Hay personas focalizadas en sus metas de una forma inamovible. La meta lo es todo, viven para ello y como suele suceder en estos casos, mirar a lo lejos nos impide disfrutar del paisaje.
Alcanzar una meta es indudablemente una enorme satisfacción, pero alimentamos tanto el sueño final que a veces nos perdemos las cosas que ocurren en el camino, y cuando al fin conseguimos nuestro objetivo podemos pensar: ¿y ahora qué?
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