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Evidentemente las preocupaciones que pueden llevar a una persona a caer en una depresión en las diferentes etapas de la vida, suelen ser diferentes.
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Ante los problemas de la vida (grandes o pequeños) somos nosotros mismos los que decidimos cómo afrontarlos.
Los problemas no tienen peso específico, no tienen la cualidad de poder definirse por niveles, porcentajes, magnitudes físicas. Se definen por cómo los afrontamos, por una decisión personal de gestión de la dificultad y el dolor.
Obviamente no será lo mismo la rotura de un pie que el incendio de una casa, no tiene la misma repercusión ni movilizará en nosotros tantos recursos para su gestión. PERO (debería decir mejor: PERO) es la forma en que decidimos hacer frente al problema lo que definirá el nivel de sufrimiento.
La resiliencia es un concepto básico en el afrontamiento de problemas: la capacidad para crecerse ante las dificultades. En el extremo opuesto a la persona resiliente estaría la persona débil y victimista.
Los victimistas tienen un componente tóxico y un poco chupóptero de la energía de los otros. Ante las dificultades no se toman ni un tiempo mínimo en intentar afrontar los problemas, buscar soluciones, crecerse.
Su forma de actuar es cómoda y sencilla: "si tengo un problema y se lo transmito a mis allegados como algo insalvable y que me hace sufrir inmensamente, ellos se sentirán responsables de aliviar mi sufrimiento".
El concepto como cómodo es comodísimo, es como pasar el testigo en una carrera de relevos: te paso mi dolor y así me alivio yo.
Las personas que actúan así muestran muy poco amor por las personas que les rodean. Nada produce más impotencia que ver a una persona derrotada y que no hace esfuerzos por mejorar su situación, de la que hay que tirar continuamente como un pesado fardo que llevamos a la espalda.
No existe problema en el mundo que no pase por el tamiz de nuestra propia valoración, de nuestros intentos por afrontarlo. La ayuda de las personas que nos quieren resulta fundamental (el apoyo social es básico en la superación del problema), pero no podemos dejar de diferenciar entre APOYARSE y TIRARSE ENCIMA DE.
Querer a alguien, cuando tienes un problema, pasa por hacer esfuerzos (los que se puedan, grandes o pequeños, exitosos o tan solo intentonas) de salir adelante.
Eso ofrece seguridad a las personas que nos rodean respecto a que estamos intentando afrontar las situaciones, que nos pueden dar la mano para recorrer el camino, pero que no tienen que llevarnos a su espalda.
Cuando tengas alguna dificultad en la vida, por favor, muestra amor a los tuyos. Mírate en un espejo a los ojos, busca la fuerza en tu interior y llega hasta donde puedas, siempre tendrás a los tuyos para acompañarte en los desiertos de la vida, pero no les hundas innecesariamente con el peso emocional de tirar de un carro que no quiere rodar, que quiere que le lleven en volandas.
Nunca digas "NO PUEDO" sin intentarlo, estarás diciendo "ME QUIERO MAS A MI QUE A TI", y todo lo que venga después, piénsalo en tu interior, serán palabras vacías.
EL MIEDO "AL DESIERTO"
Puede haberte pasado en algún momento de tu vida que determinadas situaciones extremas te hayan llevado a replantearte tu existencia, a considerar que lo vivido hasta el momento no era lo que habías deseado para ti, no saber cómo continuar o sentirte perdido y solo.
Estos momentos, en los que nos hacemos conscientes de la la existencia de una crisis existencial suelen coincidir con rupturas sentimentales, y no es que una ruptura sentimental signifique ponernos en esa tesitura, simplemente es cuando tomamos consciencia de una situación vital que no es la que hubiéramos querido.
Las personas en estas situaciones suelen tener un miedo exagerado a la soledad, piensan que se han quedado sin pareja, sin amigos y sienten terror a quedarse solos.
En muchas ocasiones porque han perdido la capacidad de disfrutar de ellos mismos, porque ya no se conocen ni valoran la posibilidad de aprender de ellos mismos quienes son y qué desean, acostumbrados a vivir el papel que le ha estado marcando la situación social y sentimental.
Sin embargo, ese desierto que vemos como infinito, solitario, peligroso es sólo el camino hacia la felicidad personal (la de uno mismo, sin necesidad de nada ni nadie, eso ya vendrá después).
