Al igual que en el caso del síndrome Peter Pan, también en el síndrome de Wendy la mejor prevención llega desde la infancia.
Es en esa etapa cuando comienza nuestro desarrollo social y de la personalidad, cuando se forman los roles asociados a nuestra identidad.
Por ello, es muy importante el estilo educativo y las creencias que transmitimos a los más pequeños en esos momentos a través de las normas (la niña pone la mesa mientras su hermano descansa) o mediante los juegos (¿cuántas veces hemos visto a un niño jugar a ser enfermero?
En el mejor de los casos son los médicos a los que la enfermera les ayuda a finalizar su exitoso trabajo). Por ello, es importante educar en la igualdad desde la infancia.
Cuidar nuestra autoestima también nos ayudará a prevenir este tipo de trastorno. Una persona con sana autoestima es capaz de revisar su concepto de amor dándose cuenta de que lejos de ser resignación o sacrificio, amar es un medio de obtención de cosas agradables por ambas partes.
ABORDAJE DEL SÍNDROME DE WENDY
Acabar con la idea de “si me esfuerzo mucho por ti verás que te quiero y así no me dejarás” es la base de la terapia en el síndrome de Wendy.
El objetivo principal de la terapia es que pierdan el temor a ser abandonadas o rechazadas si no hacen todo lo que el otro quiere, ya que, si no se trabaja esta idea irracional, es difícil que lleguen a modificar su comportamiento.
Para ello, a lo largo de la terapia se revisa con la paciente en qué otras situaciones de su vida se ha comportado de esa manera con el fin de ayudarle a tomar conciencia de su miedo.
Posteriormente, mediante técnicas cognitivas se trabaja la idea irracional actual enseñándole a ver la relación con su comportamiento, ayudándole a percatarse al mismo tiempo de cómo este miedo no le ayuda a conseguir su objetivo, sino a entrar en un círculo vicioso en el que su miedo se incrementa por la “no exigencia” de atenciones y afecto por parte del otro.
Al mismo tiempo, se debe entrenar a la paciente en habilidades interpersonales como aprender a “decir no” y delegar tareas, con el fin de fomentar el principio de equidad en la pareja cuya relación frecuentemente está deteriorada.
Finalmente, el síndrome de Wendy puede no ser tal y enmascarar una necesidad de control al otro (“si yo me hago imprescindible para ti, yo tengo más poder que tú; te controlo). Sólo un diagnóstico exhaustivo puede diferenciar ambos problemas, que llevarán consigo un tratamiento diferente.
¿Te reconoces como una Wendy?
Cuando habla de su familia suele decir: tengo 3 niños en casa: mi marido y mis dos hijos
Le gusta sentirse imprescindible
Cree que el amor es sacrificio y resignación
Siempre se está excusando
Justifica continuamente el mal comportamiento e informalidad de su pareja ante los demás
Evita las disputas con su pareja
Siempre está pidiendo perdón
Se desvive por hacer la vida agradable a su pareja, sin mostrar necesidades personales
Actúa como madre, amiga, fisioterapeuta, médico, psicóloga, cocinera y gestora. Asume todas las responsabilidades del hogar
Respeta el espacio y salidas de su pareja con sus amigos sin discutir, como una “carga más” en sus responsabilidades