Uno de los problemas más frecuentes que relatan los hombres en terapia de pareja es que su pareja ha dejado de sentir deseo sexual, que apenas tienen relaciones y que él siempre tiene que estar demandando, mientras ella pone excusas y parece desganada y que le hace un favor.
Triste, pero cierto. La realidad que hay detrás de este problema no es exactamente la falta de deseo, es el cambio de intereses en la vida de la mujer.
Antes de seguir puntualizo: no es en todos los casos, pero la estadística es demoledora (enhorabuena para las afortunadas que no han caído en este problema, fuente de conflictos y desagradable para ambos).
El origen de la desmotivación está en la preparación biológica que tenemos, y que no podemos negar.
El hombre está diseñado para engendrar cuantos más descendientes mejor, la mujer tiene una capacidad limitada de procreación, por lo que una vez que tiene "crías" su objetivo fundamental en la vida pasa de tener relaciones sexuales a cuidar de lo que tiene: el óvulo es caro, el espermatozoide barato.
Nos gusta pensar que esa patraña del origen de la especie está superada, y que somos seres racionales y esos patrones ya no son reales.
Al que lo diga le haré una pregunta: si un bebé llora, por qué la madre secreta leche y el padre no? Por qué al final del embarazo la mujer limpia la casa como una posesa? No tan superado, verdad?
Volviendo al por qué la mujer deja de mostrar interés por su pareja: el hombre es sexualmente activo y tiene la actividad sexual como una de sus actividades preferentes.
La mujer, en el período de cortejo suele ser más activa, tomar más la iniciativa y estar más dispuesta a tener relaciones sexuales. Su objetivo (no consciente) es emparejarse y el sexo es casi una premisa fundamental para establecer una pareja.
Una vez que la pareja está asentada y cada uno tiene establecido su rol (que no pasa por condiciones sexistas, sólo prioridades), el hombre sigue teniendo necesidad de relaciones sexuales frecuentes,.
En la mujer surgen otras motivaciones poderosas: suelen estar más interesadas por asuntos relacionados con el mundo social, los relacionados con los hijos, la casa y la organización de la vida, dejando el sexo un poco arrinconado.
Las relaciones sexuales se van distanciando, y eso es, como lo de ir al gimnasio: vas todos los días y estableces tu rutina, faltas una semana y siempre habrá excusas para posponerlo. La pereza.
Si le preguntas a esas mujeres si no desean a sus parejas lo niegan taxativamente, y a la pregunta de qué está pasando entonces, suelen mostrarse pensativas, como si no hubieran reparado en ello: cansancio, pereza por iniciar el intercambio sexual, cansancio, la cabeza en otro sitio son las respuestas más usuales. En realidad ni han reparado en ello.
La solución en este tipo de problemas no suele pasar por el hombre, es con la mujer con la que hay que trabajar. Es un trabajo simplemente de "pararse a reflexionar" sobre el por qué lo que antes era importante en su vida ha pasado a ser algo casi molesto, a pesar de que luego consideran las relaciones placenteras.
Habitualmente el cambio de actitud en la mujer, sobre su propio mundo de prioridades, hace que las aguas vuelvan a su cauce.
Aviso para los "ilusionados": no van a volver a encontrar a la tigresa de los primeros tiempos, pero pueden establecer una relación mucho más equilibrada en el sexo, en la que la sensación sea de satisfacción para ambos y se eviten las malas interpretaciones sobre las causas de la terrible rutina que tanto daño puede llegar a hacer.