La infidelidad de un miembro de la pareja puede obedecer a motivos muy diversos, puede ser que esté “justificada” por situaciones anteriores de la pareja.
A la hora de analizar en terapia de pareja una infidelidad, lo primero que hay que averiguar es si existían causas suficientes para que esa pareja se hubiera roto antes de producirse un hecho tan grave, y si no hicieron nada por solucionarlo.
Hay parejas que no consideran una infidelidad como tal, que tienen un pacto de pareja liberal, abierta a otras relaciones, y en estos casos es muy raro que necesiten una terapia de pareja (a menos que uno de ellos de el salto de la relación sexual a la relación amorosa y entonces el drama esta formado).
Muchas parejas comienzan su vida en común con mucha ilusión, ganas de compartir y ayudarse, proyectos comunes y una relación basada en el diálogo y la confianza. Este camino es una vacuna contra la infidelidad, mientras la pareja es realmente una pareja, todo irá bien.
Desgraciadamente el ser humano tiene una tendencia a infravalorar aquello que tiene seguro, a no cuidarlo de la misma manera.
De esta forma algunas parejas caen en la rutina (que sería el mejor de los casos), pero otras veces se acumulan malentendidos, resentimientos, sensación de minusvaloración por el otro, con la consiguiente bajada de autoestima y ese distanciamiento puede llegar a ser infinito.
Dos personas que viven juntas, comparten gastos, realizan las tareas del hogar, pero que mantienen vidas interiores completamente distintas y ocultas para el otro.
De vida interior a vida sentimental va un paso. El cóctel perfecto es sentirse ignorado, tener muchas discusiones, aburrirse, hacer siempre lo mismo, no sentirse atractivo para la pareja…
Cuando aparecen todos estos sentimientos hay personas que por miedo a lo desconocido o por comodidad, dan otro paso hacia el abismo, el paso es no hacer nada, dejar que la vida continúe, como si esta forma de vida fuera suficiente o compensara antes de hacer frente a la soledad.
Pero en esta situación de calma tensa, uno de los dos miembros de la pareja puede encontrar a alguien que le devuelva la ilusión, y sucede la tragedia: la infidelidad.
¿Es culpa del infiel? sí por no ser sincero y avisar de lo que va a pasar, no de que pase, porque lo sucedido es fruto de una incómoda situación tejida entre ambos y sin embargo obviada. Es como ir al examen sin estudiar “a ver si hay suerte y me preguntan lo que me leí”.
La infidelidad puntual es bastante más fácil de perdonar que una relación afectiva por parte de uno de los miembros de la pareja. A veces es más dañino el contacto diario con otra persona por redes sociales que una tarde de rock & roll.
Ahora bien, el momento crucial es cuando todo sale a la luz y la pareja decide darse una oportunidad.
Si el modo de hacerlo va a asentarse en las mismas premisas que se tenían antes del “gran bofetón”, la cosa va a salir bien, porque estamos mirando para otro lado, pero no cambiando aquellas cosas que llevaron a la infidelidad.
La terapia de pareja no se centra en el infiel, se centra en ambas personas, intenta que indaguen en qué han perdido por el camino, qué esfuerzos harían para que la relación funcionara, y ante todo, su capacidad para hacer de esta situación un punto de inicio con ganas de pelear.
Si el perdón no va acompañado de la autocrítica necesaria para reconocer que tal vez lo que ocurrió se debió a un cúmulo de circunstancias en las que también existe responsabilidad por el agraviado, los fantasmas del pasado, el rencor, la desconfianza hará que la solución del problema sea sólo temporal.
La infidelidad es como una herida, si te pones un esparadrapo para que cicatrice, siempre se abrirá y supurará. Hay que abrir la herida y limpiarla y luego coserla para que con el tiempo la cicatriz sea una fina línea imperceptible, que a ambos nos recuerde que lo que se ama, se cuida.