La inseguridad en la toma de decisiones puede paralizar a la persona hasta el punto de pedir que otros decidan por ellos o perder oportunidades simplemente porque piensan que la alternativa que escojan no va a ser la adecuada
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La procrastinación a veces tiene que ver con la inseguridad. Dejar para mañana las cosas no va a hacer que estas se solucionen.
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El término procrastinación se refiere al aplazamiento de tareas sin motivo alguno.
Hay que diferenciar la procrastinación del aplazamiento estratégico, ya que éste último concepto hace referencia a posponer una tarea para otro momento en que las condiciones de realización sean más adecuadas, y suele producir una mejora del rendimiento.
La procrastinación produce una pérdida de la sensación de control, y conduce a una inestabilidad emocional, ya que la intención no corresponde con la acción, dejando la puerta abierta a sensaciones de frustración y sentimientos de culpabilidad. Es un autosabotaje.
CICLO DE LA PROCRASTINACIÓN
Paso nº 1: “Esta vez empezaré con tiempo”
Cuando acabamos de decidir realizar una determinada acción, tenemos esperanza de empezar a tiempo. No nos sentimos capaces de hacerlo ahora mismo pero creemos que en algún momento a corto plazo empezaremos. Tenemos la esperanza de que esta vez sea diferente. Pero el tiempo va pasando.
Paso nº 2: “Tengo que empezar pronto”
La posibilidad de empezar con el tiempo adecuado ha pasado, empezamos a sentir cierta ansiedad y empezamos a percibir la necesidad de empezar a dar algún tipo de paso inicial pronto. Todavía nos queda tiempo, así que albergamos esperanza.
Paso nº 3: “¿Qué pasa si no empiezo?”
A medida que el tiempo pasa, abandonamos toda esperanza de un comienzo adecuadamente temprano e incluso vemos muy difícil que esa acción de inicio espontáneo que esperábamos (casi milagrosamente) se efectúe realmente. La ansiedad aumenta y, con ello, el número de cogniciones que producimos.
El pensamiento catastrófico suele dominar esta fase, por lo que a menudo visionamos nuestro futuro como un absoluto fracaso porque nos invade el miedo de que jamás seamos capaces de empezar lo que nos hemos propuesto. Esto causa en nosotros una parálisis aun mayor. Nuestra cabeza empieza a rumiar:
“Debería haber empezado antes”: Empezamos a arrepentirnos profundamente de no haber empezado antes, dándonos cuenta de que sólo con una pequeña acción podríamos haber evitado toda la ansiedad y frustración que sentimos, y nos castigamos por ello con continuos autorreproches.
“Estoy haciendo de todo menos…” : Una consecuencia muy habitual en este momento es empezar a realizar todo tipo de acciones menos la que deberíamos estar realizando.
De repente, otras acciones que estábamos posponiendo anteriormente nos parecen una buena excusa para seguir sin llevar a cabo la acción en cuestión que estamos procrastinando.
Efectuamos recados, tareas domésticas,… cualquier cosa que impida que hagamos lo correcto. Es habitual que estas actividades parezcan tan productivas en sí mismo que hasta tenemos la percepción de que estamos avanzando con el proyecto necesario.
“No puedo disfrutar de nada” : Encontrándonos ya en medio de este ciclo caótico, buscamos cualquier refuerzo inmediato a través de la primera actividad placentera que podamos encontrar. Por eso lo más típico suele ser ver la televisión, jugar a videojuegos, quedar con amigos…
Sin embargo, el placer que proporcionan estas actividades es muy fugaz y no podemos deshacernos del peso de la tarea inacabada que está esperándonos. Nos inunda la culpa y la ansiedad.
“Espero que nadie se entere”: A medida que pasa el tiempo, nos sentimos cada vez peor con nosotros mismos y nos avergüenza no haber sido capaces de avanzar.
Intentamos que nadie se entere porque nos da miedo lo que puedan pensar, nos inventamos excusas e incluso intentamos que aparente que estamos muy ocupados aunque no estemos haciendo nada.
A menudo ocultamos todo lo que hacemos hasta el punto de evitar todo contacto social, responder a mensajes o a llamadas y no salimos de casa. Las excusas que inventamos son cada vez más elaboradas e inverosímiles y nos sentimos mentirosos y fraudulentos.
Paso nº 4: “Todavía tengo tiempo”
A pesar de todo lo ocurrido hasta el punto en el que nos encontramos, seguimos albergando la expectativa totalmente irracional, casi mágica, de que en algún momento empezaremos la tarea y todo acabará bien, engañándonos a nosotros mismos.
Paso nº 5: “A mí me sucede algo”
Cuando absolutamente todo ha fallado hasta ahora, es cuando podemos empezar a pensar que a lo mejor el problema somos nosotros mismos. Quizás es que simplemente somos así, llevamos el problema dentro y algo nos pasa. Nos falta algo fundamental que todo el mundo tiene. Nuestro autoconcepto sufre todavía más y nos desesperamos.
Paso nº 6: La decisión final: Hacer o no hacer
Llegados a este punto, debemos tomar una decisión crucial. ¿Llevamos a cabo un intento desesperado de última hora y hacemos la tarea lo más rápido posible o tiramos la toalla y aceptamos de una vez por todas que hemos perdido la batalla? Tenemos dos opciones:
Opción 1: No hacer
a. “¡No puedo soportarlo más!”: La ansiedad y el malestar generados durante todo este tiempo parecen insoportables y sentimos que es imposible acabar la tarea en el poco tiempo que nos queda. La posibilidad de descartar toda opción definitivamente es demasiado tentadora y nos acaba superando, por lo que abandonamos del todo.
b. “¿Para qué intentarlo?” : Nos damos cuenta de que aunque invirtiéramos todas nuestras fuerzas en realizar la tarea en el tiempo que nos queda, no seríamos capaces de hacerlo bien. Decidimos que es demasiado tarde y que para hacerlo mal, mejor no hacerlo.
Opción 2: Hacer
a. “No puedo seguir esperando”: La presión se ha vuelto tan grande que decidimos que seguir sin empezar la tarea es todavía más insoportable que empezarla ahora, así que lo intentamos.
b. “Esto no está tan mal… ¿Por qué no he empezado antes?”: Nos sorprendemos porque la acción que tanta ansiedad nos producía no parece tan terrible al final, sobre todo en comparación a todo lo que hemos pasado hasta ahora sólo para conseguir empezar.
Nos invade un desconcierto difícil de describir al darnos cuenta de lo irracional de toda nuestra conducta. El alivio de saber que hemos empezado es enorme.
c. “¡Acábalo ya y punto!”: Estamos casi al final del tiempo y hemos de acabar ya sí o sí. A estas alturas ya no nos importa en absoluto la calidad del trabajo, sólo nos importa terminar.
Paso nº 7: “¡Nunca volveré a procrastinar!”
Independientemente de si al final hemos acabado de alguna manera la tarea, como si la hemos dado por perdida, sentimos un alivio muy grande y estamos agotados.
El malestar generado por este ciclo de la procrastinación es tan intenso que decidimos que no volveremos a entrar en él jamás. Hacemos todo tipo de promesas y pactos con nosotros mismos que luego no seremos capaces de cumplir. Y, poco a poco, este ciclo consume todas nuestras esperanzas de que, algún día, podamos salir de él.
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