Al pasar ese período de soledad dejaremos de buscar gente, cosas que nos entretengan y nos enfrentaremos a nosotros mismos de una forma mucho más objetiva: analizaremos nuestra vida, qué dejamos en el camino, qué dimos de más como precio carísimo para no estar solos...
Aprender a quererse, a disfrutar, a sentirse libres de agradar por miedo a perder, tiene la ventaja de la serenidad, de gustar y ser admirados por nosotros mismos, por tener un criterio personal, por saber qué queremos, hacia dónde vamos, y cómo reaccionar cuando aparecen los obstáculos en el camino.
Buscar algo/alguien por evitar el desierto es no querer aprender de nosotros, no saber quienes somos y necesitar de factores externos para seguir viviendo. ¿te gusta la gente así? ¿quieres ser así?
El desierto se pasa una vez en la vida. No dejes ese momento para cuando ya no queden fuerzas para ilusionarte contigo mismo.
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MALTRATO PSICOLÓGICO es aquella situación en la que se producen de forma reiterada insultos, vejaciones, anulación de la persona hasta convertirla en alguien incapaz de dar una respuesta coherente a una situación que justifica desde su propio sentimiento de culpabilidad, y en la que se produce una situación de INDEFENSIÓN APRENDIDA.
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Empiezo aclarando que no es que vaya a hablar de quedarse sin pareja explícitamente en la década de los cincuenta, vale por igual para otras edades, pero he cogido ésta porque supone el mayor volumen de pacientes que acuden a consulta por un problema de soledad.
Hablamos de hombres y mujeres que han tenido pareja y han roto. Consideran que ya son demasiado mayores para rehacer su vida (premisa falsa) en primer lugar porque piensan que rehacer su vida sería tener otra pareja, en segundo lugar porque el sentimiento de “ser ya demasiado mayor” se encuentra igual en jóvenes de 20 años.
El estado de ánimo, ver el lado negativo de la situación nos hace pensar que nunca, nunca (pero que nunca, eh?) vamos a encontrar OTRA pareja y que jamás seremos felices.
En personas más jóvenes este pensamiento irracional les dura normalmente una semana de pijama, manta y ojos como bolas de billar de llorar con las canciones más patéticas que encuentran en su playlist.
Al poco tiempo se sacuden el polvo del camino y vuelven a salir, hacer planes y normalizar su vida (excepto que el tema se complique con obsesiones por la pareja, idas y venidas y situaciones que pueden enquistar la situación).
En hombres y mujeres de 50 años la situación es diferente, lloran menos y se desesperan más. Se bloquean.
Las mujeres consideran que ya no hay oportunidades de volver a ser feliz, y los hombres se lanzan al thinder como posesos (las mujeres en muchos casos, también: siempre están las amigas bien intencionadas pero con menos capacidad de análisis que un puercoespín).
El problema es que la ruptura de una pareja a esta edad, cuando no se espera y la vida ya está construida y se piensa en recoger los frutos, es que no nos paramos mucho a pensar.
Las parejas no se rompen así, como a quien se le cae un cubierto. Las parejas se rompen porque hay un desgaste previo y dos personas que han pensado que metiendo la cabeza bajo tierra, las cosas se arreglarían, total, toda la vida juntos…. pero muchas veces uno de ellos no se quiere resignar y rompe la relación.
Normalmente a las personas que vienen tras una de estas rupturas, y que están obsesionadas por querer recuperar la relación, les hago reflexionar sobre cómo era realmente su relación. Vaya sorpresas te llevas entonces: él o ella hacía tiempo que pasaban de todo, que todo eran disputas, que no tenían relaciones, que no tenían cosas en común más que la rutina.
Y entonces viene la pregunta que les deja a cuadros: ¿tú estás enamorado/a de la persona de ahora o de la que conociste, la de los primeros años?.
No falla, normalmente se dan cuenta que ya no están enamorados, pero lo más increíble es que lo descubren en la reflexión, vamos, que venían pensando que perdían al amor de su vida.
Y en este momento empieza el trabajo: VAMOS A REHACER TU VIDA. ¿Y qué es rehacer una vida?, ¿encontrar nueva pareja? PUES NO, DEFINITIVAMENTE NO.
Rehacer la vida es encontrarse a uno mismo, interrogarse sobre cosas como: y yo, a los veinte años, ¿qué ilusiones y proyectos tenía? de repente nos damos cuenta de los viajes que no hemos hecho, de aquellas ganas de aprender piano, o inglés, o hacer algo de deporte, o aprender cocina japonesa o tener un grupo de amigas o amigos con los que compartir momentos de risa, sin presión, sin buscar nada más que pasar un buen rato.
