Descripción de los problemas que nos solemos encontrar en una ruptura de pareja, y pequeñas reflexiones para poder superar esta situación.
Leer másSOLEDAD: UNA DE LAS PRIMERAS CAUSAS PARA IR AL PSICÓLOGO
Efectivamente, uno de los principales motivos de petición de consulta en el psicólogo es "la soledad".
Este sentimiento se distribuye de forma homogénea entre la población, es un mal que no respeta sexo ni edad (nos referimos a la edad adulta).
Muchos casos de los que se presentan obedecen a una ruptura de pareja, pero en muchas ocasiones, las personas que sienten esta emoción tan negativa, son personas jóvenes que se encuentran aisladas, ya que al llegar a una edad en la que sus amigos o amigas se han emparejado, cambian los planes y ellos se encuentran de golpe aislados.
La soledad se siente muchas veces incluso cuando se está rodeado de gente, porque la soledad de la que hablamos, la patologica, la que produce miedo y se ve como irreversible, es una soledad respecto a la posibilidad de compartir intimidad, planes, ideales, proyectos, de sentirse especial para alguien.
La emocionalidad negativa unida al sentimiento de soledad produce pensamientos catastróficos, la persona no encuentra una salida a esta situación, se siente atrapada, sin capacidad de cambiar las cosas.
El mayor error que puede cometer una persona que siente ese tipo de soledad (la del alma), es lanzarse a la búsqueda de una persona que mitigue esa sensación. Puede encontrarla, puede cerrar esa sensación en falso, pero la realidad es que es una manera rápida de alivio que simplemente supone no enfrentarse a la realidad de no saber disfrutar el momento vital, el no querer reconocer que no ha llegado a la madurez personal que supone no necesitar una pareja (lo que a veces desemboca conformarse, engañarse a uno mismo o priorizar la compañía a la auténtica felicidad que supone la plenitud de una relación).
Cuando una persona siente esa soledad, debería realizar un trabajo personal previo, analizar sus pensamientos catastrofistas, su necesidad de alivio a cualquier precio, la obsesión por encontrar fuera lo que debería encontrar dentro de su persona.
Hay muchas maneras de ser feliz, y no todas pasan por estar en pareja (de hecho hay personas que se aferran a estar en pareja a pesar de su profunda insatisfacción, pero el miedo a esa soledad les impide avanzar, ser valientes para intentar aprender a disfrutar de la vida).
La persona que sufre de "soledad" primero debe quererse (normalmente la autoestima está dañada), profundizar sobre las cosas que le hacen disfrutar o que desea realizar, y priorizarlas. Muchas puede empezar a hacerlas sola, evitando la rumiación del "todos en pareja menos yo", y cambiándolo por "tengo la suficiente autonomía para saber qué cosas me gustan y hacerlas, no dejar pasar la oportunidad".
El trabajo en uno mismo, aprender a caminar sólo por la vida sin obsesiones por encontrar a alguien o esos pensamientos negativos sobre la imposibilidad de tener una pareja, hace que poco a poco (y tengo que recalcar el poco a poco), la persona se centre en sí misma y en sus necesidades, se siente orgullosa de sus pequeños y grandes logros y pierda el miedo a la soledad.
Cuando la persona deja de obsesionarse con buscar a alguien, pierde ese halo de negatividad y de cierto grado de desesperación, que actúa como un auténtico repelente para las otras personas. Nada más agradable que la serenidad y seguridad en si misma que emana de alguien que disfruta por si mismo de lo que hace, que se siente libre de decidir y hacer: que elige.
Las personas que aprenden a vivir en soledad, disfrutar de lo que hace, abrirse a nuevas experiencias, propiciar nuevas amistades, nuevas formas de ocio, que saben lidiar con la frustración de los días grises (que se tienen en soledad y sin ella), se muestran serenas, satisfechas, abiertas a nuevas experiencias, recuperan su autoestima y, esto es fundamental: eligen.
