El nuevo desafío en terapia con niños y adolescentes está en la adicción a los videojuegos.
De este problema emanan otros muchos: falta de comunicación con los padres, aislamiento, falta de habilidades sociales, dificultades para relacionarse con el entorno, poca tolerancia a la frustración, falta de concentración en los estudios, conductas disruptivas… y podríamos seguir con una larga lista.
Los avances tecnológicos tienen que estar al servicio de las personas, pero se nos ha ido de las manos o no hemos sabido aprovechar el potencial del videojuego de una manera positiva.
Los padres son los principales responsables de este tipo de adicciones. Es cierto que la presión social (todos los niños juegan, todos los niños hablan de videojuegos) es muy potente.
Sin embargo, igual que en nuestros tiempos nos decían “y si todos se tiran por un acantilado, ¿tu te tiras?”, debemos emplear la cabeza y la sensatez en el tema de la administración del tiempo dedicado a los videojuegos en los niños.
Cada etapa evolutiva está marcada por un tipo de juego de preferencia, y las cosas no son al azar, los primeros juegos ayudan a la psicomotricidad fina del niño: jugar a tirar un juguete al suelo en una enseñanza de la teoría de la gravedad de primera magnitud, porque el cerebro es una máquina muy potente.
Los juegos en los que los niños imitan a sus mayores les ayudan a comprender el mundo, la sociedad, a sentir curiosidad por el entorno, potencia su imaginación y el contacto con su mundo interior.
Los juegos de mesa les ayudan a comprender las reglas de los juegos, a esperar turnos, a tener una mayor tolerancia a la frustración, los juegos con amigos fomentan las habilidades sociales, la comunicación verbal y no verbal, exploran en la teoría de la mente y les ayudan a sentir que forman parte de un grupo.
Todo ello queda relegado a un segundo plano cuando para que el niño se esté quieto se le da un móvil o una tablet con imagenes muy rápidas, atrayentes, música, y estímulos que se suceden rápidamente.
Se enganchan, y aprenden a observar el mundo a través de una pantalla, que no les refleja nada de la vida real: la vida no tiene ni tanta luz ni tanto color y las cosas no suceden tan rápidamente.
De los videojuegos muchos pasan a youtube, y se pueden pasar horas viendo videos de otros niños haciendo cosas. Qué penita más grande, ni que estuvieran incapacitados para ser ellos mismos los directores y actores en su propia película que es la vida.
Los libros a la mayoría les produce una alergia tremenda, porque leer les resulta trabajoso, tienen que imaginar lo que les cuentan, no se lo dan en bandeja, y eso cansa.
Lo peor: el tiempo. Jugar a los videojuegos un tiempo a la semana no tendría mayor importancia, pero que sea su principal fuente de disfrute es una auténtica barbaridad. Fomentamos el sedentarismo.
Cuando les demos al niño el móvil para que nos deje tener una comida tranquila, en ese mismo acto, reflexionemos sobre qué es tener un hijo: ¿una cosita mona que vestimos con un peto graciosísimo? no.
Un niño es eso y mucho más, nuestra responsabilidad es darles un alimento adecuado, para su cuerpo y para su cerebro: sentarnos en el suelo a enseñarles a jugar, fomentar su imaginación, dedicarles tiempo de calidad, dejar que se ensucien, exploren, corran, canten.
Que nos den su tiempo y que nosotros lo veamos como una oportunidad de forjar una personalidad completa, porque para niños que no den la lata, que no haya que esforzarse en educarles integralmente, nos compramos una tortuga que sale más barata.
Si recordamos nuestra infancia, todos hablamos de cantidad de juegos, de disfraces, teatros inventados, muñecos, indios y vaqueros, los maravillosos playmobil, hacer comiditas de plastilina o con hojas y piedras, jugar a los mercados, el pañuelo, la comba… actualmente los niños aguantarían dos minutos de media en ese tipo de juegos, porque tienen que hacer, pensar, imaginar…
Yo no tengo nada claro qué tipo de sociedad va a salir de todo esto. Y no es una visión de persona anticuada, es la reflexión de qué modulos cerebrales están utilizando nuestros niños, qué destrezas están potenciando y cuáles no.
El último grito entre los adolescentes es no salir de casa y jugar los fines de semana en linea hasta las tantas. ¿Y todo lo demás?. Llevarlos a algun sitio sin una maquinita supone un drama, la comunicación en la familia se empobrece.
En este sentido, podemos observar la sociedad japonesa. Digna de estudio.
Está los hikikomori, chavales que se recluyen voluntariamente en su habitación de por vida (con la consola, qué casualidad), los que se visten de manga como quien se pone el chandal, los que tienen un muñeco furby parlante como único amigo y quedan en locales para que (ojo al dato) sus muñecos se relacionen con otros muñecos.
¿Suena patético? pues deberíamos ponernos las pilas.
Tened mucho cuidado con la administración de los juegos a los niños, no os dejéis llevar por la comodidad: más vale una vez colorado que ciento amarillo, y dejar que el niño juegue casi exclusivamente con videojuegos, puede traer consecuencias graves en su desarrollo personal y social.
No podemos culpar a un niño de ser adicto a los videojuegos, sin pasar el filtro de nuestra propia responsabilidad: volved a recordar vuestra infancia. ¿Cual preferís para los niños? Tal vez haya un punto de equilibrio.
El juego tradicional es una forma de aprendizaje muy potente. Proteged a los chicos, no matéis su imaginación.