Siempre me ha gustado escribir sobre las cosas que les preocupan a mis pacientes.
Las circunstancias han cambiado, y ahora mismo toca escribir sobre otras cosas, no sobre casos clínicos o trastornos de otros pacientes, sobre algo tan personal como es el momento inicial en el que te dicen "tienes un cáncer".
No sé si con lo que os voy a contar puedo ayudar a otras personas que estén pasando ahora por lo mismo, pero intentaré explicar cómo una persona de repente ve su vida vuelta del revés y se enfrenta a la situación más dura entre todas las decisiones: cómo afrontar una enfermedad.
Hace apenas un mes me noté un bulto en el pecho (aquello no necesitó una autoexploración, era un bulto muy grande).
Esa misma tarde fui al médico de cabecera, que me conoce de toda la vida y sabe que suelo ir "con algo colgando" y casi no me siento porque voy con prisas y simplemente con una palpación me dijo: esto tiene muy mala pinta.
En una semana ya me habían llamado para hacerme una mamografía, a los dos días una biopsia, y en pocos días más tenía al médico sacando la bolita negra: cáncer de pecho.
He oído a muchísima gente que ha tenido muy mala suerte en el tiempo de diagnóstico, yo personalmente sólo puedo agradecer al Departamento de Cáncer de Mama de la Fundación Jiménez Diaz la eficacia, cariño y profesionalidad con la que me atendieron. Me traté con la Seguridad Social, dato importante.
Los peores días fueron los de las pruebas. Yo no era muy consciente de la situación y realmente me fastidiaba tener que ir a hacerme tanta prueba y cambiar a mis pacientes las fechas y trastocar mi mundo.
En realidad supe que era cáncer antes de ir a ver al cirujano (la sanidad pública a veces funciona, y en la aplicación del hospital podía ver los resultados de las pruebas y los informes casi de un día para otro).
En mi familia no hay antecedentes de cáncer, y lo primero que sentí fue culpa, pensando que a partir de ahora a la famosa pregunta de los médicos: ¿antecedentes de cáncer? mi hija, mis sobrinas dirían: sí. No sé por que fue el primer sentimiento: la culpa.
Después pensé en mi familia, en mi madre ya muy mayor y en mis dos hijos (y sí, en mis perros, el pequeño un cachorro de 3 meses) y volvió la culpa por fallarles, por preocuparles, por disgustarles.
Una vez que supe exactamente lo que tenía: cáncer de pecho localizado y sin metástasis, me pasé tres días sin querer hablar con nadie, sólo podía trabajar con normalidad y luego dormir para no afrontar el problema.
No quería pensar en las consecuencias y no quería hablar de ello. Llegué a pedir a la gente que lo supo por cercanía que no me nombraran el tema.
Cuando fui a ver al cirujano y me explicó con claridad lo que tenía y los pasos a seguir me sentí profundamente liberada de una carga: ellos se iban a ocupar de mi, esta vez yo no tenía que buscar las soluciones, y simplemente escuché los pasos:
quimioterapia /mastectomía radical/ radioterapia
Perfecto, había un plan de ruta y sólo me quedaba seguirlo.
En esa misma entrevista con el cirujano estuve bromeando sobre perder un pecho o perder el pelo, porque personalmente no lo considero cosas importantes. No son vitales, y además, decidí que ellos cuidarían mi cuerpo y yo cuidaría mi mente.
EL AFRONTAMIENTO DEL DIAGNÓSTICO DE CÁNCER
Tener miedo es normal: lo desconocido da miedo, el dolor da miedo, pero el miedo si no se reestructura te vence y se convierte en pánico, y hay situaciones en la vida en las que nadie te va a poder ayudar más que tu actitud.
He decidido establecer una hoja de ruta en 3 pasos:
1. quimio
2. operación
3. radioterapia
Estoy en el primer paso, y sinceramente los otros dos no me preocupan, ni siquiera nadie me puede garantizar que mañana no me caiga un tiesto en la cabeza y no haya valido la pena planificar a medio ni largo plazo.
Me he informado (lo justo, para no caer en hipocondrias) sobre los efectos secundarios. Ya sé, el pelo, que se cae. Pero soy bastante tozuda y he decidido que antes de que esto suceda me lo corto y voy acostumbrándome a mi nuevo aspecto.
