Cuando tenemos hijos normalmente establecemos un "plan de ruta" de cómo debe ser la crianza de los niños: lo que vamos a admitir, lo que no, cómo vamos a responder a sus demandas o a sus rabietas.
En principio el plan es único y...perfecto. Todos queremos ser los mejores padres y criar niños sociables, estudiosos, respetuosos, brillantes.
Pero la realidad a veces es tozuda: no contamos con el factor de la personalidad de cada niño, y ciertas cosas que atribuimos a nuestro modelo de enseñanza funcionan con unos a la perfección y con otros no hay manera.
Un ejemplo: una madre viene a consulta con unos niveles de ansiedad altísimos: intenta por todos los medios "ser una buena madre", pero al final del día ya ha soltado cuatro gritos y amenazado con castigar a los niños como 12 veces.
Cierto es que la madre tiene motivos para estar de los nervios: divorciada y con gemelos monocigóticos (idénticos) de 5 años.
No comprende como pone unas normas y uno las cumple y otro no, por qué uno es más cariñoso y el otro no para de chinchar, cómo es imposible que una simple comida se desarrolle sin altercados.
El problema está en administrar los mismos refuerzos positivos y negativos (premios y castigos) a los niños sin tener en cuenta sus circunstancias de personalidad, sus motivaciones personales o la forma de ir modelando su conducta de forma individual.
Que sean gemelos y fenotípicamente sean iguales no significa que su carácter sea el mismo. Tal vez uno atienda mejor al refuerzo positivo (alabanza) y otro tenga que necesitar técnicas más aversivas como el tiempo fuera para ir adaptándose a las normas de la casa.
No son iguales y no hay que actuar de la misma forma con ellos, ni exigirles lo mismo, ni, especialmente, compararles. (La comparación produce envidias entre los hermanos).
En todas las casas en las que hay varios niños nos encontramos con el responsable y estudioso (que suele ser el mayor), y el pequeño: divertido, activo, tramposillo y creativo. Si hay un mediano suele quedar desdibujado por las características más salientes de sus hermanos.
Y ahí estamos los padres: dispuestos a lanzar por nuestra boquita inmensa delante de las amistades lo maravilloso que es el mayor y lo trasto que es el pequeño.
No nos paramos a pensar que con el mayor sí hemos intentado adaptar nuestra forma de educarle a sus propias necesidades, y que probablemente haya sido un niño mucho más estimulado con canciones, juegos, etc,
Pensamos que con el resto hemos aplicado el mismo patrón y pensamos que no obtener el mismo resultado obedece al niño, cuando en realidad es nuestra falta de flexibilidad para atender las necesidades especiales de cada hijo.
Prueba a analizar a cada hijo: el tranquilo, el viciosillo de la tablet, el que berrea para no ducharse e intenta darle a cada uno su tiempo, adáptate a lo que el niño necesita de ti, ya que tú eres su primer patrón de conducta, y de ti va a recibir la base de lo que después aflorará de mayor, ya que los niños aprenden por modelado de sus padres.
Y especialmente, si tienes gemelos no caigas en pensar que tienes un niño "repe" y lo que vale para uno vale para el otro, porque habitualmente lo que demandarán de los padres es un trato más individualizado y acorde con su propia personalidad.