Si estás en un período en el que te encuentras solo debes recordar algunas cosas:
- Cuanto más desesperadamente busques a alguien, más posibilidades de elegir mal
- Sentirse solo es una oportunidad de conocerse a uno mismo y aprender a valorarse y disfrutar por uno mismo de las cosas
- Tu soledad durará tanto tiempo como el que tu te dediques a sentir autocompasión de ti mismo. Mírate al espejo y decide si a esa persona que te devuelve el reflejo la quieres hacer un ser triste o prefieres sacudirte el polvo del camino y empezar de cero, paso a paso, hacia la seguridad en ti mismo
- Aprovecha este momento para enriquecerte como persona
- Deja de huir de ti mismo: al final sólo te tienes a ti
- La gente no te mira como un bicho raro por ir solo a los sitios: comer en un restaurante, ir solo al cine o al teatro puede ser desagradable si estás más pendiente de lo que piensan los demás que si te centras en el disfrute, en un par de veces te importará bien poco lo que opine la gente
- Tras ese proceso duro de soledad, saldrás reforzado como persona, y probablemente los demás te encontrarán una persona enriquecedora e interesante
Acuérdate que la vida tiene momentos malos. De ti depende en convertir un mal momento en una oportunidad para aprender a ser feliz.
Y...jamás te conformes por evitar este momento de dolor. No siempre vas a estar solo, pero de cómo gestiones esta experiencia puede depender encontrar la persona adecuada o encontrar la persona que te hace sentir que tienes pareja, pero que con el corazón en la mano piensas "estaba mejor sola que mal acompañada".
La soledad no es eterna. El camino para superar esa sensación es duro. Los frutos son dulces.
DECIR: "TODAVÍA ERES JÓVEN" NO AYUDA EN UNA RUPTURA
La vida son etapas, cada una con sus características. Cuando demos un consejo a una persona joven, debemos tener en cuenta que aunque la experiencia es un grado, también es necesario saber apreciar la fuerza de la juventud, la esencia de "el aquí y ahora". Si no podemos ponernos en su lugar, tal vez no sea muy acertado el consejo dado con tan buena intención.
No debería sorprenderos la fuerza de la juventud, su ímpetu, su falta de proyección en el futuro.
Una persona de 18,, 20, 25 años es incapaz de tener una experiencia vital que le enseñe que las cosas duelen, dejan de doler y pasan, viven sus experiencias como lo que son, lo más grande en las experiencias: el primer dolor, el primer desamor, la primera ruptura.... es desgarrador.
Para los jóvenes que pasan por la experiencia de una ruptura sentimental no deseada, la vida se despedaza, porque es casi todo lo que han experimentado. La entrega al primer amor, sin experiencias previas, es algo puro, es la máxima expresión de un afecto que se considera atemporal y que la propia juventud hace ver imbatible, más allá de las dificultades.
Cuando se produce esta ruptura nos encontramos con dos perfiles: los que han sabido conservar su núcleo de amistades, han diferenciado un poco el mundo "de la pareja" de los amigos y se pueden refugiar en su grupo, en su gente, para vivir esta terrible experiencia con el total apoyo de sus amigos (nunca nadie sentirá tanto la intensidad de la amistad como cuando se produce una ruptura en la juventud).
Hay otro grupo de chicos, a los que yo llamo cariñosamente "los matrimonios de enanos", que se han encerrado en una relación hermética al mundo, absorbente. Han ido apartándose de amistades y planes de ocio y han convertido a su pareja en su auténtica "costillita". Este grupo tiene a menudo dificultades serias para superar el momento.
La depresión se une a la baja autoestima, la perplejidad, su primer mundo roto en pedazos y la sensación que jamás van a superar este momento. Los que ya llevamos una temporada por estos lares, sabemos que de todo se sale, y que al final el rodaje hacia la normalidad tiene muchas tardes de cara de póker y estar muriéndose por dentro, hasta que dejan de apetecer las canciones tristes, recordar los momentos felices que no volverán, y se tiene conciencia de que la vida sigue, que no se va a detener y que hay que seguir adelante.
