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Hay pacientes que son extraordinariamente difíciles de abordar.
No es un problema de que sean más o menos simpáticos o antipáticos, abiertos o introvertidos, no tienen nada que ver con las características individuales que nos diferencian a unos de otros y sólo requiere utilizar distintas formas de abordar para llegar a la persona.
El paciente difícil es aquel que por sistema dice “no puedo”. Da exactamente igual qué tipo de cambios hay que promover. El “no puedo” sale automáticamente de su boca.
Cuando un paciente se muestra tan poco colaborativo o antes de intentar cualquier cambio dice no, el terapeuta se encuentra ante un auténtico problema. Si no intenta el esfuerzo que se le está proponiendo, la situación continuará como está.
Obviamente se evalúa la capacidad de las personas para ir introduciendo cambios de una forma más paulatina cuantas más dificultades personales tiene la persona para intentar cambiar las cosas, pero no nos engañemos: un no es un no.
Algunas personas piensan que el hecho de ir a terapia y pagarla tiene que ser suficiente para curarse.
A ellos les recomendaría que fueran directamente a Salud Mental: Psiquiatría, que pidieran medicación y se limitaran a quejarse de sus problemas paliándolos, que no solucionándolos.
Al menos es gratis, si consiguen tomarse la medicación todos los días probablemente experimenten una reducción del síntoma, aunque no la solución al problema que llama al síntoma, pero menos da una piedra.
En terapia psicológica se necesita la colaboración activa del paciente para promover el cambio.
Los límites nos los ponemos nosotros. Un "no puedo" es síntoma de un esfuerzo mínimo, de una falta de capacidad para pensar que somos nosotros y nuestro esfuerzo, muchas veces titánico y doloroso el que promoverá nuestra mejoría.
Los terapeutas tampoco somos exactamente tiranos. Comprendemos estas dificultades, y no: no nos limitamos a escuchar, buscamos y promovemos un cambio en conductas y pensamientos, pero intentamos adaptar los cambios a la capacidad y ritmo de cada paciente.
Cuando el paciente se limita a decir "no puedo" (parar los pensamientos, dar un pequeño paseo, levantarse de la cama, hacer actividades ligeras, escribir pensamientos negativos y modificarlos mediante técnicas aprendidas en consulta), poco se puede hacer.
Nadie puede conseguir lo que nosotros mismos no somos capaces de intentar.
Decir "no poder" es rendirse antes de intentarlo, es no hacer esfuerzos, es pensar que la paciencia de las personas que nos rodean y se preocupan es infinita (y a veces no lo es).
No des jamás pena, deja de caer una y otra vez en tu propia sensación de incapacidad y empieza a cambiar ese diálogo interno del "no puedo" por el "tengo que poder".
Si tan mal te encuentras como para pedir ayuda, aprovéchala, y si vas al Psicólogo por la insistencia de las personas que se preocupan por ti, reflexiona si se merecen la preocupación que les estás ocasionando por una actitud de rendición, de pasividad.
Los terapeutas sabemos lo difícil que es arrancar, el sufrimiento, el miedo, la sensación de incapacidad, y contemplamos estos factores e intentamos ayudar a superar estos momentos.
Pero si la persona no hace nada por cambiarlo, si su única pantalla mental es negra con un enorme NO PUEDO impreso, tal vez la terapia jamás les ayude a superar su situación.
Todos podemos intentarlo. Nadie, absolutamente nadie puede permitirse sufrir por no intentarlo.
Piensa en gente a tu alrededor, con grandes o pequeños problemas, pero con la determinación de intentar superarlo. Lo conseguirán o no lo conseguirán, pero siempre sentirán en su interior la satisfacción de haberlo intentado, el respeto por ellos mismos.
“Si necesitas una mano, recuerda que yo tengo dos” (San Agustin), pero a veces, además de mis manos o mis consejos necesitarás confiar en ti mismo.