Se habla mucho de la autoestima, en términos bastante caseros, “tengo la autoestima baja” puede significar para cada uno cosas diferentes, ser una persona pasiva, ser tímido, no ser capaz de tomar decisiones, tener complejos, etc.
La autoestima es en realidad algo muy importante que nos induce a tomar decisiones (o no tomar riesgos) en nuestras vidas.
Su formación comienza desde que somos pequeños, los padres son los primeros responsables en la formación de la autoestima de un niño.
Si por sistema sacamos sus defectos, en vez de valorar sus virtudes, si somos hiperexigentes con sus notas (“has sacado un 9 y tienes capacidad para sacar un 10”), si no les escuchamos ni prestamos atención a lo que nos cuentan, a sus juegos, a sus necesidades y simplemente les dejamos un poco a su aire, incluso sin imponerles cierta disciplina, los niños se sienten abandonados, poco valorados, y terminan por valorarse ellos mismo poco.
En la adolescencia la autoestima baja por las grandes inseguridades de esta edad. Necesitan sentir la pertenencia de grupo, sentirse queridos por sus pares, “ser populares”, tener un cuerpo perfecto, no tener granos, y encima ser graciosos.
Es el momento de ir recolocándoles en esa nueva etapa de su vida, que se quieran y se acepten con granos o sin ellos, que comprendan que es un momento crucial en la construcción de su propia identidad, y que para conseguir llegar a conseguir sus metas personales tienen que creer en ellos mismos.
Ser el más popular suele desembocar en ser el payaso del grupo, una forma de llamar la atención cuando no se siente suficientemente valorado por sus cualidades.
Esta edad es peligrosa porque la baja autoestima puede hacer que los chicos no desarrollen una asertividad sana (saber decir no a aquello que no quieren, saber expresar sus necesidades y deseos).
El consumo de porros o las relaciones sexuales más por sentirse aceptado que por un sentimiento real, son comunes entre chavales con baja autoestima. Es necesario que aprendan a quererse, a poner los límites que ellos mismos desean establecer, sin miedo a ser rechazado.
Ya en la edad adulta, la persona con baja autoestima suele ser pasiva (piensa que su opinión no es tan válida como la de otros), tienen dificultades para tomar decisiones, con el convencimiento de que se van a equivocar, se meten en relaciones personales o forman parejas con aquella persona que les acepta, no con quien realmente desearían, porque creen que ya es un milagro que alguien les acepte.
Son personas que muchas veces no comienzan las tareas porque anticipan el fracaso, y si lo hacen no ponen el suficiente empeño porque su pensamiento siempre es “yo no seré capaz”. Se fijan metas muy pequeñas para evitar ese fracaso que ellos mentalmente anticipan, aunque no sea cierto.
Como podemos ver, no querernos a nosotros mismos, o detestarnos directamente, puede convertirnos en personas débiles, amargadas, inseguras, envidiosas, simplemente porque no nos conocemos, porque no sabemos reconocer nuestro potencial.
Las personas con baja autoestima son capaces de elaborar largas listas de defectos y sólo encuentran algunos pocos valores.
Habitualmente lo que consideran defectos no lo son realmente, y si les preguntas sobre ese defecto en otra persona lo considera una cualidad (hasta ese punto llega su distorsión), respecto a las cualidades pueden ser banales como “sé hace una tortilla de patata”, “no robo”…. y ya, hasta ahí las cualidades.
La reestructuración cognitiva de estas personas, a ser posible desde la infancia o la adolescencia, puede hacer adultos que tienen un autoconocimiento mayor, que se sienten contentos en sus zapatos y que luchan por sus deseos, sabiendo que el que no arriesga, jamás gana.
Obsérvate. ¿te quieres?, ¿te respetas?… en caso contrario, da un paseo por tu vida y mira la dirección que ha ido tomando. Tal vez tu falta de autoestima truncó muchos de tus sueños o te ancló en situaciones que no son lo que tu consideras felicidad.