Explicación del programa de tratamiento por objetivos en el Trastorno de Estrés Postraumático
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Es comprensible que el momento del divorcio esté impregnado por sentimientos negativos hacia la ex pareja. Se cuentan con los dedos de una mano esos divorcios idílicos en los que la pareja rompe, mantiene una relación de cariño y cooperación (lo que viene siendo una pareja civilizada).
En el divorcio hay uno que es “el malo”, el que da el paso de divorciarse, y pasa automáticamente a asumir el rol de destructor de la familia, y luego esta “el bueno”, el que ha sido abandonado, el que hubiera permanecido eternamente dentro de la unión por “el bien de los hijos”.
Esta simplificación máxima, y sin duda carente de veracidad, es sin embargo la esgrimida por las parejas cuando rompen.
Sin duda existen hechos y situaciones que han motivado la ruptura, y que no se basan sólo en el detonante final, sino que suele haber una situación de alejamiento y desgaste que la pareja no ha querido asumir por comodidad, miedo o convenciones sociales.
En cualquier caso, el momento de la ruptura convierte en dos personas que antes formaban un equipo, en rivales más enconados que un Madrid-Barsa.
La situación, en la que hay un daño emocional muy importante, se agudiza con los temas económicos, en los que ambas partes intentan barrer para casa pensando en rehacer la parte material de su futuro.
Las guerras púnicas que se desatan por la tele, la casa, el juego de plata, el perro, la vajilla buena, o los paños de cocina, vistas desde fuera resultan incomprensibles.
Sacamos el video de la boda, les hacemos un video en la mesa de negociación de las condiciones del divorcio y nos encontramos con dos lindos y cursis gatitos convertidos en tigres de Bengala (pero de los que llevan sin comer varias semanas).
Así que hemos ido sumando factores para llegar a la irracionalidad total: los motivos del divorcio, la decisión del divorcio y el reparto de bienes.
Terminados estos puntos nos solemos encontrar con dos personas que miran para si mismas y suelen ser sinceras cuando dicen que “quieren lo mejor para sus hijos”, porque claro, la cara B de la otra persona, la hasta ahora desconocida, no parece que sea una buena carta de presentación como el mejor padre o la mejor madre.
Ahora es cuando toca hacer el análisis profundo de la situación: los hijos nacen dentro de una relación de pareja, se crían dentro de una familia en la que se les inculca el amor y el respeto al padre y a la madre. Los niños crean sus vínculos afectivos con sus progenitores, que les proporcionan amor y seguridad.
Esta situación que hemos ido creando en la época de las “vacas gordas” no podemos revertirla ahora.
No podemos decirle a los niños que esa persona, su padre o madre, en la que confiaban y que nosotros mismos hemos enseñado a que respetaran y quisieran, es malo, no les quiere, no les va a cuidar, tiene otras cosas que le importan ahora más que sus hijos.
Eso no es querer a un hijo: es romperle la infancia, es romper su escala de valores, socavar el suelo en el que pisan seguros dejando un abismo de miedo y desconfianza. Aprenden que los adultos les han mentido, que de aquellos que pensaban que les querían era todo una farsa.
Los niños no se divorcian de sus padres, nosotros, los adultos, somos los que rompemos una pareja, en algunos casos seremos los que tomamos la decisión, en otras experimentaremos el dolor de vernos traicionados. Es un trabajo muy duro mantener el tipo durante el divorcio y disociar la ruptura de lo que no se puede romper: la parentalidad.
Lo ideal es que los padres hablen sobre los dos escenarios en los que se mueven ahora: a nivel pareja el rencor, la desconfianza, el odio africano, el despecho (todo muy humano y afortunadamente pasajero si se consigue avanzar en el terreno personal).
Otra cosa es la crianza y bienestar de los niños: los pactos para que ellos conozcan la nueva situación: papa y mama ya no se divierten juntos, han dejado de ser mejores amigos, pero se respetan y ambos os queremos, y eso es algo que no se puede romper.
La actitud colaboradora, los halagos (a veces hay que ser un poco falso) sobre el otro miembro de la pareja cuando los niños cuentan algo emocionados, el consenso en la toma de decisiones respecto a ellos, la flexibilidad, el diálogo, les dará un nuevo marco de estabilidad y normalidad necesario para su desarrollo.