Un joven ante una ruptura necesita EMPATÍA, pero de la buena, no de la "sé cómo te sientes", de la de "me acuerdo cómo me sentí". Saber que todas sus emociones, sus miedos, su inseguridad son reales y no menos dolorosas que cualquier otro dolor de la vida son fundamentales.
No le digas a un joven en proceso de ruptura "eres joven". Eso no le ayuda y sólo demuestra que no aceptas su dolor porque lo pasas por la tamiz de una experiencia de la que ellos carecen, y que tienen que vivir.
Proporcionarles herramientas para no caer en errores como vigilar o espiar a su ex, sentirse culpable, aislarse del mundo o pensar que volverá, es fundamental en estos momentos.
Reconstruir a un chico joven herido duele. Verle salir de la consulta para comerse el mundo a bocados es una experiencia maravillosa.
ENFRENTARSE A LOS 50 EN SOLEDAD
Empiezo aclarando que no es que vaya a hablar de quedarse sin pareja explícitamente en la década de los cincuenta, vale por igual para otras edades, pero he cogido ésta porque supone el mayor volumen de pacientes que acuden a consulta por un problema de soledad.
Hablamos de hombres y mujeres que han tenido pareja y han roto. Consideran que ya son demasiado mayores para rehacer su vida (premisa falsa) en primer lugar porque piensan que rehacer su vida sería tener otra pareja, en segundo lugar porque el sentimiento de “ser ya demasiado mayor” se encuentra igual en jóvenes de 20 años, el estado de ánimo, ver el lado negativo de la situación nos hace pensar que nunca, nunca (pero que nunca, eh?) vamos a encontrar OTRA pareja y que jamás seremos felices.
En personas más jóvenes este pensamiento irracional les dura normalmente una semana de pijama, manta y ojos como bolas de billar de llorar con las canciones más patéticas que encuentran en su playlist. Al poco tiempo se sacuden el polvo del camino y vuelven a salir, hacer planes y normalizar su vida (excepto que el tema se complique con obsesiones por la pareja, idas y venidas y situaciones que pueden enquistar la situación).
En hombres y mujeres de 50 años la situación es diferente, lloran menos y se desesperan más. Se bloquean. Las mujeres consideran que ya no hay oportunidades de volver a ser feliz, y los hombres se lanzan al thinder como posesos (las mujeres en muchos casos, también: siempre están las amigas bien intencionadas pero con menos capacidad de análisis que un puercoespín).
El problema es que la ruptura de una pareja a esta edad, cuando no se espera y la vida ya está construida y se piensa en recoger los frutos, es que no nos paramos mucho a pensar. las parejas no se rompen así, como a quien se le cae un cubierto. Las parejas se rompen porque hay un desgaste previo y dos personas que han pensado que metiendo la cabeza bajo tierra, las cosas se arreglarían, total, toda la vida juntos…. pero muchas veces uno de ellos no se quiere resignar y rompe la relación.
Normalmente a las personas que vienen tras una de estas rupturas, y que están obsesionadas por querer recuperar la relación, les hago reflexionar sobre cómo era realmente su relación. Vaya sorpresas te llevas entonces: él o ella hacía tiempo que pasaban de todo, que todo eran disputas, que no tenían relaciones, que no tenían cosas en común más que la rutina. Y entonces viene la pregunta que les deja a cuadros: ¿tú estás enamorado/a de la persona de ahora o de la que conociste, la de los primeros años?. No falla, normalmente se dan cuenta que ya no están enamorados, pero lo más increíble es que lo descubren en la reflexión, vamos, que venían pensando que perdían al amor de su vida.
Y en este momento empieza el trabajo: VAMOS A REHACER TU VIDA. ¿Y qué es rehacer una vida?, ¿encontrar nueva pareja? PUES NO, DEFINITIVAMENTE NO. Rehacer la vida es encontrarse a uno mismo, interrogarse sobre cosas como: y yo, a los veinte años, ¿qué ilusiones y proyectos tenía? de repente nos damos cuenta de los viajes que no hemos hecho, de aquellas ganas de aprender piano, o inglés, o hacer algo de deporte, o aprender cocina japonesa o tener un grupo de amigas o amigos con los que compartir momentos de risa, sin presión, sin buscar nada más que pasar un buen rato.
