La población tiene una esperanza de vida cada vez mayor, con lo que el número de ancianos se multiplica y son muchos los hogares donde existen personas de la tercera edad que necesitan de nuestros cuidados y afecto.
La tendencia es a cuidar su salud y considerar a aquellos que están tristes que es algo normal en las personas mayores.
DOBLE ERROR: muchas veces las quejas sobre la salud son la forma que tienen las personas mayores de conseguir que les presten más atención, además que en estados depresivos las quejas somáticas se multiplican. El segundo error es pensar que la depresión es normal en la tercera edad.
Desgraciadamente las políticas sociales se centran en ocuparse (tarde, mal o nunca) en los ancianos dependientes, pero nos olvidamos de todos aquellos ancianos que sufren de aislamiento y no tienen un ocio adaptado, quedando confinados en un sillón frente a una televisión.
Qué triste debe ser pasar una vida luchando para terminar aparcado y olvidado por la sociedad y en muchas ocasiones por la propia familia.
¿Por qué tomamos esa actitud de pensar que cuidamos a nuestros mayores porque les proporcionamos cuidados médicos y comodidades?
¿Tanto miedo nos da confrontar nuestro propio futuro?
¿Estamos tan ocupados que hacer compañía a nuestros mayores lo tomamos como una obligación?
¿Postergamos los momentos de calidad con nuestros ancianos?
Esos ancianos fueron nuestros padres, los que nos cuidaron, nos llevaron al médico y nos abrigaron ,pero… también fueron aquellos que con infinita paciencia nos llevaron al zoo, nos enseñaron juegos, nos escucharon nuestra interminable cháchara infantil.
Eso no lo estamos devolviendo: les cuidamos con demasiados automatismos y poco examen de conciencia.
Cubrir sus necesidades básicas y no tener paciencia ni buscar tiempo de calidad para escucharles o hacerles compañía no es cuidar a nuestros mayores, es limpiar nuestra conciencia o más bien: nuestra inconsciencia, porque en la vida no hay marcha atrás. Lo que no hagas hoy, no lo vas a poder hacer mañana.
Es necesario proporcionar a nuestros mayores de ocasiones para disfrutar de pequeñas cosas, pensar que cada día para ellos tiene un valor mayor que el nuestro. ¿Nos podemos imaginar levantarnos todos los días pensando que lo más emocionante será ir al médico?
Podríamos reflexionar sobre cómo se pueden sentir nuestros mayores, cómo viven, qué estímulos reciben, que mensajes reciben de nosotros, y tal vez, caminando un ratito con sus zapatos nos demos cuenta que nos queda mucho por hacer.
Tal vez un primer paso sea aprender a detectar síntomas de depresión en un anciano. Existen terapias adaptadas a las necesidades de la tercera edad que consiguen cambios en la forma de pensar y de vivir el día a día con mayor optimismo.
A continuación puedes ver las diferencias entre la depresión en la vida adulta y la tercera edad:
Los ancianos deprimidos tienen más quejas sobre sus dolores, convirtiéndolos en el centro de sus preocupaciones
Mayor incidencia de miedo a padecer enfermedades o contraerlas
El estado de ánimo deprimido es más evidente en adultos que en ancianos
No suele producirse cambios en el peso. No suele incidir en el apetito
En los adultos los sentimientos de culpa y los pensamientos negativos respecto al futuro son más intensos. En los ancianos suele existir desesperanza
La falta de autonomía personal y la dificultad de movilidad incide en una importante pérdida de autoestima.
Suelen existir quejas de pérdida de memoria que lo achacan a la edad, aunque en ocasiones es por la depresión (los adultos son más conscientes de esta relación memoria/depresión)
Periodos letárgicos más prolongados durante el día
La disforia prevalece menos sobre los otros síntomas (como las quejas somáticas o la falta de autonomía personal)
Las personas de la tercera edad deprimida expresan más sentimientos de crítica hacia los otros que los adultos.
La satisfacción obtenida en sus logros personales a lo largo de su vida son más importantes en la tercera edad.
Mayor número de suicidios y menor número de intentos de suicidio como llamada de atención
Los ancianos que se intentan o consiguen suicidarse, no suelen mostrar un cuadro depresivo grave (de forma externa)
Las limitaciones físicas suponen un motivo de tristeza
Mayor cronificación (en muchos casos por falta de intervención)
Presentan sentimientos de desesperanza, tensión, agitación y ansiedad
Rumiación de los problemas sin búsqueda de soluciones
Visto esto, es el momento de mirar a las personas mayores como lo que son, mayores y personas. Ayudémosles con paciencia a buscar pequeñas cosas que les puedan distraer. A veces se negarán, pero no hay que hacer mucho caso de esa negación, que puede significar “pídemelo más para estar seguro que no soy un estorbo”