El niño impulsivo tiene dificultades para regular su estado de activación: no se autocontrolan porque no pueden.
Cuando se han activado (descargas hormonales junto con emociones intensas como la frustración), tienen que llevar a cabo alguna acción (rabieta, huida, agresión, para regular esta activación.
Con esto no se dice que haya que tolerar las conductas, sino que hay que comprenderlos para dar una respuesta más eficaz.
Los niños impulsivos suelen arrepentirse después de una mala conducta, y prometen no volver a repetirlo, pero vuelven a caer en los mismos comportamientos disruptivos, ya que extinguir estas conductas es un trabajo lento que requiere gran constancia.
A pesar de sus dificultades de control, el niño impulsivo tiene que saber que sus actos tienen unas consecuencias contingentes a su mal comportamiento.
Ppor ello habrá que diseñar estrategias de modificación de conducta (retirada de reforzadores, coste de respuesta, sobrecorrección), que le hagan reflexionar sobre las consecuencias de sus actos (lo harán cada vez un poquito antes). etc.
Ante una rabieta o episodio impulsivo es necesario mantener la calma: gritarle o intentar que razone empeorará la situación (el niño se retroalimentará con nuestra sobreactivación).
Mostrarse sereno y tranquilo, a la vez que firme, ayudará al niño a reducir su activación. Decirle que estamos tristes por su comportamiento y alejarnos servirá para que el niño sepa que no va a salirse con la suya.
Hay que ser muy prudente con los castigos: podemos llegar a una espiral en la que al final el niño esté “castigado a todo”, lo que no producirá ningún efecto y nos producirá más sensación de frustración: los castigos deben ser pocos pero siempre firmes, sin posibilidad de retornar en la situación.
En plena rabieta en inútil intentar que el niño razone: comprenderá mejor nuestra actitud que nuestras palabras.
Hay que evitar decirle que es malo (entre otras cosas porque un niño impulsivo es exactamente eso: impulsivo, no tiene mala intención), y darle ánimos respecto a su capacidad, con nuestra ayuda, de ir mejorando. Evitar comparaciones con el comportamiento de otros niños y centrarnos en alabar cada pequeño logro.