Y la soledad cuando te encuentras contigo mismo, ya no es soledad, es paz.
Empleas el tiempo como tu quieres, haces lo que te apetece y sabes que existen un montón de cosas por vivir, pero para ello hay que arriesgarse, si te compras la toquilla de lana y la mecedora, estás perdido/a. Hay que arriesgarse.
Nadie te va a juzgar por empezar a hacer cosas “a tu edad” porque resulta que cada día rompen parejas y mueren parejas, y siempre hay personas que sienten lo mismo que puedes sentir tu: soledad y sensación de haber perdido algún tren.
Reflexiona por un segundo sobre una imagen muy característica: personas mucho mayores que tú, las personas de 70, 80, etc. años que viajan con el Imserso. Se lo pasan como auténticos enanos!
Esto mismo ocurre con personas que se quedan viudas, como su objetivo no es encontrar otra pareja, se reponen antes, buscan actividades, socializan, hacen yoga o se van de senderismo o a conocer su ciudad o al teatro…. no tienen esa presión por conocer a alguien.
En ese punto te tienes que situar: has terminado una relación y te reconoces que realmente no eras feliz (si alguien te deja es porque ya no te quiere, y si no te quiere, difícilmente te hará feliz.
Tienes que encontrarte a ti misma/o, perder los miedos, vencer las inseguridades, cambiar la forma de pensar hacia una actitud más positiva, y pensar que la felicidad se construye, no aparece.
Y ojalá en tu camino aparezca nuevamente una persona que te colme, y que ya, con lo aprendido en el camino, sepas decir sí o decir no, pero porque sea lo que quieres, no lo que necesites. Ojalá que aprendas que a veces “no hay mal que por bien no venga” y que sepas que el amor más importante de tu vida eres tú.
Empieza hoy mismo a construir tu felicidad, ya tengas 20, 30, 40, 50, 60, 70…. (bueno los de 70 suelen pasárselo pipa, no sé yo bien que tiene esa edad).
Feliz día para todos vosotros.
DUELO: SEGUIR VIVIENDO, ESTA VEZ EN SOLITARIO
Cuando una persona se queda viuda le cuesta mucho la transición a esa vida en soledad. Sin embargo es importante no cerrarse en el dolor y buscar nuevas formas de seguir viviendo
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Muchos jóvenes tienen una persona especial, su mejor amigo o amiga con la que comparten muchas actividades, confidencias y se aconsejan mutuamente.
El problema aparece cuando se sobrepasa esa fina raya de la amistad y uno de ellos se enamora.
Los motivos por los que aparece el amor tras largo tiempo de amistad pueden ser muy variados, a veces la persona no tiene pareja y cree que el vacío sentimental se ha llenado con esa persona con la que comparte tanto en su vida.
Pero amistad y amor son sentimientos muy distintos, que a veces se confunden dando lugar a sufrimiento y en ocasiones a la pérdida de algo tan valorado y sano como es la amistad.
Cuando una persona sobrepasa esa línea de los sentimientos, empieza a sentir la necesidad constante de formar parte de la vida de la otra persona, está siempre dispuesta a hacer planes en conjunto y se vuelve especialmente complaciente, con la esperanza que con ello se llegue a cambiar los sentimientos de la otra persona.
Pero la química es la química y raras veces de la amistad surge el amor.
Si la persona confiesa sus sentimientos, probablemente su amigo o amiga lo comprenda y respete, pero ya se crea una situación incómoda, ya que la persona objeto del amor no se siente libre para comentar temas de índole personal por miedo a herir a la otra persona, tiene más cuidado con abrir su corazón y en el fondo puede sentir pena de la situación que está pasando su amigo/a.
En estos momentos la persona enamorada no piensa de modo racional, le cuesta aceptar la situación y diferenciar entre cariño y amor, redobla sus esfuerzos por agradar, está siempre dispuesto/a a escuchar las cuitas amorosas de la otra persona (lo que le hace un daño infinito y le baja la autoestima, pero todo sufrimiento lo ve compensado por seguir manteniendo el lazo especial).
La persona empieza secretamente a obsesionarse, vigila las redes sociales en busca de algún atisbo de que la otra persona haya comenzado una relación, y esa obsesión le impide disfrutar de las pequeñas cosas que antes le satisfacían,.
