Lo de los propósitos de Año Nuevo son como los coleccionables de Septiembre, que no pasas del tercer fascículo.
Tenemos los clásicos: apuntarme al gimnasio, comer sano, dejar de fumar, dedicar más tiempo a la familia, adelgazar tropecientos kilos, cuidarme, llamar más a la familia, ahorrar, estudiar todos los días, romper esa relación que nos aprieta el zapato….el resultado: fracaso.
El resultado del fracaso: cada vez somos menos constantes, porque la experiencia nos dice que no lo vamos a conseguir así que a la mínima oportunidad, volvemos a la rutina.
¿Qué es lo que falla para que no cumplamos nuestros propósitos?
En primer lugar nos puede la impulsividad (las uvas, que deben tener superpoderes de optimismo), y nos proponemos metas que tal vez sean demasiado grandes para emprender sin una planificación
En segundo lugar solemos trabajar en modo “reforzamiento a corto plazo”, es decir, buscamos resultados inmediatos de nuestros sacrificios, en vez de optar por el “reforzamiento a largo plazo”: mucho tiempo de sacrificio para alcanzar una meta real.
Si no cambiamos el chip en este punto, vamos fatal. Os pongo el ejemplo que yo sigo en muchos momentos: hay veces que me dedico a estudiar, organizar o intentar mejorar cosas del despacho, yo qué sé, cosas que me llevan tiempo en el que hay menos trabajo.
Podría dedicarme a descansar, pero lo que hago es “abonar el campo”. Trabajo duro preparando la tierra, una tierra marrón, así como sosa, sin nada visible, y sigo arando y abonando.
Os juro que la tierra si la miro cada día sigue igual de pavorosamente marrón, pero…. pasa el tiempo, y… aparecen los brotes verdes, aparece el fruto del trabajo (esta metáfora es real con el trabajo, con las plantas del mismo proceso no consigo que sobreviva ni una triste hortensia).
Cuando nos planteamos esos planes que, vamos, sin duda, nos van a cambiar la vida, vamos a ser los más guapos, sanos, organizados y felices del barrio, se nos olvida que no todo es cuestión de dinero: apuntarte al gym no adelgaza, de verdad.
Ir al dietista está muy bien para que te enseñe a comer mejor, pero si no mueves el trasero, sólo te gastarás el dinero en sus consejos y algo que te de para movilizar grasas o para reducir líquidos o vete a saber tu.
Ahorrar no es comprarte una hucha de cerdito y el primer viernes introducir el dinero que te costaba la cena a domicilio, básicamente porque es todo lo que va a tener el cerdito de “sólido” en su interior, luego terminará por ser utilizado para meter las monedas de 5 o 10 céntimos.
Y así podríamos seguir eternamente con la lista de “Si hay que hacer la lista de objetivos del año se hace, pero hacer por hacer, es tontería?
¿Cómo podemos ser más efectivos con nuestros objetivos?
Analizando la MOTIVACIÓN REAL: ¿es algo que nos gustaría o es algo que llevamos pensando tiempo y que los motivos para emprenderlo son poderosos?
Haz una lista con tus objetivos (como matar moscas con cañonazos no es muy efectivo, yo te aconsejo un objetivo único y que centres toda la artillería).
En el objetivo tienes que poner las ventajas de emprenderlo, y objetivamente, los sacrificios que vas a tener que realizarlos (aquí no te dejes llevar por el optimismo patrio, sé minucioso).
Describe el propósito de forma precisa: no es lo mismo “adelgazar” que “adelgazar 3 kilos”, “ir al gym” que “ir al gym lunes, miercoles y viernes a las 8”.
Subdivide el plan en metas sucesivas, hazlo de forma gráfica para que puedas ir viendo tus progresos.
Una caída no es una recaída. Si una semana no cumples tu objetivo, recupera fuelle y continúa. No somos máquinas, somos humanos (y el dulce tira mucho, las cosas como son).
Un paso, el primer paso, te aleja de aquello que quieres eliminar y te acerca a lo que quieres conseguir. Tal vez necesites 10.000 pasos, tal vez los 10 primeros te cuesten como si llevaras botas de cemento, pero según veas más lejos el comienzo, el camino se llevará más llevadero.
Y: fundamental: no emprendas bajo ningún concepto un objetivo sin total convicción, porque con ello fomentas en ti un sentimiento de fracaso, de debilidad, que no es real, es que claro, si te pones objetivos imposibles o que realmente no te apetecen, lo raro sería que lo cumplieras
Así, que, adelante: Enero no es para emprender los objetivos del año. Enero es para planificarlos.
Mucha suerte y recuerda: si te caes te levantas, te sacudes el polvo y sigues el camino hacia tu meta!