En terapia infantil nos encontramos diferentes casos en los que la raíz del problema debe ser abordado cambiando las conductas de los padres (y cuanto más pequeño sea el niño, mejor).
Afortunadamente hoy en día los padres tienden a leer más sobre la educación infantil, cómo mejorar la autoestima de los niños, el respeto al niño con sus necesidades y con sus filias y fobias…
Ciertamente leemos más, pero, desgraciadamente no siempre aplicamos estos conocimientos, bien porque el día a día, la pesadez de la rutina nos hace tener menos paciencia, o porque “del dicho al hecho hay un trecho”.
Muchos de los niños que vienen a consulta tienen como fuente de ocio principal “las maquinitas”, y los padres se quejan de que el niño desde que se despierta ya está con el móvil en la mano. ¿Alguien le habrá dado “la maquinita”, no?.
Es mucho más sencillo entretener al niño embobado con un juego que enseñarles desde pequeños, y según su edad, juegos que desarrollen la psicomotricidad, la imaginación, etc. En definitiva, juegos que según su edad, puedan ir fomentando diferentes habilidades necesarias para su desarrollo integral.
Si tenemos en cuenta que los niños aprenden por modelado, es decir: los padres somos los modelos que ellos copian, difícilmente jugarán a cosas diferentes de aquello que ven en sus padres, hablarán de forma diferente a cómo lo hacen sus padres, o tratarán a otras personas de forma diferente a cómo se tratan entre los padres o cómo tratan a los niños.
Por ello, algunas veces, cuando acuden niños a terapia, no estaría de más combinar las sesiones de los niños con sesiones con sus progenitores.
El cambio en el adulto, la mejora de su interacción con el niño (en cantidad y calidad), la adecuación del trato a sus capacidades, puede resultar más beneficioso que un modelo “te ignoro-te exijo”.
Todo esto no tiene ni la más mínima intención de “culpabilizar” a los padres que llevan a sus niños a terapia, en realidad hay niños que son más difíciles de por si, pero otras veces, los cambios de actitudes de los propios padres, pueden facilitar mucho el cambio de la conducta infantil.
Analicemos nuestro propio comportamiento, seamos sinceros con nosotros mismos sobre si vamos a lo cómodo o realmente hacemos esfuerzos por ser partícipes activos en la vida de los niños (y no hablo precisamente de los deberes).
Hay muchas formas de optimizar la conducta del niño mediante una terapia combinada en la que todos los miembros de la familia se comprometan con una actitud mas encaminada a la interacción, a hablar, relacionarse, buscar otras formas de ocio compartido.
Un niño que se siente atendido (que no me refiero a convertirle en el centro del universo), que se siente parte integrante de la familia, escuchado, valorado, e incluso en ocasiones reprendido, crece sin sentirse aislado de su propia familia, un caldo de cultivo perfecto para los problemas de conducta.