Lo que hace que los niños se traumaticen con el divorcio no es la ruptura de la unidad familiar en el sentido “casa común”, lo que les duele son las luchas entre los padres que tienen que presenciar, el papel que a veces se le hace tomar de paño de lágrimas de uno de los cónyuges, el oír cosas denigrantes sobre uno de ellos, o que les digan que ya no les quieren o no importan.
Hay veces que uno de los padres no se comporta tras el divorcio como debería: no hace suficiente caso al hijo, deja de asumir sus responsabilidades económicas, se ausenta.
Todo ello debe ser explicado a los niños de una forma que no les haga sentirse culpables (que es lo que les suele ocurrir), ni tampoco utilizar el insulto o decirles que esa persona ya no les quiere.
Hay que dejar al niño tranquilo, contestar a sus preguntas amortiguando un poco las verdades crueles, no es cuestión de que el progenitor responsable quede como un santo abnegado, no es el momento de ponernos medallas. La máxima expresión de amor es no hacer más grandes las heridas de nuestros hijos.
El tiempo pone cada cosa en su sitio, cuando sean mayores, por ellos mismos, sabrán qué lugar ocuparon cada uno de sus padres en sus vidas, qué lugar quieren que ocupen, pero deben ser ellos mismos quienes se den cuenta.
En realidad, aquel progenitor que abandona a sus hijos es un pobre desgraciado, porque se pierde lo más bello de la vida: la infancia de un hijo.
PAREJA: CUANDO EMPIEZAN LAS DISCUSIONES
En terapia de pareja lo primero que se aprende es a expresar las propias emociones, a hablar en primera persona sobre los sentimientos y emociones, y a evitar especular sobre los sentimientos o intenciones del otro.
Con esta base se comienza un programa de modificación de conductas disruptivas por ambas partes de forma lúdica, relajada, que suele dar mejores frutos que vivir en un estado de disconfort permanente.
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En los niños la ansiedad por fobia social se expresa en forma de llanto, oposición, berrinches y una necesidad imperiosa de evitar la situación social.
Los niños con fobia social presentan también bajo estado de ánimo, poca confianza en sus habilidades y una fuerte tendencia a ser obstinados.
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Cuando una pareja rompe lo usual es que sea uno de los dos el que se arme de valor para dar el paso.
Las rupturas son difíciles, las rupturas en las relaciones verdaderas, claro, porque si desde el principio no existe un compromiso o un plan de futuro, romper una relación es como cambiar de vaqueros.
Pero aquí tratamos el problema de parejas consolidadas, las que tienen una proyección de futuro y empezaron con la ilusión de compartir sus vidas.
Pero la realidad a veces es amarga, las situaciones complejas, y ante todo, no podemos planificar el futuro porque es incierto: demasiados factores entran en juego y nos hacen ir sorteando el día a día requiriendo ajustar nuestros planes, nuestras expectativas, nuestra forma de actuar.
En las parejas que las cosas se tuercen, que motivos hay a cientos, desde los mas simples: se acaba la atracción, el camino de ambos es divergente, las discusiones son demasiado amargas, a situaciones complejas como infidelidades o faltas de respeto que hacen imposible la convivencia.
Sea cual sea la causa, la ruptura es un fracaso de un proyecto, en el que une pone el punto y final y otro se siente “el abandonado”. Esta exposición, que es la común en las rupturas es simplista y ayuda a dar una respuesta a una situación: el culpable y el inocente.
Nadie es totalmente culpable, nadie es totalmente inocente, incluso cuando se produce una infidelidad, hurgando un poco nos encontramos parejas en las que una de las dos personas se ha sentido relegada a un segundo plano respeto a las tareas cotidianas.
Ha reclamado más atención, recuperar la magia, la comunicación y no ha recibido respuesta. En este caso, cubrir las necesidades afectivas han tenido un motivo (la deslealtad no es la forma, aunque exista una explicación para ello).
En cualquier caso, normalmente a consulta acude “el dejado”, “el humillado”, el que no sabe el por qué real de la ruptura (normalmente nunca lo sabrá, la gente suele dar respuestas de compromiso porque ya no luchan por la relación y no quieren arreglar las cosas).
