La ruptura de una pareja requiere la comprensión de todo aquello que llevó al distanciamiento para poder dar respuesta a los “por qués” y en cierta manera poder mejorar aquellas partes en las que hemos podido ser responsables de la ruptura.
Sacamos de esta ecuación las rupturas más que cantadas, donde existe un largo período de desgaste, rencor, frialdad y es la solución a una convivencia imposible.
En estos casos las dos partes conocen perfectamente qué les ha llevado a la ruptura y emprender la recomposición personal resulta mucho más sencillo (la mayoría de las veces la persona sufre una liberación personal y sensación de paz).
Lo peligroso son las parejas perfectas. A veces acuden pacientes que te cuentan cómo era su relación y todo parece correcto, siempre de acuerdo, realizando actividades, sin discusiones, buen reparto de tareas.
Y de repente uno de ellos deja la relación, sin explicaciones, con un manido “ya no estoy enamorado/a”, “se acabó el amor”.
Evidentemente la persona abandonada se queda destrozada, primero porque no se lo esperaba, pero ya en soledad, empieza un absoluto caos mental donde las obsesiones se apoderan de las personas.
Buscan el por qué, revisan la relación, buscan sus fallos, errores, se culpan (aunque no saben muy bien de qué), y por su puesto, su autoestima baja muchos enteros, no es lo mismo que te dejen porque eres insoportable, porque eres un maniático del orden o porque tienes menos vida sexual que el ficus del salón a que dejen porque sí, que decidan tirar al cubo de desperdicios todo el amor, ilusión, proyectos que unían a la pareja.
La persona comienza a desmenuzarse buscando sus errores (nada mejor que buscar para encontrar), a sentirse “no suficientemente buena”, a tener miedo de nuevos fracasos porque desconoce realmente dónde está ese fallo que la ha sacado de la vida de su pareja sin tan siquiera merecerse una explicación del por qué.
Este tipo de rupturas son las más complicadas a nivel emocional para la persona, uniendo el dolor de la pérdida a la culpa por algo inespecífico, haciendo que se sienta insegura e imperfecta.
La obsesión marca esta etapa, que suele ser muy larga, como un bucle sin fin, que no permite a la persona centrarse en la nueva situación con objetividad, poniendo a su pareja en el lugar que le corresponde en su nueva vida, y analizando que tal vez un cierto relax en la convivencia, un no regar la planta por ambas partes haya podido dar al traste con la relación.
Son pocas las veces que la persona que deja da respuestas inespecíficas por no hacer daño a la otra persona (entre otras cosas porque el daño ya lo está haciendo).
Normalmente las evasivas y las explicaciones ambiguas esconden la necesidad de protección por parte del que toma el paso: si no dices por qué rompes la relación, probablemente sea porque el motivo no te deja en muy buen lugar.
En estos casos en que amenaza un duelo patológico, es necesario actuar. Desmontar los pensamientos irracionales de culpa, buscar causas por las que la otra persona no ha querido dar la cara (si piensas en otra persona, acertarás casi siempre, si te dice que se están conociendo, ni te imaginas lo conocidos que se tienen).
Nadie deja a otro por nada, y tu no te conviertes del amor de su vida a alguien prescindible porque ha amanecido con viento sur y una humedad relativa del 16%.
Cuando alguien te deja “sin más”, lo primero que debes pensar es con qué tipo de desconocido/a convivías. ¿Tu culpa?….¿se puede ser culpable de confiar en tu pareja?
Tal vez tu responsabilidad por no haber estado más pendiente de la relación pero si no estuviste más pendiente alomejor es porque no existía una motivación, porque no encontrabas un feedback en la otra persona, y lo que era pasión se tornó cariño, y la antes pareja amorosa era ahora un extraño cruce entre pareja y compañeros de piso.
Comienza con la introspección, con analizar la situación no desde el plano personal de la culpa, sé realista sobre cómo se desarrollaba el día a día, si algo se iba perdiendo, si la comunicación era menor o de peor calidad, si iban cambiando los objetivos personales, si había menos risas, menos sorpresas, menos conversaciones sobre proyectos futuros.
Tal vez no tuviste nada que ver en lo que ocurrió. Tu bolso favorito durante tres meses pasa al fondo del armario sin tener culpa (los bolsos no suelen ser culpables de casi nada), sin embargo, algo hace que les dejemos de prestar atención.
De repente descubrimos que es demasiado grande, encontramos otro más bonito o más cómodo… algo pasa, algo le pasó a esa persona a la que tanto estás llorando por dejarte, pero en el fondo, si lo hizo de esa manera abrupta y sin explicaciones, ponle el puente de plata para que se vaya bien lejos, porque te ha demostrado que no está ni en primero de amor, está en posgrado de egoísmo y eso sale una vez y muchas veces.
Haz la tarea de reconciliarte contigo misma. Guarda tus buenos recuerdos y tira los malos: pesan e incomodan, redecora tu vida con paciencia, con cariño, sabiendo que vas a pasar una etapa que es como subir una montaña: por delante tienes una subida llena de sufrimiento, después de la cima vendrá la bajada, que tal vez consideres el fin,pero no, la bajada tiene el peligro de la aceleración.
Tómate tu tiempo para cubrir toda la etapa, luego vendra la llanura con sus momentos amables, con tu camino lleno de entradas y salidas de senderos por donde llegarán acompañantes para tramos del camino, a veces tramos cortos, otros tramos largos, tal vez infinitos.
Mira al frente. Si miras hacia atrás te puedes caer. MIra lejos, más allá de la montaña. Esto que te ha pasado lo vas a superar. Trabaja la obsesión y deja de buscar el por qué.
Te dejó PORQUE ES IMBÉCIL, como explicación más sencilla. Y tú no estás para perder el tiempo con gente cobarde, para no poder volver a confiar.
Empieza tu camino, en este mismo instante. El secreto es que la montaña cuesta menos subirla según vas pasando etapas del camino.