Se distancia de amigos, pasa tiempo solo/sola dándole vueltas a la cabeza, fantaseando sobre situaciones en las que la otra persona de repente se da cuenta de que comparte sus sentimientos y todo funciona según sus deseos.
Pero eso no sucede, y la obsesión es la antesala a la desesperanza, a la depresión y a la constante ansiedad al vivir no la propia vida, sino intentando saber que hace, piensa, siente la otra persona.
Estos casos son bastante más frecuentes de lo que puede parecer, y la única solución posible es que la persona se distancie emocionalmente durante un tiempo, deje de realizar conductas de comprobación que lo único que hacen es alimentar sus obsesiones y se obligue a realizar diferentes tareas que le puedan distraer (en principio les resultará prácticamente imposible, pero a medida que se produce el distanciamiento real aparece el hueco mental para ir llenando de otras cosas).
La amistad sólo puede perdurar si la persona que está sufriendo logra volver a recolocar la situación, poner en orden sus sentimientos y volcar su amor en otras personas que sí le correspondan, porque de perseverar en su actitud, en la mayoría de los casos, aparecerá el resentimiento por una parte y la sensación de acoso por el otro.
Lo que antes era confianza plena ahora serán medias verdades o mentiras piadosas, lo que fue una relación basada en la confianza plena se rompe, y no hay que olvidar que esa era la base de la unión de esas dos personas.
A veces es un proceso muy difícil de superar, especialmente cuando a la persona le cuesta poner ese distanciamiento necesario, que no quiere decir falta de cariño, pérdida de la amistad, tan solo un período para poner en orden las ideas y volver a funcionar en la vida como metas e ilusiones más realistas.
Os dejo una canción que igual os hace reconoceros en ese estado de ánimo
FAMILIARES DE PACIENTES ONCOLÓGICOS: EL DOLOR EN LA SOMBRA
Cuando a un familiar cercano le detectan un cáncer, se producen diferentes reacciones psicológicas. Por una parte tenemos la del paciente, pero pocas veces se presta la suficiente atención a la salud mental de sus familiares.
La familia directa se siente en la obligación de cuidar al paciente oncológico, de darle ánimos, acompañarle a sus citas médicas, procurar su bienestar y en definitiva, sacar fuerzas de la flaqueza para ayudar a la persona más débil en ese momento.
Sin embargo esa aparente fortaleza está llena de miedos e inseguridades, muchísimas veces sufridas en silencio, con la convicción que “no se tiene derecho a expresar el dolor cuando otra persona está pasando un cáncer”.
Los familiares tienen un miedo lógico a la pérdida del ser querido, sienten dolor por su sufrimiento. La enfermedad y su tratamiento se va haciendo visible en el enfermo, y sus familiares sienten impotencia, se agolpan los pensamientos negativos, las dudas, el miedo.
A veces se sienten aislados respecto a sus amistades, no quieren compartir lo que les está pasando por miedo a derrumbarse o a verbalizar su angustia.
En otras ocasiones se enfadan con el mundo, consideran injusta la situación y sienten rencor por aquellas personas que consideran que no se están preocupando de su situación, que no son lo suficientemente empáticos o que esperaban otra reacción más cercano (a este respecto tengo que decir que muchas personas se preocupan pero no llaman, porque no saben qué decir o cómo conducir la situación).
En cualquier caso es recomendable que las personas que tienen un familiar cercano con un proceso oncológico acudan a terapia. Los cuadros más habituales que presentan son:
Ansiedad
Depresión
Sentimientos de culpa
Dificultades de afrontamiento
Ira
Frustración
Dificultades para conciliar/mantener el sueño
Desesperanza
Pensamientos negativos
Aislamiento social
Sobrecarga emocional
Agotamiento mental
A veces “las cosas salen bien”, otras veces desgraciadamente salen mal. Trabajar las situaciones según va evolucionando la enfermedad es necesario en ambos casos.
No hay que olvidar que un paciente oncológico una vez recibida el alta, comienza otro camino y no siempre es de rosas.
Los efectos secundarios, neutropenia, miedo a la recidiva, alteraciones físicas, reducción de movilidad, pérdida de calidad de vida, depresión, ansiedad, etc. son comunes en una etapa post-cáncer, y la familia, muchas veces agotada, tiene que hacer frente a nuevos retos: es muy frecuente que el paciente oncológico sea “más llevadero” cuando estaba luchando con el cáncer.
