Vivir en pareja supone conocer a la otra persona en sus fobias y filias, sus manías, sus rutinas, su forma de reaccionar antes situaciones imprevistas y un largo etcétera.
Creemos que conocemos a la otra persona como a nosotros mismos, cosa que ya es mucho decir, porque tampoco nosotros podemos prever algunas de nuestras reacciones en momentos determinados.
El ser humano tiene la capacidad de adaptarse a cada situación, lo que nos hace volubles, no siempre previsibles.
Cuando una pareja lleva mucho tiempo consolidada, ese conocimiento del otro, le hace llegar a pensar que puede anticipar lo que piensa.
Esto, además de que convertiría en un auténtico rollo la convivencia, no es en absoluto cierto. Lo bueno de los pensamientos es que son transparentes, no se pueden leer, por mucho que pensemos que si.
En situaciones normales esta idea un tanto errónea no produce ninguna consecuencia, es bueno saber qué le gusta o desagrada a nuestra pareja, cómo reacciona ante las discusiones o sus “manías”. Sin embargo, el verdadero problema es cuando la pareja está en crisis.
En el momento de la crisis dejamos de ver a nuestra pareja como nuestro aliado/a, para convertirse en alguien que de alguna manera nos oculta, nos engaña, nos quiere hacer daño, quiere fastidiar.
Es en ese preciso y peligroso momento cuando se empieza a soltar la muy perniciosa frasecita "sé que haces esto porque te ha molestado esto otro”, “lo que tu quieres es que yo no salga pero no me lo dices”, “no dice nada pero sé perfectamente que se enfada si me pongo a hablar por el móvil porque cree que no le presto atención”.
Los lectores de mente hacen interpretaciones libres de la conducta de su pareja, y actúa según la convicción de que aciertan con su pensamiento.
Entonces se montan la película, de la película sale la bronca, porque el supuesto pensador/a puede protestar diciendo que eso no es lo que piensa, que no es cierto, y la otra persona dirá: “mientes”, nada, que uno no es dueño de sus pensamientos.
Da un poco de miedito.
Cuando se entra en esa dinámica la falta de comunicación está asegurada, entra el juicio, el reproche, las dudas que uno mismo genera se convierten en certezas y el distanciamiento se hace cada vez más patente.
Es necesario en la comunicación de pareja tener un estilo directo, fluido y ante todo personal: no se habla de “tu piensas”, se habla de “yo siento”. Es pasar de acusar a pedir ayuda para comprender pequeños conflictos o dudas que van surgiendo en la pareja.
Haz un poco de balance de tu estilo de comunicación, ¿lees mentes? ¿te produce buen resultado? ¿no crees que la otra persona tiene derecho a poder aclarar tus dudas sin sentir que está defendiéndose de un juicio?
“me siento preocupado/a porque últimamente llegas tarde” es exactamente un “creo que últimamente prefieres estar por ahi con otra gente que conmigo”.
Exactamente es lo mismo que tu crees y proyectas, pero pude estar muy alejado de la realidad y generar conductas de recelo y resentimiento que no llevan a una explicación, probablemente perfectamente normal del por qué de la conducta de la pareja.
Recuerda, ni mentes ni manos, ni posos de té. El expresar tus sentimientos, preocupaciones, miedos y dudas, te va a llevar a respuestas, no a un espiral de inseguridades y recelos.