Hay padres que acuden alarmados (y a veces desesperados) con la mala conducta de sus hijos.
Es habitual que se sienten con el niño en el centro y uno de ellos empiece la retahíla de acusaciones sobre el niño: no obedece, hay que repetirle las cosas cincuenta veces, le da igual que le castigues porque vuelve a hacer lo que le han prohibido, coge rabietas, no tiene límites...en algunos casos están casi seguros de que el niño es hiperactivo.
El niño puede estar sentado una hora entre sus padres sin mover una ceja, y cuando les preguntas a los padres cómo es posible que el niño permanezca sentado sin moverse una hora, te contestan que es hiperactivo en casa. Mal empezamos.
Después de escuchar todos los comportamientos disruptivos del niño, el terapeuta suele hacer la pregunta que va a orientar en muchos casos el problema: "si le dices al niño NO a algo, ¿mantienes la prohibición?".
Aquí comienzan las dudas, el progenitor que ha llevado la voz cantante comienza con un sí, casi siempre, la mayoría de las ocasiones...momento en el que el que se ha mostrado más callado dice un: "la verdad es que casi nunca".
Ya tenemos el origen del problema: INCONSTANCIA.
Los niños aprenden el comportamiento según las órdenes o instrucciones que les dan los padres.
Un "no hay chuches a la salida del cole" no puede convertirse en un normalmente no pero a veces sí, porque entonces el niño no aprende y continúa pidiendo las chuches, porque sabe que a veces, insistiendo o cogiendo una rabieta las va a conseguir "para que se calle".
¿Que enseñamos a niño? si insistes o coges una rabieta te puedes salir con la tuya, no siempre lo conseguirá, pero con obtener resultado en algunas ocasiones, será suficiente para que el niño insista en pedir chuches.
Si al niño le dices no hay chuches y no las hay, puede ser que los primeros días se incrementen las conductas de rabieta o la insistencia, parece que hemos obtenido el resultado contrario, pero no: el aprendizaje pasa por un pico de conductas disruptivas que comienzan a bajar hasta extinguirse.
Lo mismo se puede aplicar a "recoge tu cuarto", "lávate los dientes", etc. La célebre frase de "se lo tengo que decir cincuenta veces" es para plantear a los padres el por qué un niño sin problemas de audición no está contestando.
En muchas ocasiones porque consiguen el desgaste de los padres que le dan por imposible y terminan cediendo.
De esta forma confundir firmeza con severidad es un error. Firmeza supone seguridad para el niño que sabe perfectamente lo que no puede hacer, que el cien por cien de las veces que haga lo que no está permitido va a tener consecuencias negativas: aprende y abandona esa conducta, con lo que a la larga los padres consiguen regañar bastante menos y estar más relajados.
Educar es cansado y a veces los padres pueden tener la sensación de ser demasiado duros con los niños. En realidad los niños necesitan límites para sentirse seguros en su entorno, y los mensajes contradictorios hoy sí hoy no les confunden e impiden que respeten los límites.
Habitualmente la forma de trabajar con estos niños es....TRABAJAR CON LOS PADRES.
Es necesario que formen un frente común y ambos den la misma respuesta siempre, de forma subsidiaria, y que siempre sea la misma. Se comienza trabajando con un grupo de conductas pequeño, hasta que aprenden a respetar esas normas, y posteriormente se van ampliando.
No es cuestión de conseguir soldaditos bien amaestrados, es cuestión de conseguir una convivencia y un disfrute de los hijos a costa de un trabajo a veces cansado, pero...más vale cinco días de firmeza que ese título oficial de "pito del sereno" que ostentan muchos padres y que resulta cansado y frustrante.
Una última reflexión: ¿has enseñado a tu hijo a no meter los dedos en el enchufe? pues de la misma forma puedes enseñarles a no saltar en los sillones: paciencia-firmeza y constancia