EL NIÑO IMPULSIVO
La impulsividad es un rasgo del temperamento (niños) o personalidad (adultos)
La impulsividad en niños se manifiesta con una gran intensidad y frecuencia, llegando a alterar la convivencia y condicionar la vida de los padres que la sufren.
La impulsividad parece manifestarse en niños cada vez más pequeños, lo que puede atribuirse, en parte, a los actuales estilos de vida (progenitores con jornadas de trabajo extensas) y en algunos casos, a una falta de recursos por parte de los padres o educadores que se ven desbordados y no saben como afrontarlo.
Normalmente, la impulsividad viene acompañada de hiperactividad y déficit de atención en lo que denominamos: TDAH y esto puede ser la antesala de problemas de aprendizaje, conductas disruptivas y, más adelante problemas de conducta durante la adolescencia.
Independientemente del origen hay niños que presentan series dificultades para reprimir sus impulsos y esto les conlleva numerosos conflictos tanto en el ámbito familiar como en el escolar.
CÓMO SE COMPORTA EL NIÑO IMPULSIVO
Las manifestaciones de impulsividad pueden presentarse a los 2 ó 3 años, y suponen para la familia una alteración significativa en la vida cotidiana especialmente si se desconocen los motivos y la forma de actuar.
Algunas pistas para detectar el niño impulsivo:
Primero hace, luego piensa.
Contesta antes de acabar de oír la pregunta.
Dificultades para aguardar el turno en los juegos.
Mal perder
No soporta que le ganen.
Interrumpir o estorbar a los demás.
Baja tolerancia a la frustración.
Poco autocontrol.
Desobediencia, negativismo.
El niño reconoce su problema pero no puede controlarlo y reincide.
Puede involucrarse en actividades físicas peligrosas sin valorar sus consecuencias.
En niños pequeños se dan fuertes rabietas incontroladas.
Estas son algunas de las manifestaciones que podríamos incluir dentro del concepto de “impulsividad”.
Algunos padres definen al niño impulsivo, como un niño que tiene un fuerte carácter o temperamento. La impulsividad como factor psicológico independiente o no de un Trastorno de Hiperactividad, precisa de un tratamiento más detallado.
Las razones son obvias. La impulsividad tiene repercusiones directas sobre las interacciones familiares, pudiendo alterar el desarrollo adecuado de vinculación afectiva y el equilibrio emocional.
También deteriora seriamente la capacidad de aprendizaje del niño y su buena adaptación al colegio y compañeros.
Finalmente una impulsividad no trabajada a tiempo y que se manifiesta en un entorno desestructurado, es el camino más directo para conductas violentas o delictivas en el futuro.