Hay personas focalizadas en sus metas de una forma inamovible. La meta lo es todo, viven para ello y como suele suceder en estos casos, mirar a lo lejos nos impide disfrutar del paisaje.
Alcanzar una meta es indudablemente una enorme satisfacción, pero alimentamos tanto el sueño final que a veces nos perdemos las cosas que ocurren en el camino, y cuando al fin conseguimos nuestro objetivo podemos pensar: ¿y ahora qué?
Disfrutar del presente, con sus luces y sombras supone elevar la vida a un libro en el que leemos cada página y no nos vamos a la página final.
He oído a muchas personas hablar sobre la experiencia de transformación personal haciendo el Camino de Santiago, dejando a un lado el ámbito religioso, simplemente hablando de su viaje interior, de cómo se centraron en el día a día, disfrutando de cada paso, cada momento, cada persona que se cruzaron.
Para ellos la vida dejó de ser pasado y dejó de ser futuro y se centró en el presente, y en ese presente está el mundo interior.
Os dejo un poema que habla sobre la vida, sobre apreciar los momentos, sobre nuestro viaje existencial:
Itaca
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.