La eficacia de la terapia farmacológica se ha puesto en duda en la depresión infantil. Diversos estudios llegan a la conclusión que el tratamiento de elección es la terapia cognitivo-conductual, que deberá incluir:
Modificar las conductas problemáticas en el niño deprimido, dotándole de habilidades de afrontamiento para controlar y reducir los síntomas clave de su estado de ánimo, y enseñándole las habilidades sociales necesarias para una mejor integración social.
La modificación de conductas problemáticas se realiza a través de la planificación de actividades placenteras dirigidas a objetivos y en la que puedan sentirse competentes.
Reducir los niveles excesivos de ansiedad: se pueden utilizar procedimientos de relajación así como juegos (material pictórico, etc.)
Reducir los niveles excesivos de ira, hostilidad e irritabilidad: además de relajación se utilizan técnicas como abandonar la situación, irse y hacer algo agradable, expresar la ira por medio de la escritura o el dibujo, actividad física, etc.
Adquirir un conjunto de habilidades de solución de problemas de la vida cotidiana.
Habilidades para obtener reforzadores.
Cambiar los pensamientos automáticos negativos: por ejemplo con autoverbalizaciones, que ayudarían a la realización de un modelado cognitivo por parte del terapeuta.
Cambiar esquemas cognitivos disfuncionales.
Tratamiento con los padres y con la familia.