La persona que se siente abandonada sufre, añora a la persona que fue su pareja y…. normalmente pierde un poco el sentido de la realidad, cosa normal, es dolor es insoportable y en estos casos el componente obsesivo lo convierte en patológico.
Ahora bien, a la persona a “la que han dejado” se serena y puede hablar del pasado, el discurso inicial de incomprensión y de deseo de regresar con su pareja, empieza a verse empañado por episodios en los que la convivencia no era tan idílica.
La persona no era tan perfecta, vamos que en muchos casos la relación era una castaña, pero como somos cobardes, preferimos una mala relación de pareja a la soledad, y hacemos de la necesidad virtud, y “nos creemos” esa historia que ya no funciona.
En terapia intentamos que la persona sea más objetiva respecto a la biografía de su relación, a sus verdaderos sentimientos antes de la ruptura, a cómo se sentía, como vivía aquella vida, e incluso en como era su pareja en los últimos tiempos.
Es un proceso que “descoloca” un poco, porque la persona empieza en un modo piloto automático de ver solo lo bueno que ha perdido y es incapaz de ver la realidad.
Cuando conseguimos superar ese momento, que recupere su identidad, que comprenda que su felicidad es importante y no se basa en el pasado, sino en el presente que está construyendo y en el futuro, empieza a ver las lagunas y las imperfecciones de lo vivido.
A veces se da cuenta que seguía dentro de una relación por inercia pero los sentimientos iniciales, esos que está reviviendo ahora, los únicos que parece recordar, hace tiempo que desaparecieron.
El choque con la realidad es un proceso fascinante, porque la persona, sorprendida, es capaz de analizar el pasado de forma objetiva, y sus sentimientos se ordenan, y empieza a luchar por recuperar su autoestima, por ser feliz comprendiendo que la verdadera felicidad no es que alguien nos quiera (que está muy bien), sino sentirse en paz con nosotros mismos.
Sintiendo que no hay gran diferencia entre lo que deseamos ser y hacer y lo que tenemos. En ese punto, una pareja tiene que ser alguien que nos aporte, que nos sume, que nos realce, que ponga la guinda al pastel de nuestra vida.
El dato más positivo es que la totalidad de las personas que han pasado por terapia (por lo menos en esta consulta), han experimentado una mejoría en menos de un mes de tratamiento, al segundo mes de tratamiento (como anécdota, habían cambiado la foto de perfil por otra en la que mostraba una actitud optimista y relajada).
A los tres meses, no volverían con su pareja ni les tocarían con un palo, no por rencor, simplemente por ser pasado y no presente ni futuro.
Si estás en el momento de manta, pañuelos, música romántica y visitas constantes a sus redes sociales, pensando que la vida ha terminado, date una oportunidad.
Busca ayuda, abre los ojos y empieza a caminar por la vida eligiendo el cómo, con quien y sabiendo abandonar algo cuando ya no es una fuente de gratificación.
El dolor no es eterno, no lo hagas eterno.
CRISIS EXISTENCIAL EN LA ADOLESCENCIA: EL DESCONCIERTO DE LOS PADRES
La adolescencia es la edad más intensa en la vida del ser humano.
Podríamos decir que la infancia es la época de descubrir el mundo, la edad adulta la época en que intentamos maximizar los beneficios de nuestra vida a los recursos emocionales y económicos de los que disponemos, y la madurez la etapa en la que nos centramos en nuestros seres allegados y disfrutamos de las pequeñas cosas de una forma serena.
Pero la adolescencia… el paso de ser un niño a un adulto es difícil. La revolución hormonal, las inseguridades, el tremendo esfuerzo por conseguir ser aceptado por el grupo.
La experimentación, las preguntas que se hacen los adolescentes sobre quienes son, qué quieren, cómo es el mundo, hacen que esta etapa de la vida sea especialmente vulnerable a padecer desajustes emocionales.
Yo suelo decirle a los adolescentes que están en “una etapa igual de maravillosa que de asquerosa”, y asienten, como si fuera la definición perfecta de sus vidas.
Un adolescente tiene una dicotomía respecto al tiempo: se creen eternos y a la vez las cosas tienen que hacerse al momento, como si no hubiera un mañana.