No pienso usar pelucas, que deben picar un montón, prefiero un pañuelo y andando, yo no tengo nada que ocultar. Además como tengo el pelo muy largo voy a tener la oportunidad de donarlo, y eso hace que me parece que de lo malo sale algo bueno.
Llegó la quimio y con ella mis primeras lecciones. Una sala llena de personas que con enorme naturalidad reciben su tratamiento y siguen con su vida, sin dramas, sin compasiones, sin mirar al otro con pena, sino más bien como compañeros de viaje.
La quimio en sí es algo muy personal: a algunos les sienta fatal y a otros no tan mal. En mi caso no sabría definirlo, son molestias que curan y hay que pasarlas, no merece la pena pensar mucho en ello.
Cuando te encuentras peor piensas en alguna gripe rastrera que has pasado en la vida y dices: "aquella vez si que estaba hecha polvo, no me vale excusarme en la quimio para regodearme en los efectos".
Y los efectos de la quimio son como los niños caprichosos, dan un poco la lata, y si no les haces mucho caso siguen ahí, pero no te molestan tanto.
No merece la pena regodearse en la jugada de unas llagas o de una náuseas. Es simplemente como tener un montón de cosas que has tenido en la vida a la vez, pero que sabes que los efectos pasarán (los efectos secundarios no, pero es un peaje que pagar).
Yo todavía no estoy perdiendo el poco pelo que me dejé después de raparme y estoy a la expectativa de si al pelo de la cabeza se va a acompañar perder el pelo de las piernas, porque en caso contrario me sentiré algo estafada, la verdad.
Ahora siento rabia, porque no puedo pasear a los perros o hacer algunas cosas por el catéter ese que te implantan en el esternón para meter la medicación y que hasta que no pase un poco de tiempo me tiene limitado hacer esfuerzos o deportes, pero son unos días y luego pasará a ser parte de mi y ni me acordaré.
Estoy en una fase muy inicial del tratamiento, en la que el mayor estrés ha sido intentar llevar una alimentación más sana.
Soy fumadora y lo voy a dejar en el segundo ciclo de quimio. Es así como me lo he programado: el primer ciclo es más estresante por todo lo nuevo que no conoces, y no quería meter factores añadidos que pudieran desestabilizarme. Prefiero prepararme para cada paso que doy y pisar segura.
LA FAMILIA Y LA NOTICIA DE UN CÁNCER
Es un momento duro cuando tienes que dar un disgusto así a la familia. En mi caso me preocupa muchísimo mi madre, que es mayor (87 años y sigue siendo guapa la muy de ella).
Yo no puedo ayudarla, y de hecho, no ayudo mucho porque está empeñada en que "es imposible que siempre esté de buen humor", piensa que miento o que intento protegerla.
Así que hablé con la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) y visitará a un psicólogo de la Asociación para que desdramatice la situación y acepte que este es un momento para venirse arriba y no abajo.
Mis hijos no han sido ningún problema. Están sin agobiarme, preferimos compartir el tiempo riéndonos (tenemos un pequeño problema con el humor negro) y disfrutando de situaciones agradables. En este sentido la moral de las tropas está muy alta.
Y los amigos, de aquellos que se dice que en momentos malos "conoces a tus verdaderos amigos", debí hacer una criba tan salvaje en el pasado, que ni uno sólo ha dejado de estar ahí, que para mi estar no es agobiar, es simplemente estar.
Por lo demás, me siento arropada pero no agobiada, sigo haciendo mi vida y sonriendo, como siempre hago. Estoy satisfecha conmigo misma porque he conseguido dar con la clave para tener una actitud muy positiva respecto a esta enfermedad.
En aquellos tres días en los que me encerré en mi misma conseguí vencer todos mis fantasmas, mis demonios, mis miedos.
¿Y QUÉ PASARÁ?
Recuerdo una viñeta preciosa de Charly y Snoopy abrazados de espaldas en la que Charly decía: "Snoopy, algún día nos moriremos", y Snoopy contestaba: "Sí, algún día pero hoy no".
