Bebés (0-1 año):
No comprenden las razones del conflicto, pero se dan cuenta del clima emocional del hogar, sienten la tensión y el descontento.
Se dan cuenta de los cambios en los niveles de energía y en estado emocional de los padres.
Se dan cuenta de cuando uno de los padres ya no está en el hogar.
Dependen totalmente de los adultos que los cuidan.
Comienzan a desarrollar confianza en otros y en el mundo.
Cuanto tiempo se pase con los bebés determina la formación de los lazos afectivos.
Fíjate si muestran señales de malestar. Si están más irritables, nerviosos, si demuestran más rabietas, pérdida de apetito, o retrasos en su desarrollo.
Hazles sentir seguros demostrándoles afecto, meciéndoles, tocándoles, hablándoles con cariño.
Mantén sus juguetes y objetos favoritos a la mano.
Mantén las rutinas lo más posible.
Introducir personas nuevas gradualmente.
Niños pequeños (1-3 años):
Necesitan estabilidad y predictibilidad.
Son egocéntricos: creen que causan todo lo que pasa.
Fíjate si muestran señales de malestar: llanto excesivo, apego extremo, dificultades al dormir, pesadillas, ansiedad de separación, regresión a comportamientos más inmaduros.
Ofrecerles más atención y cariño, especialmente a la hora de separarse.
Hablar sobre el divorcio a un nivel que puedan comprender.
Hacerles sentir seguros con muestras de afecto verbales y físicas.
Demostrar que comprendes su malestar.
Niños de edad preescolar (3-5 años):
Necesitan estabilidad y predictibilidad.
Son egocéntricos. creen que causan todo lo que pasa, piensan que pueden controlar los eventos, se sienten responsables o culpables del divorcio.
Tienen fantasías sobre la reconciliación de los padres.
Observa si muestran señales de malestar: tristeza, confusion, preocupaciones, temores, pesadillas, agresión, regresión a comportamientos mas inmaduros, aislamiento, apego extremo, quejosos.
Hablar sobre el divorcio a un nivel que puedan comprender.
Hacerles sentir seguros con muestras de afecto verbales y físicas.
Leerles libros sobre el divorcio.
Animarles a hacer preguntas y a hablar sobre sus sentimientos y pensamientos.
Demostrar sensibilidad a sus temores.
Decirles repetidamente que no son responsables por el conflicto o el divorcio.
Apoyar la relación de los niños con el otro padre, a menos que sea peligroso.
Mantener las rutinas lo más posible.
Introducir personas nuevas gradualmente.
Niños de escuela primaria (5-12 años):
Se dan cuenta de lo que pasa, pero carecen de las destrezas necesarias para lidiar con los conflictos.
Pueden comprender el concepto de divorcio.
Sufren la pérdida de la familia como era antes del divorcio.
Pueden sentirse rechazados por los padres.
Tienden a culpar a otros, a menudo a uno de los padres.
Hablar sobre el divorcio a un nivel que puedan comprender.
Observar si muestran señales de malestar: tristeza, problemas académicos y/o sociales en la escuela, comportamiento inapropiado, achaques físicos, conflictos entre hermanos por competencia.
Hacerles sentir seguros con muestras de afecto verbales y físicas.
Leer libros sobre el divorcio.
Animarles a hacer preguntas y a hablar sobre sus sentimientos y pensamientos.
Demostrar sensibilidad a sus temores.
Decirles repetidamente que no son responsables por el conflicto o el divorcio.
Apoyar la relación de los niños con el otro padre, a menos que sea peligroso.
Mantener las rutinas lo más posible.
Introducir personas nuevas gradualmente.
Adolescentes (13-17 años):
Están más envueltos con su grupo de pares y dependen menos de sus padres que los niños menores.
Les preocupa el impacto del divorcio en sus relaciones.
Sienten dudas de sus propias capacidades de establecer relaciones a largo plazo.
Pueden tratar de tomar ventaja de los padres.
Observar si muestran señales de malestar: ira y hostilidad extrema, actitud desafiante, preocupación por asuntos financieros u otros asuntos de adultos, auto-concepto disminuido, aislamiento, problemas académicos o sociales en el entorno escolar, comportamientos impredecibles o arriesgados.
Mantener abiertas las vías de comunicación.
Ser justo y razonable al asignarles responsabilidades.
Apoyar la relación de los chicos con el otro progenitor, a menos que sea peligroso.