Es una etapa en la que descubren decepcionados que sus padres, los adultos en general tienen fallos, son imperfectos, y no pierden ocasión de expresar su desdén hacia aquellos que en otros tiempos eran sus referentes absolutos.
Porque no hay que olvidarlo: en la adolescencia el modelo a seguir, el timón de su vida ya no son los padres, están seguros que ellos pueden dirigir su día a día de forma mucho mejor.
Y allí andan, dando bandazos (sanísimos por otro lado), jugando al ensayo-error, como un experimento científico en el que no tienen la serenidad suficiente para analizar las consecuencias de sus actos, y en muchas ocasiones, no prestan atención a la responsabilidad de lo que sale mal.
Esta etapa también tiene una dicotomía respecto a la atribución de las responsabilidades: el locus de control.
De esta forma todo lo malo “que les pasa” a nivel de tener amigos, su aspecto físico, etc, lo consideran su responsabilidad, mientras que unos pobres resultados en los exámenes, perder el abono de transportes o recibir una bronca de un profesor es culpa de los otros.
Los padres se sienten muchas veces perdidos con esa máquina que iba a la perfección y ahora anda a trompicones, como si se fuera a gripar. El niño de las buenas notas y el comportamiento intachable empieza a estar literalmente pegado a su móvil, perdiendo el contacto con la familia.
Ninguno de los planes que les entusiasmaban les interesa (suelen detestar los planes en familia).
Pasan muchísimo tiempo solos en su habitación, empiezan a elegir su ropa, muchas veces recibiendo la crítica manifiesta de sus padres, se interesan por el sexo opuesto pero tienen su cuarto como un potrero.
Duermen como lirones, siempre están cansados (menos para salir), baja su rendimiento académico….
Esta etapa que los padres viven como una lucha constante, tampoco es fácil para los chicos. No se gustan. Se autocritican.
Por otra parte tienen las emociones a flor de piel, cualquier discusión con los amigos se vive como un drama, y los primeros amores son motivo de una gran intensidad emocional, pasando de la risa al llanto por cualquier motivo.
Tener en caso un chaval en esa edad de ruleta rusa emocional necesita una dosis extra de paciencia por parte de los padres. Yo les daría dos recomendaciones, dos reglas de oro:
Tomarse el tiempo para recordar cómo eran ellos en su adolescencia, lo que hacían, lo que sentían, lo que sufrían, lo que disfrutaban, lo que mentían….
No entrar en veinte batallas a la vez. Elegir sólo aquellos asuntos innegociables y hacer la vista gorda en los menos importantes para no abrir la brecha de comunicación.
Es decir, la hora de llegada, estudiar sin móvil, cenar en familia pueden ser normas que no se discuten, pero si su habitación está hecha un asco, aprovechando la existencia de puertas, se cierra, y cuando su nivel de tolerancia al desorden y suciedad se vea sobrepasado, ya hará algo.
Hay que educarles a que se responsabilicen, pero repetir 50 veces las cosas, amenazar, gritar, machacar para no conseguir nada, lo único que hace es reafirmarles en su opinión “ mis padres son unos histéricos, sólo chillan…”
Por otra parte nuestro hijo no es nuestro amigo: es nuestro hijo. No es conveniente invadir su espacio, interrogarle, enjuiciar a sus amistades, eso es un repelente de primera.
Hay que dejarles claro que pueden contar con sus padres si tienen un problema, que le van a respetar, que no tienen que contar el fondo de los problemas, o todos los problemas, pero que en casa van a encontrar el apoyo seguro del amor incondicional, que si necesitan apoyo, allí tienen a sus padres, aunque sólo sea para abrazarles, sin preguntas, sin presiones.
Especialmente delicado es el caso de los adolescentes que “se pierden en si mismos”, que no saben encontrar la forma de encajar con los compañeros o que toman el camino de la autodestrucción a base de cuestionarse su valía personal.
Muchos entran en un bucle de ensimismamiento, soledad autoimpuesta, creencia de que valen menos que los demás, que nadie les acepta.
Algunos se vuelven cada vez más herméticos y encuentran normalmente en redes sociales grupos de chicos y chicas con sus mismos problemas.