Y la soledad cuando te encuentras contigo mismo, ya no es soledad, es paz.
Empleas el tiempo como tu quieres, haces lo que te apetece y sabes que existen un montón de cosas por vivir, pero para ello hay que arriesgarse, si te compras la toquilla de lana y la mecedora, estás perdido/a. Hay que arriesgarse. Nadie te va a juzgar por empezar a hacer cosas “a tu edad” porque resulta que cada día rompen parejas y mueren parejas, y siempre hay personas que sienten lo mismo que puedes sentir tu: soledad y sensación de haber perdido algún tren.
Reflexiona por un segundo sobre una imagen muy característica: personas mucho mayores que tú, las personas de 70, 80, etc. años que viajan con el Imserso. Se lo pasan como auténticos enanos! Esto mismo ocurre con personas que se quedan viudas, como su objetivo no es encontrar otra pareja, se reponen antes, buscan actividades, socializan, hacen yoga o se van de senderismo o a conocer su ciudad o al teatro…. no tienen esa presión por conocer a alguien.
En ese punto te tienes que situar: has terminado una relación y te reconoces que realmente no eras feliz (si alguien te deja es porque ya no te quiere, y si no te quiere, difícilmente te hará feliz. Tienes que encontrarte a ti misma/o, perder los miedos, vencer las inseguridades, cambiar la forma de pensar hacia una actitud más positiva, y pensar que la felicidad se construye, no aparece.
Y ojalá en tu camino aparezca nuevamente una persona que te colme, y que ya, con lo aprendido en el camino, sepas decir sí o decir no, pero porque sea lo que quieres, no lo que necesites. Ojalá que aprendas que a veces “no hay mal que por bien no venga” y que sepas que el amor más importante de tu vida eres tú.
Empieza hoy mismo a construir tu felicidad, ya tengas 20, 30, 40, 50, 60, 70…. (bueno los de 70 suelen pasárselo pipa, no sé yo bien que tiene esa edad).
Feliz día para todos vosotros.
LA MEMORIA SELECTIVA EN EL FIN DE UNA RELACIÓN
Cuando una pareja rompe lo usual es que sea uno de los dos el que se arme de valor para dar el paso.
Las rupturas son difíciles, las rupturas en las relaciones verdaderas, claro, porque si desde el principio no existe un compromiso o un plan de futuro, romper una relación es como cambiar de vaqueros.
Pero aquí tratamos el problema de parejas consolidadas, las que tienen una proyección de futuro y empezaron con la ilusión de compartir sus vidas. Pero la realidad a veces es amarga, las situaciones complejas, y ante todo, no podemos planificar el futuro porque es incierto: demasiados factores entran en juego y nos hacen ir sorteando el día a día requiriendo ajustar nuestros planes, nuestras expectativas, nuestra forma de actuar.
En las parejas que las cosas se tuercen, que motivos hay a cientos, desde los mas simples: se acaba la atracción, el camino de ambos es divergente, las discusiones son demasiado amargas, a situaciones complejas como infidelidades o faltas de respeto que hacen imposible la convivencia.
Sea cual sea la causa, la ruptura es un fracaso de un proyecto, en el que une pone el punto y final y otro se siente “el abandonado”. Esta exposición, que es la común en las rupturas es simplista y ayuda a dar una respuesta a una situación: el culpable y el inocente.
Nadie es totalmente culpable, nadie es totalmente inocente, incluso cuando se produce una infidelidad, hurgando un poco nos encontramos parejas en las que una de las dos personas se ha sentido relegada a un segundo plano respeto a las tareas cotidianas, que ha reclamado más atención, recuperar la magia, la comunicación y no ha recibido respuesta. En este caso, cubrir las necesidades afectivas han tenido un motivo (la deslealtad no es la forma, aunque exista una explicación para ello).
En cualquier caso, normalmente a consulta acude “el dejado”, “el humillado”, el que no sabe el por qué real de la ruptura (normalmente nunca lo sabrá, la gente suele dar respuestas de compromiso porque ya no luchan por la relación y no quieren arreglar las cosas).
