La CIE-10 conserva el trastorno de ansiedad fóbica como un diagnóstico específico de la infancia.
Para llegar a este diagnóstico los niños deben manifestar miedo persistente o recurrente, evolutivamente en una fase apropiada, pero en un grado anormal y asociado a deterioro funcional significativo que debe estar presente más de cuatro semanas.
Es normal en niños que éstos presenten temores relacionados con el sueño y el ir a dormir. Los niños pueden mostrar oposición a ir a su habitación solos o permanecer en la cama.
Cuando están en la cama pueden experimentar diferentes miedos: ser abandonados, ladrones, etc. Son frecuentes las ilusiones perceptivas (sombras, un muñeco les mira...)
Dependiendo de la reacción de los padres, estos miedos pueden perpetuarse, ya que se establece una ganancia secundaria. Los miedos y los comportamientos manipulativos están estrechamente relacionados.
Hablamos de fobias cuando los miedos irracionales ante determinadas situaciones y objetos se acompañan de una evitación del estímulo fóbico y además interfiere con el normal funcionamiento diario.
La confrontación con estos objetos o situaciones produce una gran ansiedad y la evitación ya mencionada. Esta ansiedad es indistinguible de la que aparece en otros trastornos.
Aparte de la fobia escolar, las fobias específicas son relativamente frecuentes.
Ejemplos de estímulos fóbicos incluyen: animales, alturas, rayos, oscuridad, volar, dentista, espacios cerrados (claustrofobia).
Las fobias a la sangre, daño corporal, insectos y a la oscuridad suelen aparecer antes de los 7 años.
Al hacer el diagnóstico hay que tener en cuenta que, a diferencia de los adultos o adolescentes, los niños no suelen pensar que esos miedos son irracionales.
En muchos casos, las fobias específicas pasan desapercibidas durante la infancia y terminan siendo diagnosticadas en el adulto de forma retrospectiva. Los valores de prevalencia en la niñez y adolescencia se estiman en alrededor de un 2%.
TRATAMIENTO DE LA ANSIEDAD FÓBICA INFANTIL
Suelen emplearse métodos conductuales como la desensibilización en vivo.
Según ésta se anima al niño a producir una lista jerárquicamente organizada de situaciones temidas y se procede a la exposición progresiva, primero con situaciones menos ansiógenas, para ir subiendo hacia las que producen más ansiedad.
Los métodos operantes pueden ser empleados para reforzar y premiar los esfuerzos para mantener las adquisiciones realizadas por el niño. A la vez se puede animar al niño a practicar la relajación con maniobras de exposición imaginada.