Esto puede ser muy peligroso: se retroalimentan los unos a los otros, empiezan a odiar la normalidad y se expresan como diferentes de forma desafiante: creen que son diferentes e intentan acentuar estas diferencias, muchas veces a través de distintas tribus urbanas: Emos, Raperos, Góticos, Heavies, Hippies, Punks, Skaters, Rastafaris, Otakus, Hipsters, Rockabillies, Steampunks, Swaggers, Gamers, Pokemones, Grunges……
Estas subculturas tienen sus propios códigos de estilos de vida, formas de vestir, etc. Algunas son peligrosas porque incitan a cortarse, a vivir en estados depresivos permanentes, otras simplemente se centran en juegos obviando el mundo exterior.
Pertenecer a uno de estos grupos es una forma de autoafirmarse, pero el problema es que no se dan cuenta que aislarse del mundo exterior viviendo en su propia subcultura puede llegar a ser una forma de marginación, de la que en algún momento tendrán que salir para enfrentarse a la vida real, o al menos compaginar ambos mundos.
Lo principal es que los padres detecten síntomas de que algo en los chicos no va bien. Su mal genio, la oposición, querer saber más que nadie, son completamente normales.
Aislamiento, tristeza, apatía, falta de interés por todo, absentismo escolar continuado NO ES NORMAL. En estos casos es necesario actuar, intentar ofrecerles apoyo, “ponerse en sus zapatos”, y en caso de que nada funcione, intentar que hablen con un profesional.
Muchos dirán que no tienen por qué contarle sus cosas a un desconocido, pero la idea es: precisamente porque es una persona que no te conoce no te va a juzgar, te va a escuchar y te va a dar algunos consejos para que estés más cómodo contigo mismo.
No te conoce a ti, pero conoce los problemas de la adolescencia, las cosas que pasan, cómo se siente y cómo se piensa a esta edad, y no te va a dar consejos o charlas interminables sobre “lo que tendrías que hacer”, sólo te guiará para que tengas confianza en ti mismo, aprendas a batallar contra los estados de ánimo negativos, aprendas a quererte y valorarte, consigas no sentirte tan perdido, puedas ver distintas opciones que son como distintos caminos en la vida.
Desgraciadamente nuestra cultura va hacia caminos poco alentadores para tener una adolescencia tranquila. Hay demasiados factores que van apareciendo, que antes no tenían tanto peso específico, y que hace que esta edad sea muy vulnerable.
La paciencia es fundamental, pero la alerta, la vigilancia prudente a su mundo emocional es fundamental en estas edades.
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La inconsistencia en los límites que ponemos a nuestros hijos es el caldo de cultivo perfecto para que no adquieran hábitos, al no considerar que lo que dicen los padres es consistente y se puede siempre “estirar un poco más de la cuerda” para que los progenitores terminen cediendo.
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El dependiente emocional ya dentro de la relación, no tienen la capacidad de respetar el espacio del otro, suelen ser tremendamente posesivas y celosas; quieren exclusividad absoluta en la vida de su pareja, y requieren constantemente pruebas de que siguen enamorados de ellas.
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Modelar la motivación para aprender. Los estudiantes deben percibir que se valora su aprendizaje y que de él se derivarán satisfacciones personales y la posibilidad de enriquecer su vida.
Comunicar expectativas y atribuciones deseables. Los estudiantes deben percibir que el profesor espera que aprendan con entusiasmo y que se preocupan por aprender y comprender los contenidos, no sólo por aprobar.
Minimizar la ansiedad de los estudiantes por el desempeño. El profesor debe crear un ambiente relajado en el que el alumno sea capaz de concentrarse, y procurar que las actividades estén estructuradas como experiencias de aprendizaje en vez de como pruebas.
Proyectar intensidad. Utilizar expresiones verbales y paraverbales que subrayen los contenidos del aprendizaje más importantes.
Proyectar entusiasmo. Si el profesor presenta el tema con entusiasmo conseguirá más fácilmente captar la atención de los alumnos (la actitud se contagia).
Estimular el interés o el aprecio por la tarea. Se puede incrementar el interés de los estudiantes por un tema o actividad exponiéndoles previamente su utilidad y pidiéndoles que ellos mismos aporten motivos por lo que puede ser importante.
Estimular la curiosidad. El planteamiento de preguntas o problemas que presentan alguna ambigüedad, la generación de debate, la necesidad de conseguir más información para resolver el tema planteado pueden ser estrategias que estimulen su curiosidad.