Por ello también en esta etapa, la familia necesita un apoyo psicológico porque nadie puede “hacerse el fuerte” eternamente, y luchar contra las resistencias que pone un paciente que ha sufrido cáncer, produce sentimientos de impotencia, angustia, enfado y en algunos casos deriva hacia una ansiedad.
Desde aquí mi más profunda admiración hacia los auténticos luchadores en la enfermedad del cáncer: ellos deciden quedarse y luchar. Los pacientes, desgraciadamente no tienen esa elección.
Yo tuve la mejor atención del mundo: mis hijos, mi yerno, mi amiga, mis perros formaron mi círculo más próximo, los luchadores en la sombra que como una sociedad perfectamente organizada, estuvieron siempre a mi lado y me puedo imaginar lo mucho que sufrieron, pero de alguna extraña manera jamás viví en un ambiente de enfermedad.
En otro caso que conozco, con un triste final, la familia mostró un apoyo incondicional hacia la persona enferma.
Fueron una piña y a su marido/padre/hermano/cuñado/amigo le dieron tanto amor, tuvieron una actitud tan positiva que no me cabe duda que la fabulosa persona que era el centro de sus vidas, se fue con el corazón lleno de paz y de amor.
Algunos necesitaron terapia durante el proceso de la enfermedad, ahora lo siguen necesitando, pero no se han sentido “perdidos” durante un proceso tan doloroso.
Cuidaros para cuidar. Eso es lo que os pediría cualquier persona que estuviera enferma.
¿POR QUÉ DE REPENTE MI PAREJA SE HA VUELTO CELOSA?
Esta conducta suele estar motivada por un cambio vital que ha hecho que la persona (en este caso estamos hablando de hombres) que motivan una BAJADA DE AUTOESTIMA: cuando el hombre se siente menos valioso comienza a pensar que su pareja "puede preferir a cualquier otro". Se desvalorizan y sienten el peligro de ser abandonados.
Leer másDUELO POR UNA MASCOTA
Los que tienen animales de compañía los suelen considerar parte de su familia, y cuando fallecen existe un duelo lógico que muchas veces sume a la persona en una inmensa tristeza
Leer másUNA REFLEXIÓN DE CÓMO HABLAMOS: LA HISTORIA DEL "AIRÍN DE LAS NUECES"
Esta mañana tomaba café en la terraza de siempre, donde el dueño Juan, un hombre de pocas palabras, según me ve llegar me pone un café, saca unas galletas para los perros y se pone a hablarles muy serenamente mientras se las reparte.
Ni que decir tiene que Juan, al que jamás vi acariciar a mis perros, es el mejor amigo que tienen, y no es por las galletas, antes de que se las diera, siempre querían sentarse en esa terraza.
Bueno esto es una pequeña introducción que sólo sirve para poneros en contexto: estoy en mi pueblín asturiano y la paz, los paseos, la calma me han hecho que la inspiración, y la reflexión se hagan más acentuados.
Ya es Septiembre y aunque hace un tiempo espectacular, por las mañanas corre un viento fresco. Así lo diría yo y muchos de vosotros.
Pues bien, en esa terraza había un grupo de amigos desayunando y se pusieron a hablar del tiempo y una mujer dijo: “yo ya saqué una rebequina, porque se nota el airín de las nueces”.
Y me di cuenta de dos cosas en particular, por una parte la conexión en los pueblos que hay entre la naturaleza y su propia vida, como las estaciones, la vegetación, los animales, forman parte de su vida, marcan su tempo (a las mareas vivas les llaman las mareonas, por ejemplo)
Todo fenómeno de la naturaleza tiene su nombre y su conexión con su día a día, ése que hemos perdido en la ciudad y que a veces nos hace desconectar del entorno, vivir absortos en cuestiones importantes, sin duda, pero que no alimentan nuestro espíritu.
Viento es viento y necesita chaqueta, no es el tiempo en que las nueces están a punto, los avellanos han dado sus frutos, ya se ve como será la temporada de castañas y los manzanos empiezan a teñirse de rojo y de verde.
Las cosechas ya casi ni importan, porque los invernaderos han hecho desaparecer los productos de temporada. La playa sirve para ponerte como un tizón, síntoma de que te lo has pasado fenomenal y de que has veraneado (lo del cáncer de piel es para algunos completamente secundario).
