Es muy español eso de ir juzgando a las personas. En tres minutos de ver a una persona ya le hemos cortado un traje, para qué esperar, escuchar, intentar comprender… nos lanzamos a juzgar personas y situaciones con una ligereza digna de mejor causa.
Tal vez ese mal vicio se vaya curando con la edad, yo creo que sí, que las personas mayores, por la experiencia de la vida y porque ya no se creen los más listos del pueblo, suelen ser más pacientes a la hora de enjuiciar.
Por supuesto somos iguales juzgando personas y situaciones (vete a un bar a la hora de un partido y te vas a encontrar a los mejores seleccionadores nacionales de fútbol todos ahi, concentrados con su cañita y su profunda reflexión sobre alineaciones, pases y faltas).
Hasta ahí nada que objetar, que somos muy jueces y que de todo opinamos, y eso, no hace demasiado daño (excepto cuando la persona ya es una criticona nivel pro, que lo que necesitaría es ver su nivel de frustración para saber por qué le fastidia todo el mundo).
Bueno, a ese tipo de personas, se les puede aconsejar que miren a ver si se pueden comprar una vida por Amazon, que seguro que las venden.
PERO NO ES ESE EL TIPO DE JUICIO PELIGROSO
El juicio peligroso para nuestra satisfacción personal y nuestro grado de adaptación es el que hacemos sobre nosotros mismos.
Hay personas que se detestan de una forma increíble. Todo lo que hacen les parece que los demás lo va a juzgar ridículo, inapropiado, absurdo…
Estas personas siguen el lema de “antes de hablar: fustígate”, y claro, como su autoconcepto es malo y consideran que lo que ellos digan no es igual de válido que lo que dicen los demás, suelen ser personas que se retraen y sólo se atreven a ser ellas mismas con muy pocas personas.
Este problema en algunos casos es debido a un trastorno por fobia social (miedo a la interacción social), y en otras ocasiones es por una conducta aprendida, o por haber sido muy cuestionados por sus padres en su infancia.
Es necesaria la intervención sobre estas personas porque no son felices. Desearían ser como las otras personas, estar cómodas, disfrutar con amigos, dar su opinión, pero creen que esto no es para ellos.
Afortunadamente el desarrollo de técnicas apropiadas incrementan las habilidades sociales de estas personas, a la vez que se trabaja sobre sus creencias erróneas sobre que otras personas siempre nos van a juzgar negativamente.
Si este es tu problema, es hora de que te grabes en la cabeza que NADIE ES MAS QUE NADIE, y a partir de ahí empezar a cambiar el juicio implacable por la reflexión sobre lo que hacemos y decimos, pero no con el objetivo de cohibirnos, sino de encontrarnos cada vez más integrados socialmente.