La valoración de un estado depresivo se realiza teniendo en cuenta los síntomas del paciente (cansancio, tristeza, sentimientos de desesperanza, pensamientos, negativos, etc), utilizando un abordaje cognitivo-conductual, con apoyo de fármacos antidepresivos en muchas ocasiones.
Cuando se analiza la situación de estas personas destaca la pérdida de reforzadores positivos: todo aquello que antes les proporcionaba placer ya no les interesa.
Se muestran apáticos y desmotivados, rechazando el contacto social y prefiriendo aislarse en sus pensamientos negativos y su tristeza, lo que se convierte en un círculo vicioso que es necesario romper.
En este punto la TERAPIA DE ACTIVACIÓN CONDUCTUAL se ha mostrado más eficaz que la farmacológica, reduciendo la tasa de abandonos y, una vez instaurada, posibilitando trabajar más fácilmente otros aspectos de la depresión (como los pensamientos negativos).
La Activación Conductual parte de la premisa de que el inicio de la depresión es consecuencia de un suceso desencadenante, que de forma súbita o progresiva, aparta al sujeto de sus fuentes de reforzamiento positivos.
Este modelo enfatiza el papel de las pérdidas vitales (divorcios, fallecimientos, pérdida de amigos o trabajo) como elicitadores de muchas depresiones.
La perpetuación de las conductas de inactividad se instaura de forma progresiva, de forma que el modelo afirma que "las conductas depresivas están bajo un paradigma de reforzamiento negativo".
Sin embargo, lo más importante se produce a continuación, cuando empieza a funcionar en el paciente el control aversivo: al deprimirse, la persona se aleja o rompe con su entorno habitual y rompe con las rutinas presentes en su vida.
En ocasiones realizar las tareas previas le comporta dolor o incomodidad, además de sentirse inseguros en las situaciones sociales, que cada vez cuesta más afrontar.
Progresivamente se produce una pérdida de capacidad para afrontar los problemas y el propio estado de tristeza hace que la persona tema no poder contener las lágrimas ante los demás, alejándose de su círculo habitual.
Por último, se entra en la dinámica de la evitación, en la que cada vez se postergue más la realización de cualquier esfuerzo encaminado a restablecer la dinámica anterior.
EL TRABAJO EN LA MOTIVACIÓN DEL PACIENTE DEPRESIVO
En la Activación Conductual se estima fundamental que el paciente entienda el enfoque de su problema, y que comprenda que se tiene que comprometer con objetivos (de poco a mucho) independientemente del esfuerzo que le suponga, o que no le reporte ningún placer.
La mejoría anímica no viene "de dentro hacia afuera", sino que sucede justo al revés: "de fuera hacia adentro".
Es decir, no se puede esperar que mejore “interiormente” para luego actuar de una manera adecuada, sino que debe primero actuar de acuerdo con los objetivos y eso posibilitará su contacto con reforzadores que, progresivamente, incrementarán su estado de ánimo.
Por eso se promueve que el paciente se comprometa a actuar en dirección a una meta, y para ayudarle se le invita a que imagine como si fuera capaz de alcanzarla.
La ausencia de motivación puede explicar el no acometer determinadas acciones, especialmente si exigen esfuerzos mantenidos.
Dado este planteamiento, es lógico también que la relación terapéutica deba ser cuidadosamente atendida y que la capacidad del profesional para motivar y apoyar de forma empática debe ser cuidadosamente atendida. El psicólogo actúa aquí como un entrenador o consultor.
LA DURACIÓN DE LA TERAPIA
Se trata de un tratamiento psicosocial estructurado y breve, enfocado en el cambio conductual. Como premisa fundamental establece que determinadas situaciones (y las respuestas del sujeto ante estas situaciones) reduce la posibilidad de obtener refuerzo desde el entorno.
Por eso las técnicas de tratamiento se dirigen a incrementar de forma sistemática la activación y a bloquear la evitación, a fin de que los sujetos logren un mayor contacto con las fuentes de recompensa.
Las técnicas para conseguir la mejoría no son ajenas a la tradición conductual: extinción, moldeamiento, desvanecimiento, exposición en vivo, entrenamiento en habilidades sociales y técnicas de resolución de problemas.
Sin embargo, su concreción en este tratamiento para la depresión ha sido trabajada con detalle. Además, y al igual que en la TACD, se emplea como estrategia fundamental la monitorización a través de registros de actividades, la jerarquización de tareas y su programación.
En la AC todo este conjunto de procedimientos se dirige fundamentalmente a la reducción (o extinción) de las conductas de evitación. Al tiempo, se complementa la tarea con el reforzamiento positivo de los comportamientos que supone activación, aunque este refuerzo es básicamente social.