En los últimos años hemos asistido a un número creciente de casos de acoso escolar, un fenómeno que ha producido una importante alarma social y del que se han hecho eco los medios de comunicación.
Actualmente existen más casos de hostigamiento en los colegios entre compañeros que en épocas anteriores.
El modelo social cambia, y los niños hoy en día son más individualistas y sus juegos son diferentes: videojuegos, consolas, películas con altas dosis de violencia, han ido sustituyendo a juegos que incitaban la sana competencia pero alentaban valores como la cooperación, el juego en equipo y las actitudes prosociales.
Actualmente existen protocolos en los colegios para detectar casos de acoso escolar y hacer un seguimiento de los mismos, así como campañas institucionales de prevención.
Pero es en casa donde tiene que empezar la formación de los niños respecto al bullying: fomentar el respeto hacia compañeros, corregir conductas de aislar a otros niños, burlarse del aspecto físico de otros.
Y por supuesto: enseñarles a hablar con sus progenitores tanto si están siendo sometidos a conductas de acoso por parte de compañeros o son testigos de que otros niños están siendo sometidos a este tipo de violencia entre iguales.
Este tipo de formación se puede realizar durante el verano, observando la conducta que nuestros hijos tienen con otros niños. Tal vez sea el momento idóneo, porque en época escolar muchos progenitores no tienen la oportunidad de presenciar la relación de sus hijos con otros niños.
También es importante recalcar que hay padres sobreprotectores y niños que saben sacar beneficio de situaciones que no le son propicias.
Hemos cambiado “el profesor me tiene manía” por “mis compañeros me hacen bullying”. Este tema es lo suficientemente serio como para tomarse las cosas con calma y también con una cierta dosis de objetividad.
Tal vez nuestro hijo no comparta aficiones con sus compañeros y se sienta marginado. Esto no es bullying, es una falta de integración.
No pertenecer al grupo de “los populares” no es bullying, alomejor los intereses del pequeño se alejen de los del grupo dominante o no quiera interactuar con ellos. Tampoco podemos forzar a que el resto de los niños se adapten a las necesidades de nuestro hijo.
Es importante que antes de lanzarnos a llamar al colegio poniendo el grito en el cielo hablemos pausadamente con nuestro hijo, que nos aporte datos para que podamos diferenciar el hecho (siempre doloroso) de que nuestro hijo no está logrando la adaptación social necesario o el caso real de bullying.
Los niños especialmente retraídos, con intereses limitados o que tienen dificultades como Asperger, TDAH, fobia social, etc. pueden estar manifestando ansiedad hacia la falta de aceptación, pero en estos casos no estamos hablando de bullying, sino de carencia de las habilidades sociales necesarias para interactuar con sus compañeros y que deberán adquirir con ayuda profesional.
Ahora que han pasado un verano con sus hijos reflexionen sobre cómo han sido las relaciones de sus hijos con otros niños durante las vacaciones, si han tenido oportunidad de jugar o han estado pegados a la tablet, si aceptan mal las críticas, si quieren imponer su criterio, si tienen buenas relaciones con sus hermanos.
Descubrir que tal vez nuestro hijo tenga problemas de socialización es la mejor prevención contra el aislamiento social, porque de la misma forma que hay niños crueles y existe el acoso hacia niños desfavorecidos o diferentes en gustos y aficiones, también hay niños que se auto-excluyen y exigen ser aceptados a pesar de no hacer ellos mismos ningún intento por incluirse en el grupo.