La vida son etapas, cada una con sus características. Cuando demos un consejo a una persona joven, debemos tener en cuenta que aunque la experiencia es un grado, también es necesario saber apreciar la fuerza de la juventud, la esencia de "el aquí y ahora".
Si no podemos ponernos en su lugar, tal vez no sea muy acertado el consejo dado con tan buena intención.
No debería sorprenderos la fuerza de la juventud, su ímpetu, su falta de proyección en el futuro.
Una persona de 18, 20, 25 años es incapaz de tener una experiencia vital que le enseñe que las cosas duelen, dejan de doler y pasan, viven sus experiencias como lo que son, lo más grande en las experiencias: el primer dolor, el primer desamor, la primera ruptura.... es desgarrador.
Para los jóvenes que pasan por la experiencia de una ruptura sentimental no deseada, la vida se despedaza, porque es casi todo lo que han experimentado.
La entrega al primer amor, sin experiencias previas, es algo puro, es la máxima expresión de un afecto que se considera atemporal y que la propia juventud hace ver imbatible, más allá de las dificultades.
Cuando se produce esta ruptura nos encontramos con dos perfiles: los que han sabido conservar su núcleo de amistades, han diferenciado un poco el mundo "de la pareja" de los amigos y se pueden refugiar en su grupo, en su gente, para vivir esta terrible experiencia con el total apoyo de sus amigos (nunca nadie sentirá tanto la intensidad de la amistad como cuando se produce una ruptura en la juventud).
Hay otro grupo de chicos, a los que yo llamo cariñosamente "los matrimonios de enanos", que se han encerrado en una relación hermética al mundo, absorbente. Han ido apartándose de amistades y planes de ocio y han convertido a su pareja en su auténtica "costillita". Este grupo tiene a menudo dificultades serias para superar el momento.
La depresión se une a la baja autoestima, la perplejidad, su primer mundo roto en pedazos y la sensación que jamás van a superar este momento.
Los que ya llevamos una temporada por estos lares, sabemos que de todo se sale, y que al final el rodaje hacia la normalidad tiene muchas tardes de cara de póker y estar muriéndose por dentro, hasta que dejan de apetecer las canciones tristes, recordar los momentos felices que no volverán, y se tiene conciencia de que la vida sigue, que no se va a detener y que hay que seguir adelante.
Un joven ante una ruptura necesita EMPATÍA, pero de la buena, no de la "sé cómo te sientes", de la de "me acuerdo cómo me sentí".
Saber que todas sus emociones, sus miedos, su inseguridad son reales y no menos dolorosas que cualquier otro dolor de la vida son fundamentales.
No le digas a un joven en proceso de ruptura "eres joven". Eso no le ayuda y sólo demuestra que no aceptas su dolor porque lo pasas por la tamiz de una experiencia de la que ellos carecen, y que tienen que vivir.
Proporcionarles herramientas para no caer en errores como vigilar o espiar a su ex, sentirse culpable, aislarse del mundo o pensar que volverá, es fundamental en estos momentos.
Reconstruir a un chico joven herido duele. Verle salir de la consulta para comerse el mundo a bocados es una experiencia maravillosa.