El corto plazo es fundamental para vencer el miedo. La ansiedad (y aquí me pongo un poco psicóloga) tiene su raíz en la falta de control. Y ante cualquier enfermedad no podemos estar completamente seguros de lo que va a ocurrir.
Los pensamientos catastrofistas no ayudan en absoluto (y encima ninguno tenemos certezas de nada, nunca).
Así que lo mejor es vivir el día a día, "que cada día tenga su afán", intentar que merezca la pena, disfrutar de pequeñas cosas o simplemente descansar, el siguiente escalón no ha llegado, no podemos preocuparnos de cómo será.
Sólo justo antes de su inicio es el momento de pensar en él y planificar cómo lo acometemos: en el pasado está la depresión, en el futuro la ansiedad. Focaliza en el presente.
¿Y QUÉ ACTITUD TOMAR?
Preguntad lo que os inquiete: la incertidumbre suele conducir a malos pensamientos
No penséis en futuro a largo plazo (no porque sea un cáncer, es que si montáis en coche va a ser un poco más de lo mismo)
Pensar que el pronóstico en este tipo de enfermedades es muchísimo más benigno en personas que tienen un afrontamiento positivo de la enfermedad, pero aquí quiero hacer un inciso: hay personas que han afrontado la enfermedad de una manera espectacular, pero la dolencia era demasiado grave para superarla.
Anima a los tuyos: tu estás en tu piel, pero tu gente puede estar muy preocupada. No dejes de decirles los buenos momentos que tengas, las cosas que has hecho durante el día, las ganas que tienes de dar un paseo .... tus ganas de vivir son lo que más les puede ayudar.
Y normaliza, por favor, normaliza: hoy en día tener un cáncer es una putada, admitido, pero excepto en casos muy agresivos, cada vez es más alto el porcentaje de curaciones.
La calidad de vida es muy buena y los servicios sanitarios suelen tener en este tipo de especialidades una calidad humana excepcional.
Haz que la vitalidad salga de ti a raudales, regala una sonrisa a aquel que se muestra preocupado, no hagas de esta enfermedad una burbuja en la que introducirte y lleva con naturalidad un proceso que suele ser largo.
Si toca llorar pues se llora (a ver si sólo lloramos por un cáncer y no por 700 cosas como un mal día, un desengaño, un incremento de peso o un disgusto familiar).
Evita el estrés, es el momento en el que tienes que mostrarte inflexible en este punto: lo que no suma, fuera. No puedes permitirte situaciones de estrés, ni aceptes la compañia de personas que te bajen la moral.
No aceptes la pena, porque eres una persona fuerte, valiente, digna, y vas a luchar en cada momento con las fuerzas que te queden.
No te regodees en las molestias físicas: se agudizarán si estás pendiente de ellas.
Que cada día bueno se convierta en una fiesta, y cada día malo en un alto para coger fuerzas
Relativiza todo eso: antes disfrutar de todo y de todos.
Vive el día a día, confia en las muchísimas personas que velan por ti, y, hasta en los peores momentos, que te acompañe una sonrisa, porque esa sonrisa unida a otras sonrisas son las que en el futuro conseguirán que la gente no se sienta aterrada ante un diagnóstico que hoy en dia resulta aterrador.
No sé si mi experiencia os puede resultar de ayuda. Tan sólo intento mostrar cómo he aplicado lo que llevo trabajando muchos años: el afrontamiento positivo y los beneficios sobre el estado de salud percibido. A mi me sirve, espero que a alguien también.
No son horas de escribir, creo. He conseguido que mi pequeño cachorrito saque otra vez todos los peluches al salón, como si ya fuera de día, así que: momento de recoger juguetes y pensar que al fin, después de meses sin escribir en mi página, he vuelto a tomar un hábito que tenia perdido en mi mundo de prioridades raras.
Prometo no tocar mucho más este tema. Tan sòlo cuando vaya pasando las etapas y tenga alguna noticia tranquilizadora o simplemente vayan sucediéndo cosas que necesiten una reorganización mental.
Por el momento mi próximo objetivo es darme el mimo de comprarme algún pañuelo bonito.
Y que a un día le suceda el siguiente, y como cada día, tenga algo que haga ese día bueno y especial. Espero de corazón, haberos dado un rayo de esperanza.