La persona que se siente abandonada sufre, añora a la persona que fue su pareja y…. normalmente pierde un poco el sentido de la realidad, cosa normal, es dolor es insoportable y en estos casos el componente obsesivo lo convierte en patológico.
Ahora bien, a la persona a “la que han dejado” se serena y puede hablar del pasado, el discurso inicial de incomprensión y de deseo de regresar con su pareja, empieza a verse empañado por episodios en los que la convivencia no era tan idílica, la persona no era tan perfecta, vamos que en muchos casos la relación era una castaña, pero como somos cobardes, preferimos una mala relación de pareja a la soledad, y hacemos de la necesidad virtud, y “nos creemos” esa historia que ya no funciona.
En terapia intentamos que la persona sea más objetiva respecto a la biografía de su relación, a sus verdaderos sentimientos antes de la ruptura, a cómo se sentía, como vivía aquella vida, e incluso en como era su pareja en los últimos tiempos. Es un proceso que “descoloca” un poco, porque la persona empieza en un modo piloto automático de ver solo lo bueno que ha perdido y es incapaz de ver la realidad.
Cuando conseguimos superar ese momento, que recupere su identidad, que comprenda que su felicidad es importante y no se basa en el pasado, sino en el presente que está construyendo y en el futuro, empieza a ver las lagunas y las imperfecciones de lo vivido. A veces se da cuenta que seguía dentro de una relación por inercia pero los sentimientos iniciales, esos que está reviviendo ahora, los únicos que parece recordar, hace tiempo que desaparecieron.
El choque con la realidad es un proceso fascinante, porque la persona, sorprendida, es capaz de analizar el pasado de forma objetiva, y sus sentimientos se recolocan, y empieza a luchar por recuperar su autoestima, por ser feliz comprendiendo que la verdadera felicidad no es que alguien nos quiera (que está muy bien), sino sentirse en paz con nosotros mismos, sintiendo que no hay gran diferencia entre lo que deseamos ser y hacer y lo que tenemos. En ese punto, una pareja tiene que ser alguien que nos aporte, que nos sume, que nos realce, que ponga la guinda al pastel de nuestra vida.
El dato más positiva es que la totalidad de las personas que han pasado por terapia (por lo menos en esta consulta), han experimentado una mejoría en menos de un mes de tratamiento, al segundo mes de tratamiento (como anécdota, habían cambiado la foto de perfil por otra en la que mostraba una actitud optimista y relajada). A los tres meses, no volverían con su pareja ni les tocarían con un palo, no por rencor, simplemente por ser pasado y no presente ni futuro.
Si estás en el momento de manta, pañuelos, música romántica y visitas constantes a sus redes sociales, pensando que la vida ha terminado, date una oportunidad. Busca ayuda, abre los ojos y empieza a caminar por la vida eligiendo el cómo, con quien y sabiendo abandonar algo cuando ya no es una fuente de gratificación.
El dolor no es eterno, no lo hagas eterno.
RUPTURA DE PAREJA: LA COBARDÍA HISTÉRICA
Cuando una persona decide zanjar una relación, no nos engañemos, no es fruto de un impulso o de un capricho (habría que diferenciar de los dañinos “calentones” con amenaza incluida, que no son sanos ni responsables).
Una persona toma la decisión de abandonar la relación tras muchos intentos de cambiar las cosas, de hacer ver a la otra persona que no es feliz, que las cosas no marchan bien, que se está produciendo una distancia.
Sin embargo hay quien no toma en cuenta estas advertencias, son como los futbolistas, que tras veinticinco advertencias les pitan la roja y todavía se muestran incrédulos.
Las personas que no toman en cuenta los avisos de que las cosas van mal ni hacen nada por mejorarlas, simplemente no están considerando la posibilidad de que la ruptura se produzca: ellos/ellas han conseguido establecer en la relación una zona de confort a medida de sus necesidades, y tampoco están dispuestas a los esfuerzos, se sienten tan cómodos que piensan que nadie rompería una situación así.
