El análisis de la afectación psicológica de la persona que ha sufrido la amputación traumática de una extremidad, tiene que tener en cuenta varios factores.
La pérdida de una extremidad supone lógicamente una pérdida de funcionalidad que incide en las oportunidades laborales, el duro trabajo de una readaptación para poder realizar las funciones sin el miembro que antes cumplía una función y debe ser suplido.
Y los motivos estéticos, que ya no solamente visto desde un punto de vista social, sino personal, el verse privado de una parte de sí mismo, afectan al individuo.
Nos centramos en las amputaciones debidas a accidentes de tráfico o laborales.
Estas tienen consecuencias psicológicas más devastadoras, ya que, a diferencia de la persona que nace con una malformación o la amputación por causa médica (como la gangrena), suponen una absoluta falta de previsión de lo que va a suceder, y la persona tarda tiempo en asimilar la pérdida funcional y reencontrar su propia imagen sin parte de sí mismo.
La afectación psicológica suele ser mayor en las mujeres, debido a las exigencias estéticas en la imagen femenina, algo ocurre en la etapa de la adolescencia, cuando el joven da mayor importancia a su aspecto personal.
Igualmente las características personales del afectado, pueden ser una causa de mayor daño psíquico, así las personas con gran nivel de actividad, deportistas, etc, pueden ver seriamente mermada su capacidad de sobreponerse a la situación.
En todo caso una amputación es la pérdida de una parte corporal y como en muchos casos una pérdida puede implicar un proceso de duelo por la extremidad perdida.
Pero el duelo no se restringe exclusivamente a la pérdida del miembro dañado, sino a la pérdida de un estatus dentro de la sociedad, a la perdida de la “normalidad”, a la perdida de apariencia estética, a la perdida de funcionalidad corporal, a la pérdida de oportunidades, a la pérdida de la “autoimagen”, con todas esas pérdidas la autoestima bruscamente de verá dañada.
El proceso de duelo, será un proceso de adaptación a través de pasos que al ir siendo superados permitirán aceptar la nueva situación.
En su proceso de duelo el amputado pasará por el estado de shock inicial, inmediato al evento traumático, donde podrá sentirse aturdido, alejado de la realidad, en un estado de sopor etc. posteriormente entrará en la “fase de la negación” donde no aceptará lo sucedido con pensamientos como “esto no me está pasando a mí”, “estoy bien, no pasa nada”, “sigo siendo el mismo”
Posteriormente vendrá la “fase del enojo” donde buscara culpables, sentirá rabia, podrá auto culparse, aparecerán los “hubiera”, “si hubiera hecho esto o aquello”.
Después vendrá la “fase depresiva” donde buscara estar solo, evitara el contacto con los demás, preferirá estar en casa que salir, podrá tener alteraciones del sueño, insomnio, pesadillas, tristeza, manifestaciones de llanto, cambios bruscos de estado de ánimo, desesperación por no poder realizar las actividades que antes hacía.
Después pasara a la “fase de aceptación y adaptación” en esta momento comenzará afrontar cognitivamente sus nueva condición, se irá adaptando a su situación y se irá reintegrando paulatinamente a su medio social.
Este proceso podrá tener altibajos, variará dependiendo la personalidad del amputado y de las redes de apoyo así como de la atención profesional recibida.
Las consecuencias psicológicas de la amputación y las fases de duelo podrán mezclarse también con síntomas de ansiedad y estrés relacionados con el evento traumático vivido, es posible que aparezcan síntomas del trastorno por estrés agudo o del trastorno por estrés postraumático