Muchos han ido a la playa y no han dedicado ni cinco minutos a mirar las olas, el horizonte, respirar, integrarse con el entorno, el objetivo es tirarse en una toalla y vuelta y vuelta hasta estar segura que te alabarán el moreno (y por supuesto, subir historias al instagram con la paella de marras).
Eso para mi no es veranear, respeto a todo aquel que tenga tiempo para eso o disfrute de ello, pero lo que realmente me apasiona es todo el que utiliza su tiempo de veraneo para empaparse de todo aquello que no puede tener a diario (y si es sin selfies, mejor).
Que enseñan a sus hijos a tirar cantos rodados al río, que les explican geografía desde un mirador, que les enseñan cómo se llaman los árboles, qué frutos dan, cómo curarte de la picadura de una ortiga, que se tumban a buscar figuras en las nubes, que leen, respiran, pasean, descubren, guardan el teléfono en silencio, al fondo de la mochila y se dedican a vivir.
Esta era la primera parte de la reflexión, la referida a que dejemos de ir por la vida como cohetes teledirigidos y nos demos tiempo para disfrutar de lo pequeño, de lo ínfimo, de lo cotidiano. A veces la simple sonrisa de un niño, ya te valió el día.
La otra parte de mi reflexión se refiere a cómo hablamos a los demás y cómo nos hablamos a nosotros mismos. Somos hoscos, cortantes, no somos demasiado cariñosos ni cercanos, aparte de estar perdiendo la capacidad del diálogo con tanto mensajito por teléfono.
En Asturias tienen una forma muy dulce y particular de hablar, algo cálido que te predisponer a la sonrisa, a la empatía. La comida no es un filete con patatas, en un filetín con papatinas, que no sé a mi me da que se ha hecho con amor, (y más cuando no te acabas la comida y te sale la cocinera de la cocina para preguntarte si no te gustó o que comas más, que estás muy delgadina).
No hay viento, hay airín, culines de sidra, perrines, no hay gente, hay paisanos… todo es más cálido, más próximo. Y se habla así a los demás y a uno mismo.
Si ahora recapacitamos sobre cómo hablamos a los demás y cómo nos hablamos a nosotros mismos podemos ver cierta dureza en ocasiones, las prisas, la falta de solidez en las relaciones que forjamos más allá de nuestro núcleo de amigos pueden ser las causas.
Pero también nos hablamos a nosotros así, el asco de pelo, soy lo peor, vaya careto traigo, seré inútil… nos encanta fustigarnos, como si fuéramos menos de lo que deberíamos ser, sin darnos cuenta que somos lo que somos, y nosotros, queriéndonos a nosotros mismos, tendremos muchas más probabilidades de ser felices y hacer llegar a los demás esa felicidad.
Seamos cálidos en nuestras relaciones, seamos amables con nosotros mismos. Utilicemos el lenguaje para que nuestro estado de ánimo mejore (lo que nos decimos tiene una relación directa con nuestro estado de ánimo).
Os animo a probar estas dos cosas durante una semana:
Mirar a vuestro alrededor, a los árboles, a los niños, a los perros, a los ancianos paseando tranquilos por el barrio, a los amigos riéndose y compartiendo anécdotas, empaparos de lo bueno del entorno
Observad, y si podéis, salid fuera, a la sierra, al campo, al parque, a respirar, ver, disfrutar, sin prisa, dejando la mente con el teléfono en silencio, sólo dejando que vuestros sentidos cobren protagonismo
Revisad cómo habláis y como os habláis, el cariño de las palabras es un boomerang, das y recibes de la misma manera.
Yo seguiré por aquí, trabajando e intentando haceros pensar, otras contando cosas sobre trastornos, otras simplemente intentando que paséis un buen rato.
Necesitaba mi paz, mi casina, mis praos para poder volver a escribir, porque yo misma había dejado de sentir, pero todo vuelve, afortunadamente, y cuando la ilusión vuelve, la sientes de una forma renovada.
Feliz Día de la Santina.
LOS BUENOS PROPÓSITOS DE SEPTIEMBRE
Disfrutad del camino, y para ello, para que podáis comenzar una pequeña reflexión de la importancia del proceso y su disfrute más que de los resultados, os dejo el poema de Itaca, sin duda todo un compendio de lo que debería ser cómo llegar a un objetivo.
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