Estimular la disonancia o el conflicto cognitivo. Presentar aspectos inesperados, incongruentes, paradójicos sobre un tema y desafiar a los estudiantes a resolver la disonancia.
Hacer el contenido abstracto más personal, concreto o familiar. Relacionar las definiciones, principios y las informaciones generales o abstractas con experiencias concretas relacionadas con las vidas particulares.
Estimular a los estudiantes a generar su propia motivación para aprender. Se les puede estimular pidiéndoles que propongan temas o actividades que se relacionen con sus propios intereses.
Establecer objetivos de aprendizaje y proporcionar organizadores avanzados. Se incrementa la motivación de los estudiantes en sus aprendizajes si se les comunica el objetivo de los mismos y se les proporciona guías para el estudio.
Modelar el pensamiento relacionado con las tareas y la solución de problemas. Si el procesamiento de la información y la solución de problemas exigen hacer uso de estrategias que no son perceptibles para el estudiante, a no ser que se les muestre qué hacer y se piense con ellos en voz alta mientras se resuelve el problema.
AGORAFOBIA: UN EJEMPLO PRÁCTICO
Descripcion de un caso práctico de tratamiento de la Agorafobia realizado con un estudiante universitario
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Leer másLAS FASES DEL SUEÑO
Las técnicas neurofisiológicas de registro han permitido demostrar que el sueño no es un proceso homogéneo, sino que se organiza cíclicamente en varias fases.
Utilizando registros poligráficos (el electroencefalograma (EEG), el electrooculograma (EOG) y el electromiograma (EMG)), se observa que al dormir tenemos dos tipos de sueño: el NO REM y el REM.
Sueño NO REM.
Son las fases de relajación y descanso, se divide en:
Fase 1. Es la transición inicial de vigilia (estar despierto) a sueño. Vuelve a darse si nos despertamos durante la noche, al dormirnos otra vez.
En esta fase el cuerpo inicia una distensión muscular, la respiración se hace uniforme y la actividad cerebral se hace más lenta que durante el estado de vigilia. El sueño es ligero. Tiene una duración de entre 30 segundos y varios minutos en cada ciclo.
Fase 2. El dormir se hace menos superficial. La actividad cerebral se ralentiza más. Dura aproximadamente una hora en cada ciclo.
Fases 3 y 4. Es la fase de sueño más profundo, durante el cual el cuerpo descansa más. Se llama también fase de sueño lento, porque en la actividad cerebral las ondas son muy lentas.
Cuando una persona está en esta fase se necesitan fuertes estímulos táctiles o auditivos para despertarle.
Sueño REM. En esta fase es cuando soñamos. REM viene de las siglas en inglés: Rapid Eye Movements (movimientos rápidos oculares, y en español también se llama SUEÑO MOR).
El EMG (electromiograma) revela la desaparición del tono muscular, pero el resto de las funciones corporales y vegetativas se vuelven a activar.
La tensión arterial, la frecuencia cardiaca, la respiratoria, la temperatura corporal y cerebral y el consumo de oxígeno tienen niveles similares a los del estado de vigilia.
Los dos tipos de sueño NO REM y REM se van alternando cada 70 a 100 minutos, con un promedio de 90 minutos.
Al conjunto de las 4 fases NO REM y la fase REM se llama ciclo de sueño.
Un ciclo tiene en total una duración de entre 90 y 120 minutos. Este ciclo se repite cuatro o cinco veces cada noche.
En los primeros ciclos de la noche predominan las fases de sueño profundo, de descanso. En la segunda mitad de la noche predominan las fases 2 y REM. Esto significa que a medida que avanza la noche soñamos más, ya que los sueños se producen principalmente durante la fase REM.
FASE 1 Ocupa entre el 2% y el 5% del tiempo total de sueño
FASE 2 Ocupa entre el 45% y el 50% del tiempo total de sueño
FASE 3/4 Ocupa entre el 18% y el 25% del tiempo total de sueño F
ASE REM Ocupa entre el 20% y el 25% del tiempo total de sueño
RESILIENCIA: UNA HERRAMIENTA DE SUPERACIÓN
Resiliencia es la capacidad de una persona para adaptarse a las situaciones adversas con un afrontamiento activo y una mentalidad positiva y luchadora.
