En relación con el dolor existe un conjunto de variables psicofisiológicas, conductuales, emocionales y cognitivas que es preciso valorar dado que inciden de forma directa o indirecta en la percepción del dolor crónico por parte del paciente.
VARIABLES PSICOFISIOLÓGICAS: La valoración de las respuestas psicofisiológicas es una de las áreas principales en la evaluación psicológica del dolor.
Se centra en los cambios característicos de los estados de activación fisiológico-emocional (como incrementos de tensión muscular o vasoconstricción periférica), que pueden actuar como desencadenantes del dolor o como respuestas producidas por el propio dolor.
En este tipo de respuestas psicofisológicas, las que se suelen evaluar por estar implicadas en un proceso de activación autonómica son la tensión electromiográfica, temperatura periférica, frecuencia cardíaca y conductancia de la piel, estudiando los cambios producidos en las respuestas relevantes al trastorno en diferentes situaciones potencialmente estresantes.
VARIABLES CONDUCTUALES: La persona que sufre un dolor crónico tiende a desarrollar conductas encaminadas a comunicar de forma directa o indirecta su padecimiento. Este conjunto de comportamientos puede ser activo (quejas, gestos, posturas) o pasivas (evitación de esfuerzos, absentismo laboral).
A todas las conductas de dolor susceptibles de ser reforzadas en el medio ambiente del paciente se les conoce como "conductas de dolor" y suponen un factor de cronificación del problema. Perpetuar comportamientos como el sedentarismo o la dependencia pueden ser factores que retrasan o no hacen posible la recuperación del paciente.
Existe una relación bidireccional entre el dolor y la emoción, por lo que emociones como la ansiedad, ira o depresión se pueden desencadenar por el dolor, y a su vez el dolor puede surgir ante estos estamos emocionales. En los momentos iniciales del problema, las reacciones más comunes son ansiedad e ira, y cuando el dolor se ha cronificado, la emoción suele ser depresión.
VARIABLES COGNITIVAS: Los aspectos cognitivos se refieren a las creencias sobre el origen y significado del dolor, así como a las estrategias que utiliza la persona para manejarlo.
Las creencias del paciente sobre su dolencia pueden influir en la implicación y adherencia al tratamiento.
De esta forma, aquellas personas que presentan emociones de desesperanza por la creencia de la imposibilidad de superar el padecimiento, tienden a una menor adherencia al tratamiento, abuso de fármacos y búsqueda permanente de nuevas opiniones o tratamientos, con la idea de que la solución viene "de fuera".
Aquellas otras personas que comprenden el origen y los factores de mantenimiento de su problema y trabajan sobre la idea de que la percepción del dolor varía según los mecanismos de afrontamiento utilizados (el dolor crónico está mediado por la sensación subjetiva de éste que se incrementa cuando surge la obsesión por éste), tienen un mejor pronóstico.