A veces ni se plantean si el amor perdura, si la relación es gratificante, si era esto lo que desearon: la rutina les resulta segura y se autoconvencen de que ésta es la vida que siempre quisieron tener. Pero la relación es de dos, y si la balanza se desequilibra, se produce el temido momento del “te dejo”.
Aquellas personas que han hecho caso omiso a que algo no iba bien, han adoptado la técnica de la avestruz que esconde la cabeza: no han querido darse cuenta, no han querido escuchar y no han querido solucionar los problemas, y ahora viene el momento delicado: el llanto y el crujir de dientes.
El miembro de la pareja que ha decidido acabar con todo lleva un proceso de desgaste en el que a pesar de sus intentos de que las cosas funcionen ha sentido impotencia, frustración y en muchos casos rencor. No es que quieran el mal de la otra persona: simplemente necesitan con desesperación aire fresco, sentirse escuchados, comprendidos, apoyados, algo que no han tenido y que se ha ido haciendo tan patente como para que su decisión normalmente sea firme, a pesar de las promesas de cambio de la otra persona.
Cuando se plantean las situaciones así (que es un tipo de ruptura distinta a las discusiones diarias, infidelidades o problemas derivados de adicciones, etc), las rupturas por distanciamiento y desgaste, pueden llevar a situaciones en las que la persona abandonada actúa con muy poca madurez.
Suele adoptar la posición de víctima, rogar a su pareja, intentar de repente hacer todo aquello que se le demandaba durante años, pero ya no hay solución.
En estos casos suelen caer en situaciones de depresión y de ansiedad: tienen miedo al futuro, a la vida en solitario, a “quedarse solos” (qué egoísta es este sentimiento). Es difícil que puedan hacer una labor de introspección que les lleve a comprender que el “fuera de servicio” llega por muchas cosas en las que su responsabiidad es un factor importante, pero es absolutamente necesario que recapaciten, seguir hacia adelante como víctimas inocentes les hará caer en los mismos errores y en las mismas tragedias.
El “no voy a poder”, “no soy capaz de afrontar esta situación”, “qué va a ser de mi a partir de ahora”, son quejas habituales. Enseñarle a la persona a darse autoinstrucciones positivas, a buscar solución a los problemas prácticos que se le plantean es necesario para que poco a poco pueda ir recuperando la autoestima.
También es habitual que busquen el consuelo en sus allegados, algo que en principio es muy positivo, pero esa forma de ser, un tango egoísta hace que en realidad sólo quieran ser escuchados, no aconsejados, y ser escuchados como un taladro, sin reparar en que entre la escucha y la comprensión de un amigo o familiar y convertirte en el/la enfermera de la persona abandonada va un mundo, puede llegar a producir rechazo en los allegados que se sienten saturados.
El “no puedo” es un claro “ni lo voy a intentar”, y la persona lo primero que tiene que tener en cuenta es que no está ante una situación hipotética, está ante una realidad en la que no cabe el “me enfado y no respiro”. Hay que tomar decisiones, aprender a salir lloradito/a de casa, analizar los problemas con los que nos encontramos, hacer cambios en la forma de vida, pedir ayuda si es necesaria para ir dando forma a una nueva trayectoria personal que nos haga crecer como personas, como seres humanos capaces de vencer las adversidades y superar el dolor.
El histerismo en estas situaciones agrava el problema. Cuando una persona entra en pánico y lo ve todo como insuperable, cada vez se encuentra más desesperada y ansiosa, es incapaz de tomar decisiones, duda de todo, pensar en mover un dedo ya le supone una hazaña épica. Necesita recuperar la calma, y entender que, efectivamente está pasando por una situación muy desgraciada, pero mantener la calma, pensar en soluciones poco a poco, aceptar el mal momento con la confianza en un futuro mejor, le hará más llevadero el momento.