Es una herramienta vital muy potente (como el turbo de enfrentarse a los problemas) y entronca directamente con el autoconcepto de la persona, su consideración de ser capaz de afrontar problemas y dificultades de la vida diaria, sin hundirse, sin esconder la cabeza como un avestruz, confiando en su fuerza vital para superar o aceptar las situaciones.
La resiliencia es importante, ya no solo a nivel psicológico, sino que también, el no serlo, afecta físicamente a nuestro organismo.
A los niños podemos enseñarles a aumentar su capacidad de resiliencia con mensajes positivos sobre su valía personal, animándoles a resolver problemas y elogiando su fuerza y valentía en el día a día. De esta forma les enseñamos que los problemas tienen mayor importancia cuanto mayor es nuestro miedo y nuestra percepción de incapacidad para superarlos.
La personalidad de cada uno también tiene mucho que ver con la capacidad de ser resilente, de forma que en familias con varios hermanos, los pequeños, que suelen ser más independientes (a los que no se les esteriliza el chupete, sino que se sopla),aprenden a manejar las situaciones con un afrontamiento activo y confianza en sus propias posibilidades de superación.
Las personas no resilientes sufren ante cualquier avatar de la vida, todo les supera y suelen requerir ayuda externa para enfrentarse a las situaciones, sintiéndose que la vida les viene grande. Son personas que se hacen pequeñas ante los problemas, normalmente con una baja autoestima.
Afortunadamente los esquemas cognitivos que llevan a la persona a esa situación de indefensión aprendida (inmovilidad ante las situaciones adversas, falta de capacidad de respuesta), se pueden modificar, enseñando a la persona, a través de problemas basados en su experiencia vital y la respuesta que han dado en cada momento, a buscar otras posibilidades de afrontamiento, de forma que se vayan dando cuenta que poseen esa capacidad, y que superar las dificultades produce una sensación de control y confianza que revierte de forma directa en su sensación de bienestar.
Si te consideras “un cobarde” ante la vida, reacciona, mira a tu alrededor y pregúntate qué necesitas para coger los toros por los cuernos.
Para ello, será necesario que comencemos por conocernos y escucharnos. El autoconocimiento es una de las bases fundamentales de la resilencia, ello nos ayudará a tener un mejor concepto de nosotros mismos, y de nuestra capacidad para resolver las dificultades que se presentan.
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MANDALAS. CUANDO COLOREAR NO ES SÓLO COSA DE NIÑOS
Una queja muy frecuente en los pacientes con ansiedad, estrés, depresión, ideas obsesivas al terminar una relación, preocupaciones recurrentes es: “no puedo dejar de pensar”.
Lo que quieren decir es: no puedo relajarme, no puedo sacarme los malos pensamientos de la cabeza.
Pensar puede ser bueno, y soñar despierto, increíblemente agradable, pero los pensamientos obsesivos agotan psíquicamente a la persona.
Necesitan técnicas que le ayuden a desconectar la mente, y algunas veces son incapaces de disfrutar de una sesión de relajación.
En este punto la arte-terapia puede ser una excelente herramienta terapéutica para producir esa desconexión con los pensamientos que nos atenazan y nos invaden.
Hay muchos tipos de arte-terapia, pero yo os quiero hablar de una que por su sencillez, es tan buena para niños como para ancianos, para trastornos de ansiedad como para superar un duelo.
Sencillo, barato y fácil: COLOREAR.
La explicación más técnica se basaría en el hecho de que el hemisferio izquierdo es el encargado de la racionalización, búsqueda de soluciones, y es el que está más activo cuando ponemos en marcha nuestra batería de preocupaciones. Sin embargo, el hemisferio derecho, que se suele emplear mucho menos, pertenece a lo no racional, el dirigido a las emociones.
NIVELES DE DIFICULTAD SEGÚN CARACTERÍSTICAS DEL PACIENTE
Con los niños se suelen utilizar mandalas sencillas. Son dibujos geométricos que tienen que colorear según sus preferencias. Tienen un nivel de complejidad ascendente, y ayuda tanto a niños con un exceso de actividad motora como aquellos que necesitan mejorar su atención.
