenemos de nuestra valía se basa en todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias que sobre nosotros mismos recogemos durante nuestra vida.
Todas las impresiones, evaluaciones y experiencias reunidos se conjugan en un sentimiento positivo hacia nosotros mismos o, por el contrario, en un sentimiento de no ser lo que esperábamos.
La autoestima se construye gradualmente a lo largo de la vida. El aspecto personal de un niño tiene un valor para sus padres y entorno inmediato y van a contribuir a la autopercepción que ese niño tenga de sí mismo.
Pero es en los primeros años con la experiencia de socialización, cuando los padres enseñan a sus hijos qué conductas son aceptables, cuáles son perjudicables, reprochables, peligrosas y lo enseñan a través de la aprobación o el rechazo, del premio o el castigo.
Un niño que es reconocido, aceptado como es, con su sexo, su aspecto físico, sus habilidades y sus dificultades, y esta información es confirmada una y otra vez por sus padres, hermanos, profesores, etc, está construyendo una suma de juicios sobre sí mismo que contribuirán decisivamente en la construcción de una adecuada autoestima.
Los primeros intercambios de afecto entre el recién nacido y su madre y las formas tempranas de cuidados físicos ya aumentan o disminuyen la autoestima infantil. Se puede considerar un precursor de la autoestima el tener sentimientos corporales agradables, como el sentirse acariciado, mirado, etc.
Es por esta razón por la cual uno puede suponer que los orígenes de la autoestima están íntimamente ligados a través de la vida humana con nuestras evaluaciones de lo atractivo de nuestro cuerpo y nuestra cara.
La imagen del niño que nace estará asociada a sentimientos de aceptación que le darán al niño la posibilidad de sentirse querido y le proveerán de seguridad.
En la segunda mitad del segundo año, cuando el niño comienza a ser capaz de generar metas, es decir, de tener inquietudes y deseos de hacer algo por él mismo.
Demostrar que es capaz de obtener logros, su autoestima derivará de dos fuentes, por un lado, de la aprobación de los otros y, por otro, de la satisfacción de realizar una actividad agradable por sí mismo y de manera independiente.
Durante los años escolares, los niveles de autoestima se ven afectados aún más por la adquisición de habilidades y de competencia, especialmente en el desempeño escolar, en las relaciones de amistad y en los deportes.
Durante estos años, la autoestima se ve profundamente afectada por los éxitos y los fracasos en estas tres áreas de la vida del niño.
La lectura es una habilidad de importancia a obtener en el inicio de los años escolares. La capacidad de leer adecuadamente está íntimamente ligada con la autoestima.
La lectura no sólo es el punto de apoyo para el resto de su aprendizaje. Un niño que lee mal, es a sus propios ojos una persona inadecuada, y los niños se sienten malos o “tontos” y muy frecuentemente también son vistos de la misma manera a los ojos de sus padres, sus maestros y sus amigos.
IMPORTANCIA DE LA AUTOESTIMA
La autoestima positiva es un factor central en la adecuada adaptación socioemocional. Los niños que tienen un fuerte sentido de su propia valía son físicamente más sanos, se encuentran más motivados para aprender y progresan mejor.
Tienen una mayor tolerancia a la frustración y son más seguros de sí mismos. El nivel de autoestima que posea el niño determinará su desarrollo afectivo, social e intelectual.
La autoestima incide directamente en varias dimensiones de la personalidad infantil: el físico, la dimensión afectiva, dimensión intelectual, dimensión conductual, dimensión social y creativa.
La autoestima puede ser causa y efecto del funcionamiento en otras áreas. Debido a esta interacción entre la autoestima y otras áreas, es importante que las intervenciones abarquen diferentes campos y/ o competencias del niño.
La autoestima:
Favorece el sentido de la propia identidad.
Constituye un marco de referencia desde el que interpretar la realidad externa y las propias experiencias.
Influye en el rendimiento.
Condiciona las expectativas y la motivación.
Contribuye a la salud física y al equilibrio psíquico.
La autoestima es necesaria para: Un desarrollo psicológico normalizado. Enfrentarse de manera eficaz a los cambios que el crecimiento y el desarrollo imponen.
La persona necesita confiar en su capacidad para enfrentarse a las dificultades. La falta de confianza en las propias posibilidades hará que, probablemente, el niño se demuestre menos eficaz en sus actuaciones y, como consecuencia, su autoestima se vea afectada y disminuya.