Las personas que tienen fobia a la sangre temen las heridas, cortes y las jeringuillas.
Esta fobia presenta algunas características que la diferencian del resto debido que la respuesta corporal ante la sangre es diferente del resto de las fobias ya que se trata de una respuesta bifásica, con un incremento ´de la presión arterial seguido de una caída brusca lo que puede conducir al desmayo (síncope vasovagal).
Cuando una persona con hematofobia está en presencia de sangre se va a producir un aumento de la respuesta cardiovascular, aumentando así el latido cardíaco y la presión arterial, sin embargo, justo después este aumento disminuye de forma brusca provocando nauseas, mareos, sudores, palidez y, en ocasiones, el desmayo.
Es por esto por lo que las personas con este tipo de fobia suelen relatar una historia de episodios de desmayos recurrentes.
Las personas con fobia a la sangre suelen temer esta respuesta más que a la propia sangre o a las jeringuillas en sí, es decir, anticipan que pueda producirse un desmayo y las desagradables sensaciones de mareos y nauseas.
Esta anticipación les causa un intenso miedo que les lleva a evitar cualquier situación relacionada con la sangre.
La fobia a la sangre y a sufrir daño suele comenzar en la infancia o al principio de la adolescencia y pueden mantenerse a lo largo de la vida si no se realiza un adecuado abordaje psicológico.
El tratamiento psicológico de este tipo de fobias va a tener características peculiares que lo diferencian del tratamiento del resto de fobias debido a la respuesta bifásica ya comentada.
TÉCNICAS PARA PREVENIR EL DESMAYO
Tumbarse, bajar la cabeza, inducción de tensión muscular, producción de respuesta de ira. Estas técnicas pueden combinarse con la exposición en vivo, e igualmente se puede utilizar la exposición en imaginación.
Para el tratamiento de esta fobia está desaconsejada la relajación. El tratamiento de elección podría ser 1 sesión de tensión aplicada o tensión sin aplicación complementada con autoexposición en vivo.