En adultos, y centrándonos en aquellos que tienen algún tipo de pérdida cognitiva, les ayuda a ejercitar la mente, y relajarse.
Se pueden utilizar dibujos para colorear infantiles, con un grado de complejidad adecuado a la capacidad cognitiva que tiene la persona.
A veces necesitan guías para los colores (marcar pequeños puntos en las áreas que van a ser coloreadas), y en otras, si son dibujos con su representación en el mundo real, intentar que utilicen los colores que sean adecuados (partes del cuerpo color carne, labios rojos, etc).
En las personas que están sometidas a un alto nivel de estrés o tienen pensamientos obsesivos recurrentes, la concentración en la elección de colores, el trazo fino necesario, etc, hacen que se centren en una actividad lejana del mundo de sus preocupaciones, pudiendo ocupar ese espacio mental en actividades que les producen calma y satisfacción.
Los mandalas siguen siendo una buena elección, sin embargo, en los últimos años han salido al mercado libros para colorear para adultos que configuran pequeñas obras de arte, y que producen un enorme nivel de abstracción y concentración en los adultos, que al final de su “rato de colorear”, sienten las mismas sensaciones de tranquilidad que una sesión de relajación.
ejemplo de un libro de colorear para adultos
"El Jardín Secreto". Johanna Basfotd
NADA MEJOR PARA NO METER LA PATA QUE....CORTARTE LA PATA
El miedo a tomar una decisión incorrecta hace que algunas personas huyan de la toma de decisiones. Dotarlas de estrategias para afrontar la idea de que cualquier decisión que tome, la otra alternativa seguro que era mejor, es un tema recurrente en terapia psicológica
Leer másFOMENTO DE LAS HABILIDADES SOCIALES EN LA INFANCIA
el fomento de las habilidades sociales en la infancia es una clave de su desarrollo
Para aquellos niños que no tienen un amplio repertorio de habilidades sociales, disponemos de un programa de entrenamiento que les ayude a ser más hábiles socialmente.
Leer másSECUELAS PSICOLÓGICAS EN ACCIDENTES: LA HUELLA INVISIBLE
Ser víctima de un accidente de tráfico de gravedad (por ejemplo, con lesión medular que conduce a una paraplejia), suele conllevar una demanda judicial.
En estos casos la peritación de las secuelas físicas es relativamente sencilla: existen, de forma fehaciente lesiones, tiempo de recuperación, secuelas físicas, que pueden ser observadas y tasadas para la oportuna reclamación.
Las secuelas psicológicas son algo más complicado de evaluar. Nos encontramos con la realidad de un demandante, con unos abogados que defienden su caso y unos abogados que protegen los intereses de la parte contraria (culpables, aseguradoras, el Estado o cualquiera de sus órganos por negligencia...).
El afectado tiene que demostrar sus secuelas, y en el caso de la evaluación psicológica, al ser una evaluación basada en conductas, pensamientos o la demostración de trastornos psicológicos derivados de la condición médica post-accidente, es un trabajo que requiere minuciosidad y la aplicación de instrumentos psicométricos que demuestren la existencia de daño psíquico.
Es obvio pensar que una persona que pierde movilidad, tiene que reorganizar su vida, renunciar a muchas cosas que le llenaban, suele tener diferentes trastornos asociados a su nueva situación: se sucede la depresión, ansiedad, las etapas de duelo, en muchas ocasiones la agresividad, desesperanza, actitudes de aislamiento social, falta de intereses, etc.
Son situaciones que no se ven en una radiografía, se viven, día a día, a cada momento, como el primer pensamiento del día y el último de la noche. Condicionan en gran medida su vida, y no existe radiografía que pueda detectar este estado anímico.
No se puede ningunear esta realidad, porque afecta de forma muy negativa a la vida de la persona, que en muchos casos pierde muchos alicientes y tiene simplemente con conformarse con lo que le ha tocado vivir.
Tampoco podemos olvidar, al realizar el peritaje psicológico de las personas allegadas su estado anímico y sus fortalezas: hay personas (especialmente padres de chicos parapléjicos) con cuadros ansioso-depresivos de difícil tratamiento, y son personas a las que hay que llegar, atender, intentar normalizar su vida dentro de la situación existente.
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