La terapia de pareja es una de las formas más complicadas de promover un cambio, ya que en muchas ocasiones los objetivos por los que la pareja acude a consulta son equivocados, cuando no existe una manipulación directa: "me obliga a ir a terapia o se separa", "voy a terapia para que se calle". Si, desgraciadamente esto es más frecuente de lo deseable.
Existen diferentes motivos por los que una pareja decide acudir a terapia, y para cada problema encontraremos vías diferentes de solución, o más concretamente, utilizaremos diferentes herramientas. Entre los problemas más comunes que exponen las personas están:
- Infidelidad
- "Tonteos" por redes sociales con ocultamiento
- Falta de objetivos comunes
- Formas de comunicarse a gritos
- Diferencias sobre la educación de los hijos
- Baja tolerancia a la familia política o a los amigos del otro
- Problemas de consumo de alcohol
- Aburrimiento dentro de la relación
- Problemas en el ámbito sexual
- El silencio
- La hostilidad manifiesta
Lógicamente estamos hablando de diferentes problemas, ni más graves ni menos graves, solamente destructores y de urgente resolución con el bienestar emocional de ambas personas.
¿Y CÓMO AYUDA UN PSICÓLOGO A UNA PAREJA EN CRISIS?
Además de escuchar el problema que les lleva a la consulta (la llamada punta del iceberg), hay que hacer un poquito de prospección, indagar en la historia de la pareja para conocer los puntos que les unieron y dónde están las fisuras. Normalmente lo que les lleva a la consulta es la gota que colma el vaso: hay que analizar el contenido del vaso.
Una vez conseguido analizar el problema, y siempre atendiendo a las características personales de la pareja y, recalco nuevamente, a aquello que les hizo apostar por un proyecto en común, hay que hacer una operación informática muy básica: buscar el punto de restauración de la pareja (intentar llevarles a la situación que resultaba tan gratificante e ilusionante para ellos).
Como es lógico habrá que "limpiar de virus" la pareja y para ello se establece un plan de negociación basado en el "yo me siento", "yo necesito", " a mi me gustaría". Los "lectores de mente" en las parejas son algo realmente dañino, creen saber lo que la otra persona piensa, y por que hace las cosas (vaya, que resulta que siempre son cosas malas y negativas).
Determinados problemas de la pareja han de ser tratados por separado, como por ejemplo los celos patológicos causados por una baja autoestima y que requerirán un trabajo individual de la persona que lo sufre.
Lo más importante, una vez que hemos logrado la hoja de ruta perfecta para esa pareja, es reforzar las muestras de afecto (reforzamiento positivo de conductas que resultan agradables para el otro), y enseñarles o recordarles, las normas de etiqueta básicas en una relación de cualquier tipo: hablar dialogando, no discutiendo.
De la misma forma se planifican actividades en conjunto que probablemente hace tiempo que no se plantean realizar (ocio, momentos de intimidad, etc) y se les lanza al ruedo.
De nada sirve una terapia de pareja en la que uno de los dos no esté dispuesto a poner de su parte, especialmente si no consiguen pasar la primera prueba "Prueba de Hércules": hablar sin gritar.
En cualquier caso, si una pareja decide darse la oportunidad de salvar su relación, tiene que tener claro que la relación es cosa de dos, el terapeuta no es juez ni parte, ni el director de orquesta, tan sólo es el profesional que de forma objetiva pone de manifiesto los problemas y les da herramientas para su solución, o les marca aquellas situaciones que pueden estar perjudicando seriamente la relación.
Si te decides por una terapia de pareja, no vayas con el "no" por delante: os desgastareis emocionalmente y os costará dinero. Tan sólo aquellos que confían en ellos mismos y están dispuestos a trabajar para volver a sentirse pleno dentro de la pareja, son candidatos a su solución.
Cuando no puedas más, cuando la hostilidad te pueda, recuerda aquellos tiempos en los que hacías verdaderas tonterías por estar al lado de esa persona a la que ahora no soportas. Tal vez ninguno de los dos hayáis cambiado, tan solo os estáis perdiendo en avatares de la vida que no os dejan recordar cómo era aquello de la felicidad.