El problema viene cuando no respetamos los tiempos para cada cosa, no dejamos que la vida fluya al compás de la situación, y surge el malestar.
Queremos recibir los frutos sin habernos tomado el tiempo de sufrir plantando y esperando que germinen nuestros esfuerzos, buscando siempre la recompensa rápida, sin aprender a sufrir para lograr.
Y así surgen problemas de frustración (esto le pasa especialmente a la gente joven que piensa que los móviles crecen en los árboles, y la paga es un derecho a cambio de nada).
Otras partes que tienen mucho de psicológico son las que hablan de los tiempos de abrazarse y los tiempos de despedirse (qué difícil resultan algunas rupturas, que se tornan eternas y tortuosas)
También aquellos en que se empeñan en ser amados por el hecho de estar enamorados, y que creen que terminarán consiguiendo que la otra persona se enamore por su perseverancia (entramos en la categoría cansinos históricos).
Estas personas no aceptan un no por respuesta y se mueven en el mundo de las obsesiones y los celos.
Y sí, también hay momentos de rasgar, y acabar con aquellas cuestiones que nos empobrecen (criticar, envidiar, mentir, tener adicciones…).
Hay momentos para romper con ello y construir una vida en que todo aquello que en el fondo nos hería, lo cosamos para que tan sólo quede una pequeña cicatriz
Y sí, también es posible que llegue tiempo de odiar a quien se amó, tampoco vamos a ir por ahí de santitos.
El odio cuando nos dañan es una reacción natural, en la que imaginamos a la persona a la que amábamos sufriendo 17 tipos de torturas, a cual más cruel, si así te quedas mejor, adelante.
El proceso de duelo en una ruptura lleva el odio como una fase, pero ojo: esto no es barra libre: es una fase que tiene que estar muy limitadita en el tiempo, y que se puede cambiar por unas sesiones de boxeo que nos liberen.
El tiempo de odiar debe ser corto, dando lugar a otro momento: el de volver a amarte a ti mismo, en ese momento el odio se convertirá en indiferencia o una sonrisa torcida con un pensamiento “qué cabroncete/a” cuando recuerdes lo que te llevo a romper el amor.
También hay tiempo para la guerra, la lucha, la reclamación….pero no puede ser permanente. Los profesionales de la reivindicación terminan olvidando que una reivindicación debe orientarse al bienestar no a la crispación permanente.
Y sí, tiempo de hablar y de comunicarte, y de expresarte…y tiempo de callar para no dañar o simplemente para algo tan necesario como es escuchar.
Como veis no he seguido el orden de los versos. Intento que volváis sobre ellos, y que os paréis a buscar vuestra propia interpretación.