Especialmente importante es este tipo de rupturas cuando hay hijos. Involucrarles, hacerles ver nuestro malestar, nuestro miedo, llorar por las esquinas, puede tener consecuencias desastrosas: los chicos pueden sentir miedo del futuro al darse cuenta que uno de sus progenitores “no pilota” en absoluto, pueden perder el respeto o sentir desprecio hacia la actitud que toman. Es lógico que sepan que el núcleo familiar está pasando por una situación dolorosa, que a ellos mismos les atañe, pero añadirles dolor por la impotencia de ver el sufrimiento extremo de uno de sus progenitores no hace bien a nadie.
Si alguien cercano a ti sufre una desgracia, le animas, le intentas insuflar fuerzas, le haces sentir capaz de superar la situación. Eso mismo tienes que hacer contigo: darte autoinstrucciones positivas, planificar formas de pasar el trago (que no es eterno) de la mejor manera posible. No caer en catastrofismos sobre una vida solitaria (siempre me acuerdo de la pobre señora que los cangrejos le comían las ropas en el Muelle de San Blas).
Es normal el dolor, es normal la decepción, y el miedo, pero el miedo no puede paralizarte: analiza, pide ayuda, haz un plan para resurgir, céntrate en los pequeños avances, date pequeños caprichos, SIÉNTETE ORGULLOSO/A DE TI.
La histeria nubla la razón, impide pensar, conduce al pánico, pero recuerda: estamos hablando de algo que ya está pasando, no es momento de perder el norte, es momento de centrarse, sufrir, tirar y esperar a un futuro que va a ser tuyo y va a ser bueno.
HAY UN TIEMPO PARA CADA COSA. MEDITA SOBRE LO QUE PROCEDE
El problema viene cuando no respetamos los tiempos para cada cosa, no dejamos que la vida fluya al compás de la situación, y surge el malestar.
Queremos recibir los frutos sin habernos tomado el tiempo de sufrir plantando y esperando que germinen nuestros esfuerzos, buscando siempre la recompensa rápida, sin aprender a sufrir para lograr, y así surgen problemas de frustración (esto le pasa especialmente a la gente joven que piensa que los móviles crecen en los árboles, y la paga es un derecho a cambio de nada).
Otras partes que tienen mucho de psicológico son las que hablan de los tiempos de abrazarse y los tiempos de despedirse (qué difícil resultan algunas rupturas, que se tornan eternas y tortuosas)
También aquellos en que se empeñan en ser amados por el hecho de estar enamorados, y que creen que terminarán consiguiendo que la otra persona se enamore por su perseverancia (entramos en la categoría cansinos históricos) Estas personas no aceptan un no por respuesta y se mueven en el mundo de las obsesiones y los celos.
Y sí, también hay momentos de rasgar, y acabar con aquellas cuestiones que nos empobrecen (criticar, envidiar, mentir, tener adicciones…), hay momentos para romper con ello y construir una vida en que todo aquello que en el fondo nos hería, lo cosamos para que tan sólo quede una pequeña cicatriz
Y sí, también es posible que llegue tiempo de odiar a quien se amó, tampoco vamos a ir por ahí de santitos. El odio cuando nos dañan es una reacción natural, en la que imaginamos a la persona a la que amábamos sufriendo 17 tipos de torturas, a cual más cruel, si así te quedas mejor, adelante. El proceso de duelo en una ruptura lleva el odio como una fase, pero ojo: esto no es barra libre: es una fase que tiene que estar muy limitadita en el tiempo, y que se puede cambiar por unas sesiones de boxeo que nos liberen. El tiempo de odiar debe ser corto, dando lugar a otro momento: el de volver a amarte a ti mismo, en ese momento el odio se convertirá en indiferencia o una sonrisa torcida con un pensamiento “qué cabroncete/a” cuando recuerdes lo que te llevo a romper el amor.
También hay tiempo para la guerra, la lucha, la reclamación….pero no puede ser permanente. Los profesionales de la reivindicación terminan olvidando que una reivindicación debe orientarse al bienestar no a la crispación permanente.
Y sí, tiempo de hablar y de comunicarte, y de expresarte…y tiempo de callar para no dañar o simplemente para algo tan necesario como es escuchar.
Como veis no he seguido el orden de los versos. Intento que volváis sobre ellos, y que os paréis a buscar vuestra propia interpretación.