El egoísmo es entendido habitualmente como un defecto en las personas, que piensan primero en sus necesidades que en las del otro.
Sin embargo, hay una connotación respecto al egoísmo bastante importante. El egoísta respecto a sus necesidades personales y su forma de ser feliz, es simplemente una persona que antepone su felicidad al bienestar de los demás, pero no causando daño a los demás, simplemente empezando desde el núcleo hacia el exterior.
Pongamos un ejemplo: el núcleo es nuestra felicidad, la capa externa es la felicidad de las personas a las que queremos. Pensamos que hay que hacer felices a los demás, a pesar, en ocasiones de nuestras propias necesidades o nuestro propio bienestar. En este caso hacemos felices a los demás y nosotros no somos felices. esta situación nos puede desgastar emocionalmente y hacernos vivir una vida en la que nos sentimos vacíos de ilusiones propias, con una autoestima dañada y dificultad para ser “nosotros mismos”.
Ahora pongamos una persona que antepone su felicidad personal a la de los demás. Encontrarse en paz consigo mismo hace que esa persona se encuentre más equilibrada, satisfecha y de ese bienestar interno, de esa felicidad, surge una forma de hacer feliz a los demás de forma natural, sana.
Es decir: debemos cuidarnos de ser felices para poder hacer felices a los demás.
Este concepto entroncaría con la noción de asertividad: la capacidad de la persona para expresar sus derechos, sus necesidades, sus opiniones, responder de forma adecuada a situaciones que no le resultan agradables o que van en contra de sus propios intereses.
Hay personas que son pasivas, incapaces de decir “no”, incluso cuando están en desacuerdo con algún hecho o situación. Piensan que negarse o mostrar desacuerdo les va a hacer personas impopulares, que van a perder amigos, que no van a ser queridos. Esto es una trampa: la gente te tiene que querer como eres, no sólo por los favores que haces. No necesitas personas que se aprovechen de ti, sino personas que te respeten y acepten como eres.
Podríamos decir que la persona asertiva se muestra como una persona egoísta, ya que antepone su felicidad a las exigencias externas cuando se oponen a sus necesidades. Todo, lógicamente hay que ponerlo en contexto, pero ciertamente, el poder luchar por la propia felicidad, ser más auténticos y libres respecto a nuestros deseos y necesidades, nos hace personas más capaces de apoyar, ayudar, acoger a los otros de una forma honesta, desde la sinceridad y no desde el miedo a no ser aceptados como somos realmente.
Practicar el egoísmo, como forma de respeto hacia uno mismo, al igual que procurar ser más asertivos, son prácticas básicas para encontrar un equilibrio interior y evitar convertirnos en dependientes emocionales, personas con baja autoestima o con una infravaloración de nosotros mismos.
Practica el egoismo! (y recuerda: esto no significa servirte el filete más grande de la bandeja)