Lo nuestro es quejarnos, lo tengo comprobado.
Ayer estaba cenando con mi hijo en una terraza y asistía a una de las situaciones cotidianas de todos los veranos: “las cenas de reencuentro”.
Aquí los besos son más largos, las palmadas en la espalda más fuertes y el buen rollito se palpa. Obviamente a la gente le gusta reencontrarse con los amigos.
La tipología del reencuentro está en el veraneante de playa nacional (moreno a tope, aunque haya ido cuatro días a la playa), tostado y pelo descuidado (vacaciones exóticas, probablemente en Bali, Vietnam, etc, que es como haber ido a Eurodisney hace 20 años: un imprescindible.
Y el que pone cara de sufrimiento porque ha pasado el verano trabajando, ése es nuestro ídolo: el listo.
Al que todavía le queda disfrutar, más barato, siendo el centro único de las envidias “cuando lo cuente” y que se ha pasado un veranito sin tener que esperar ni cinco minutos para que le den mesa en el restaurante.
Cada vez se toman menos días de vacaciones, pocos son los que disfrutan del mes completo (bueno, y los maestros, que no son envidiables en absoluto, porque un mes de vacaciones y volver a un trabajo “civilizado” no es lo mismo que ponerte el traje de domador y conseguir poner un poco de orden en unos niños), que como niños que son, han olvidado la rutina completamente.
Les dan una semana de trabajo sin niños: un equipo psicológico full time les daba yo, las cosas como son.
La gente se va 15 días de vacaciones y yo escucho con auténtico estupor su drama de la vuelta al trabajo. ¿en serio? Yo lo que no entiendo es cómo aguantan trabajando todo el año.
De repente se han alterado sus ritmos circadianos, se quejan de la cantidad de trabajo, de volver tarde a casa, de las rutinas, los atascos que se chuparán…como si fuera algo mucho más espantoso de lo que fue en el pasado, y sin embargo, en las charlas de fines de semana durante el invierno la gente está tan normal, sin estos dramas extremos.
Volver a las cosas que no nos gustan: madrugones, imposiciones, problemas, prisas, estrés, es sin duda alguna un fastidio, pero fastidio no es drama.
Claro que es mejor la terracita, el chapuzón y el helado sin prisas, pero es justamente el valor de ese tiempo lo que da sentido a la vida como tal: la alternancia entre el esfuerzo y el reposo.
Lo que nos decimos a nosotros mismos dirige nuestra actitud: si vamos como corderos degollados, totalmente atentos “a lo malo” de volver, la vuelta al trabajo se volverá insoportable.
Los hay que realmente lo sufren como un drama porque es un drama. Pero el drama lo tienen también en invierno.
Tal vez una búsqueda activa de nuevo trabajo, un replanteamiento de las condiciones laborales, nuevas actividades en invierno que rompan la rutina y hagan más llevadero el día a día, sean necesarias para estas personas.
Por lo tanto, sí: quejémonos, el único deporte que todos practicamos fantásticamente, pero también seamos realistas respecto a que un exceso de angustia ante la vuelta al trabajo está indicando problemas que dejamos sin resolver antes de irnos.
Trabajadores quemados, falta de motivación, problemas de relaciones con compañeros, una actitud poco proactiva… un asco absoluto hacia lo que estamos desarrollando.
Todo cabe, pero si la vuelta al trabajo es un auténtico drama, del de dormir mal tres días antes, piensa que no es por lo bien que lo pasaste en vacaciones, que utilizaste la desconexión para aparcar el problema, y el problema está ahí, acogiéndote amoroso para seguir dándote un año de calvario porque algo no estás haciendo bien.
A todos los que habéis disfrutado de las vacaciones: por favor: no enseñeis más de diez fotos, no contéis más de diez anécdotas.
Las vacaciones se están convirtiendo en el momento post-boda del amigo que te invitaba a ver el video de la boda y tu le preguntabas a tu pareja si habría bebidas fuertes o ya salías de casa con cuatro tequilas para anestesiar el momento.
Haced de este inicio una oportunidad de disfrutar del trabajo, y si esto no es posible (hay trabajos indisfrutables), montaros el plan B de vivir cuando se sale de hacer eso que buenamente te toca hacer para llenar la nevera.
No vivas la vuelta como un drama. Ya queda un día menos para las próximas aventuras: habrá que trabajar para ir ahorrando y poder igualar o superar lo de este año.