En la adolescencia la presión del grupo es un factor crucial en la toma de decisiones.
La necesidad de formar parte de un grupo, de sentirse aceptado y no aislarse, hace que algunos jóvenes (muy jóvenes), tomen decisiones en sus vidas que no parten de su deseo ni iniciativa, sino de la necesidad de pertenencia.
A este respecto, teóricamente las chicas disponen de mayor información sobre el sexo, tanto en sus aspectos de protección frente a enfermedades de transmisión sexual como también sobre la necesidad de no dejarse llevar por presiones externas contrarias a sus deseos.
Sin embargo, es habitual que chicas muy jóvenes pierdan la virginidad simplemente por no ser tachadas de “raritas”, de “diferentes” o de “poco atractivas”. Pueden llegar a sentirse fracasadas si ante las “hazañas” de sus amigas ellas no han mantenido relaciones sexuales.
En otros casos acceden a mantener relaciones sin preservativo (¿cómo es posible que sigan cayendo en el manido “mi chico dice que con preservativo no siente nada”?).
En relaciones de chavales de 14, 15, 16 años es de lo más frecuente y habitual que se compartan con “su pareja” la ubicación del móvil y que, como signo de amor, se intercambien las contraseñas del móvil y el ordenador. Fomentamos jóvenes autónomos y libres y a veces se comportan con un sentido de posesión sobre su pareja, un control que son preocupantes (o lo más preocupante quizá es que lo consideren normal).
Ante todo esto yo me pregunto si la dirección que le damos a la educación sexual de nuestros hijos es la correcta.
Nos centramos en que se sientan cómodos con su orientación sexual (perfecto), en que conozcan todo tipo de información sobre prácticas sexuales y métodos anticonceptivos (perfecto), pero eso es construir una pirámide empezando por arriba. Falta la base. ¿Y cual es la base? el fomento de la autoestima. Quererse a uno mismo lo suficiente para tomar las decisiones de forma autónoma, sin miedo a no ser aceptados, porque la mejor forma de no aceptarnos es haciendo lo que otros nos dicen sin ser nuestro verdadero deseo.
Otro pilar fundamental es saber dar respuestas asertivas. Hacer valer nuestros derechos, opiniones y deseos de forma adecuada sin ceder a los deseos de otras personas si son contrarios a nuestro deseo personal.
No puede ser que una chica se acueste con una persona simplemente para que esta persona no la rechace. Trabajando la asertividad aprendemos a poner los límites en aquello por lo que no queremos pasar sin miedos, comprendiendo que ceder a aquello que no deseamos realmente es una forma de ser utilizados. De esta forma trabajar las respuestas asertivas y fomentar la autoestima del niño en la preadolescencia, puede evitar muchos disgustos.
Porque… una cosa lleva a la otra. La persona que ha mantenido relaciones sexuales simplemente por ser “guay” al final se preguntará ¿y de qué me sirvió si no era lo que yo quería?. Si una persona sólo me acepta si me acuesto con ella, me quiere utilizar, y después probablemente se olvide de mi.
La chica o el chico, cada uno, tiene que saber lo que quiere, cuando lo quiere y con quien lo quiere. No hay prisa, las cosas llegan cuando aparece la química y la atracción mutua.
Entrar en el juego del sexo como arma de seducción, de éxito social, de sentirse aceptado o deseado puede pasar la factura que posteriormente en la edad adulta, la persona se sienta como un juguete roto, que vea el sexo como un instrumento más que como una forma de expresión de sentimientos.
Un terrible ejemplo de la utilización del sexo para conseguir la aceptación del grupo en la terrible práctica del twerking “con final feliz”.
No me voy a parar mucho en este tema. Simplemente imaginemos un perreo en grupo, con final feliz. Eso está pasando con chicos de instituto. No creo que tenga nada que ver con un sexo sano.
Hablo de relaciones sexuales como podría hablar de alcohol, drogas, conductas de riesgo, etc. En general es importante modular esa deseabilidad social en los chicos.
Tener personalidad, saber decir que no cuando las consecuencias son perder amigos (no serán tan amigos si se pierden) por preservar la dignidad, saber poner límites, está en la base de la pirámide sobre la que deberíamos construir la educación sexual.
¿Qué podemos hacer como adultos?
La solución comienza en casa. Es fundamental hablar con nuestros hijos desde pequeños sobre el valor de respetarse a sí mismos, de decir “no” sin miedo, de no hacer nada por presión o para encajar. Si un amigo se aleja porque alguien decide no seguir la corriente, tal vez no era un verdadero amigo.
En resumen, construir una buena educación sexual no solo implica dar datos sobre métodos anticonceptivos. También significa enseñar a nuestros hijos a quererse, a tomar decisiones con libertad y responsabilidad, y a saber que no hay prisa: cada cosa llega cuando uno está preparado y lo desea de verdad.