La violencia doméstica es una conducta de carácter crónico que tiende a incrementarse en frecuencia e intensidad.
Por ello, la mujer maltratada intenta activamente superar su situación. Muchas, al inicio de la violencia optan por separarse, pero muchas otras permanecen con su agresor.
Al igual que las fases del maltrato van variando hacia una intensificación, la respuesta emocional de la víctima también varía:
FASE DE INICIO Y REITERACIÓN DEL MALTRATO
Al comienzo de la relación, si el maltrato surge de forma sutil e incluso imperceptible para la víctima (gestos aislados de desprecio, frecuentes desvalorizaciones, conductas de control excesivo), la víctima lo puede considerar algo normal dentro de la vida de pareja.
Este fenómeno se llama fenómeno de acomodación al maltrato y la víctima, desde una perspectiva cognitiva niega o minimiza los malos tratos que sufre así como la victimización, restándole importancia.
Si la violencia se plantea desde un principio de forma explícita, uno de los factores que puede contribuir a que la mujer permanezca con el agresor es la esperanza de que si ella se sacrifica y esfuerza, logrará una relación armoniosa con la pareja.
Este esfuerzo, que nunca resulta eficaz es el aspecto central de la teoría de la trampa psicológica. En estas circunstancias la mujer atiende de forma selectiva a los aspectos positivos de su pareja para justificar su comportamiento violento, e incluso se considera en cierto modo responsable de la ira de su pareja.
La víctima en esta fase presenta un acostumbramiento progresivo al maltrato y la esperanza y deseo que cese el maltrato.
FASE DE INTERMITENCIA ENTRE EL BUEN Y EL MAL TRATO
Una vez establecida la violencia crónica, entremezclada habitualmente con arrepentimiento y ternura, puede producirse en la víctima una situación de dependencia emocional: el apego paradójico.
En este caso la intermitencia entre el buen y el mal trato lleva a la víctima a considerar que debe seguir luchando para que su pareja cambie, y puede sobrevalorar la posibilidad de que este cambio ocurra.
En esta fase puede seguir culpándose por provocar la ira o por no saber tratar a su pareja.
En la víctima aparecen diversos síntomas psicopatológicos y estrategias de afrontamiento inadecuadas (abuso de fármacos, consumo de alcohol, aislamiento social y familiar), presencia de psicopatología, dependencia emocional y probable abuso de sustancias
FASE DE MANTENIMIENTO INTERMITENTE DURANTE AÑOS
Ya, cuando la víctima se siente muy mal y se da cuenta de que la violencia continuará e incluso es cada vez más intensa, ve la situación como incontrolable: ha perdido la esperanza en el cambio y desconfía incluso en su propia capacidad para abandonar la relación.
Siente desesperanza e indefensión, con lo que se producen síntomas de depresión, baja autoestima, trastornos de estrés, trastorno de estrés postraumático e incluso ideación suicida).
Algunas mujeres continúan "autoengañándose", y achacando la violencia de su pareja al estrés laboral, consumo de alcohol, dificultades con la educación de los hijos, o "sus prontos".
Igualmente la víctima se centra en los aspectos positivos de la situación: estabilidad económica, disfrutar de periodos de tranquilidad, lo que constituiría una variante del síndrome del emperador Desesperanza. Resignación y lealtad adaptativa hacia el maltratador